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Me congratulo de descubrir que “LA PATRIA DEL CRIOLLO” de Severo Martínez Peláez ha sido considerada en los días que corren como una de las obras fundamentales de la historiografía guatemalteca, seguramente, habrá de llegar a ser considerada una obra fundamental para el estudio de la historia de América en su etapa colonial, acaso a la altura del célebre volumen del hispanista británico Hugh Thomas “EL IMPERIO ESPAÑOL DE CARLOS V”.

“LA RECORDACIÓN FLORIDA” de Francisco Antonio Fuentes y Guzmán, encomendero, regidor de la ciudad de Guatemala y descendiente directo nada más y nada menos que de Bernal Díaz del Castillo; se erige en la crónica por excelencia de aquel país en el siglo XVII, equiparable acaso tan sólo por la enrome aportación del Dominico Fray Francisco Ximénez, cuya gran aportación quedo en duda si consistió en “descubrir” el texto del Popol Vuh, o bien en ordenar la recopilación por escrito de los relatos orales que lo conforman.

Desentrañando la realidad profunda y viva de Guatemala mediante el análisis concreto de una realidad concreta.

La aportación realizada por Severo Martínez, estriba en realizar un estudio de la historia, en concordancia con el estudio del Derecho, la economía, la sociología, la política, la antropología y las relaciones internacionales, no de manera mecánica, sino realizando la síntesis dialéctica de ellas por medio de la crítica radical de dichas disciplinas.

En tal talante, “LA PATRIA DEL CRIOLLO” supera por mucho en amplitud de miras a la citada obra de High Thomas, dado que se erige en un instrumento de acción revolucionaria.

En alguno de sus múltiples exilios, perseguido por el régimen de Fernando Romeo Lucas García, se domicilio en la Ciudad de Puebla y me viene a la memoria su presencia siempre discreta y ajena por completo a manifestaciones estrambóticas, cuando en su condición de padre de familia interesado en la vida escolar, visitaba el colegio jesuita de la ciudad, en la que coincidíamos con su hija menor Irisel.

Remembranza meramente personal que, no obstante, me permite en lo personal un lectura particular de “LA PATRIA DEL CRIOLLO”, resaltándose al respecto el pasaje en el que describe el arribo a Guatemala de la primera imprenta procedente de Puebla y en la que se imprimiría la obra teológica en latín del obispo, que permitiría el solaz en tan culto idioma de la elite criolla ilustrada, pero que, sin embargo, terminaría ser ajena del todo para la masa indígena sujeta a encomiendas , y repartimiento de tributo, o de mercancía o hilados a cargo de los corregidores mayores de la Capitanía General.

Irisel era una joven muy bonita, dotada de una larga cabellera negra, y de una silueta elegante y estilizada, su atuendo de caracterizaba por blusas de confección indígena tradicional que le daban un aire sofisticado, en alguna ocasión, como coeditor de la revista escolar pedí su intervención para realizar una entrevista con su padre.

La entrevista en cuestión no llegó a realizarse, y al paso del tiempo me pregusto ¿Qué habría podido preguntar aquel mozalbete que era yo a un hombre que había publicado ya una obra de la dimensión de “LA PATRIA DEL CRIOLLO”?

Décadas atrás de aquella solicitud de entrevista jamás concretada, Severo Martínez Peláez habría vivido su primer exilio, tras el golpe de estado encabezado por el Coronel Castillo Armas y orquestado por la CIA, que culminaría con el derrocamiento de Jacobo Arbenz “el soldado del pueblo”.

Episodio clave en la historia del Continente sino es que acaso de la segunda mitad del siglo XX, como lo es también la profunda reflexión de análisis que, en relación a la “RECORDACIÓN FLORIDA” de Fuentes y Guzmán llevara a cabo don Severo Martínez Peláez en su formidable obra “LA PATRIA DEL CRIOLLO”

 

Por: Atilio Alberto Peralta Merino

albertoperalta1963@gmail.com

 

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