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Nuestra máxima casa de estudios es un baluarte de nuestro país, es un bien público de altísimo valor, y por ello también es una manzana de la discordia. Todo al mismo tiempo.

Los hechos lamentables del pasado 3 de septiembre apuntan a que se están desatando vientos de discordia y de oportunismo impulsados por intereses ajenos a la institución y a su vida académica. Es evidente que existen grupos dentro y fuera de la institución que están empeñados en desestabilizarla y generar un ambiente de discordia, de zozobra, al tiempo que es evidente también que, como en cualquier institución, hay cuestiones que los estudiantes demandan legítimamente y que las autoridades deben atender. Una de ellas, la más importante: Cuidar de la seguridad de estudiantes, profesores, personal administrativo, visitantes y cualquier otra persona que se encuentre en el campus. Es una obligación de las autoridades universitarias quienes deben hacer hasta lo imposible por garantizar la seguridad. Y junto con ello, las autoridades deben asegurar que dentro de la institución se procura todo el tiempo, con acciones ejemplares, que en el recinto universitario no haya violencia física, verbal, ni de género; que no haya ningún tipo de acoso sexual ni laboral. Y si lamentablemente ocurre, que no haya impunidad.

Cualquier demanda en este sentido es legítima y debe atenderse de inmediato. Se debe tener una universidad libre de violencia, en cualquiera de sus escuelas, colegios, institutos, preparatorias… Pero lo que no es legítimo, y es absolutamente intolerable, es que grupos movidos por muy diversos intereses y objetivos pretendan desestabilizar la institución. Razones puede haber muchas. Apunto apenas dos: el control de la Universidad mediante la elección del nuevo rector en noviembre de 2019 (el doctor Graue ya no puede relegirse pues ya tiene más de 70 años), y de su muy jugoso presupuesto que se acerca a los 20 mil millones de pesos anuales. Eso sin contar el poder que significa dirigir dicha institución y su indudable influencia social y política a nivel nacional.

Ante las agresiones ocurridas, la aparente falta de coordinación entre las autoridades de la Ciudad de México y del gobierno federal para defender la integridad de la universidad, así como una larga secuela de indicios sobre presuntas complicidades oficiales que facilitaron la violencia en Rectoría y la impunidad inicial, resultó muy significativa la reunión del rector Enrique Graue con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador el lunes pasado. En ella, AMLO coincidió con el rector al mencionar que las demandas estudiantiles sobre la seguridad y la no violencia eran legítimas, e hizo un llamado enérgico a la tranquilidad en la universidad. Con eso se descartaron algunos nombres que empezaban a aparecer como sospechosos de atizar el fuego.

El conflicto aún no se resuelve. Si bien ya hay más de una docena de órdenes de aprehensión de presuntos agresores del pasado 3 de septiembre, los grupos de provocadores siguen al acecho y tratan de seguir atizando el fuego de la inestabilidad. Hasta el momento de escribir estas líneas varias escuelas siguen en paro, en espera de respuestas más contundentes por parte de Rectoría respecto de la seguridad del campus y de las acusaciones de acoso sexual en algunas escuelas. Esas siguen siendo demandas legítimas. Las de destitución del rector no lo son.

Esperemos que la marcha de hoy en conmemoración del 50 aniversario de la “marcha del silencio” de 1968 no sea tergiversada en sus propósitos, que los grupos porriles no traten ni logren generar incidentes violentos que lleven a un escalamiento del conflicto, y que en breve Rectoría tome medidas contundentes para mejorar significativamente la seguridad dentro del campus y la prevensión y combate frontal al acoso y violencia de género.

Reitero: la UNAM es un baluarte de nuestro país y un bien público de altísimo valor. Es el símbolo de que la movilidad social en México es posible a través de la educación de calidad y accesible a cualquier persona que se lo proponga. Es también un faro que muestra camino, que indaga en la ciencia y en las humanidades, que genera respuestas a problemas de nuestra sociedad. Es el espacio privilegiado para el debate de las ideas. No permitamos que grupos mezquinos se apoderen de ella y trunquen los sueños de miles de jóvenes de esta y la siguiente generación.

 

 

Por: Enrique Cárdenas Sánchez

Universidad Iberoamericana de Puebla

enrique.cardenas@iberopuebla.mx

@ecardenassan

 

 

 

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