No hay magia en la moneda. Esta no es ni puede ser otra cosa que una representación de la Nación
Manuel Gómez Morin
La pregunta señera subsiste y cercena la capacidad de gobernantes y gobernados. ¿Qué hacer, qué conservar y qué cambiar? ¿Qué mejorar y darle continuidad? ¿Qué desechar y evitar que siga siendo un estorbo?
La crisis mundial que sufrimos nos puede empujar al vacío. Se dice que hay que reinventar todo, las crisis también son caldo de cultivo para brujos y charlatanes. Vienen tiempos de enormes turbulencias, reclamos sociales y debilitamiento de nuestro endeble Estado de derecho. Todos los días surgen nuevas amenazas.
Formulo una propuesta. Mucho ha avanzado la humanidad para saber qué debe y qué no debe hacer el Estado en la persecución de su fin: permitir el desarrollo potencial de la persona. La historia da cuenta detallada de experimentos frustrados y exitosos. Algo hemos aprendido.
Perteneciente a la generación autodenominada de 1915 (también llamada “Generación azul” por el historiador Luis González y González), Manuel Gómez Morin hace un siglo propuso y realizó reformas que vale la pena revisar.
Por su experiencia como subsecretario de Hacienda y representante de México en la renegociación de la deuda con Estados Unidos, percibió la necesidad de crear un banco central autónomo encargado de la política monetaria. Lo logró en 1925. Fue además autor de su ley y primer presidente de su consejo. Renunció en 1927 por estar en desacuerdo con las intromisiones de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles en las decisiones sobre beneficiarios de créditos que no procedía otorgar al banco central. Fue un referente hasta la época de Antonio Ortiz Mena, quien no regateaba en reconocer sus méritos y de señalarlo con gran admiración por sus consejos y orientaciones. Hoy la institución acredita una vez más el gran acierto de Gómez Morin y su gobernador actual, Alejandro Díaz de León Carrillo, con gran pundonor, se reafirma como digno heredero de tan honroso legado.
También en 1925 organiza la primera Convención Nacional Fiscal para deslindar ámbitos de competencia de los tres órdenes de gobierno como corresponde al federalismo prescrito en nuestra Constitución.
La evolución del Estado mexicano impulsó la centralización, despojando a estados y municipios de la potestad tributaria. Cuando en 1982 se intentó dotar a los ayuntamientos de facultades para obtener sus propios ingresos, la capacidad de sus funcionarios estaba tan atrofiada que resultó un rotundo fracaso, es el caso del impuesto predial. México es uno de los países que menos recauda en ese rubro. La conclusión en este tema es evidente. Hay que convocar a otra convención que rescate el espíritu federalista.
Desde la creación del PAN, concretamente cuando arribaron sus primeros diputados en 1946, Gómez Morin propuso la creación de órganos autónomos que organizaran y juzgaran las elecciones ante los probados fraudes electorales del gobierno y su partido. Lentamente se hicieron leyes que nos han permitido transitar a la democracia.
Ante una presidencia cada vez más perdida en nimiedades y mezquindades, las ideas de ese gran mexicano son vigentes. Baste por hoy, destacar al Banco de México, la Convención Nacional Fiscal, el IFE/INE, el TRIFE, como instituciones que son rescoldos en defensa de la República.
Soy optimista. Soy un liberal que sostiene que hay que conservar el orden y hacer el cambio mediante la ley. Soy un conservador que considera la libertad como algo sustantivo, a la igualdad como algo adjetivo y a la fraternidad como una atadura que se requiere para la convivencia armónica. Se debe reafirmar lo que ha funcionado: el Estado de derecho, la democracia, la economía de mercado, la defensa de los derechos humanos, política social eficaz, una política migratoria humanista, una concertación globalizada para enfrentar el cambio climático y un largo etcétera.
Por: Juan José Rodríguez Prats