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Si quieres cambiar tú o cambiar algo en tu vida, te propongo una serie de pasos que te pueden ayudar a lograrlo. Identifica qué meta quieres alcanzar y persevera en conseguir tus logros, dándote valor y sin compararte con los demás. Así llegarás a ser la mejor versión de ti mismo.

El viaje del cambio de la vida. Tiene que ver con abandonar las perspectivas negativas que nos hemos creído y ser capaces de ver nuestra existencia de otra forma. Esta es la única manera en la que podemos vivir con verdadero significado, siendo conscientes de nuestro potencial y capacidades. Es recomendable, cuando deseemos cambiar aspectos o conductas de nuestras vidas, que asumamos que es un trabajo que requiere tesón y tiempo y que, aunque un pequeño olvido en el proceso no tiene la mayor relevancia, la construcción de un cambio es un camino que requiere concentración por nuestra parte.

La comprensión del cambio resulta un aspecto esencial para entender lo que está ocurriendo con nosotros y nuestro estilo de vida.

Para ello, debemos dejar de lado muchas de nuestras ideas previas, creencias, estructuras de pensamientos, y salir de la caja.

La mayoría de pensamientos se suelen desarrollar en una especie de jaula invisible. Es preciso ser capaces de “pensar fuera de la caja”, es decir, dejar atrás este espacio del interior de la caja, que responde a un cierto esquema mental que no nos permite ver las cosas desde puntos de vista diferentes.

La idea de “pensar fuera de la caja” surgió en los años setenta en el ámbito de la creatividad publicitaria, y ha sido desde entonces una forma muy útil de referirse en psicología a ver las cosas desde un punto de vista distinto, novedoso o inesperado. Se trata de plantearnos ideas imposibles o impensables y averiguar por qué lo son. Este proceso nos entrena para desarmar esquemas preestablecidos. Responde a la pregunta de “por qué no”. Para nosotros, la caja está compuesta por nuestra historia vital y puede parecer inmodificable. Es un espacio mental en el que nos quedamos atrapados sin ser realmente conscientes de ello.

Nos decimos: “yo soy así”, “no puedo cambiar” o “es lo que me ha tocado vivir”. Se ve como preestablecido.

Nos han enseñado durante años para que pensemos que lo correcto está en ese espacio preestablecido. Que es ahí donde debe desarrollarse nuestra existencia, que no es posible el cambio. Desde dentro, la caja parece el lugar donde debemos estar. Es esencial que nos entendamos, sin juzgarnos, para empezar a ver las cosas de forma diferente. Para ir adquiriendo autocontrol, debemos conocer cuáles son nuestras creencias, nuestras expectativas y nuestras condicionantes, las reales y las imaginarias.

El concepto sobre nosotros mismos es el pilar básico en el que sustentamos el camino hacia el cambio que deseamos.

Es algo individual que puede apoyarse en otras personas, eventualmente, pero que nos debe poner al mando de nuestra propia vida con los menos intermediarios posibles. La clave del proceso de cambio está en que sea un trabajo propio e íntimo en muchas ocasiones en contra de lo que otras personas opinan. Exige determinación, perseverancia y compromiso entre otras herramientas emocionales.

Una vez estemos en este proceso, empezaremos a reconocernos. ¿Somos personas con la mente abierta al cambio? Depende de nosotros hasta qué punto queramos ser protagonistas o espectadores de él. Cuando comencemos este camino, nos daremos cuenta de lo que realmente es artificial… ¡la caja! El cambio forma parte indivisible de la naturaleza humana: desde los evidentes “y muchas veces combatidos cambios que sobrevienen con la edad, hasta aquellos que vienen determinados por las circunstancias externas, las que no podemos controlar”.

Pero, ¿estamos preparados? Si el cambio es algo natural, ¿por qué nos resistimos a él?

La respuesta es sencilla: no nos educan para ello. Pensamos que todo va a permanecer, que nada se va a modificar y, en lugar de colocarnos en la cresta de la ola para navegarla, nos ponemos frente a ella para intentar detenerla.

Así es como nos damos cuenta de que es imposible y de que, además, duele. Para conseguir el cambio debemos adoptar una actitud orientada a la acción, en lugar de dejar que las circunstancias nos manejen. A continuación, comparto varias opciones:

El primer paso de este camino de cambio es la consciencia. Observar nuestros pensamientos distorsionados o automatizados es imprescindible para poder comenzar esta modificación de mentalidad.

Es un proceso de aprendizaje inverso y, en cierta forma, de desaprendizaje. Se trata de conocer, paso a paso, cómo ocurrió; saber cuál es el principio de este; de poder reconocer, cuál es el estímulo original que parece disparar nuestra respuesta automática y repetitiva, la que provoca que parte de lo que pensamos parezca inevitable.

  • Una segunda etapa sería reconocer nuestra capacidad y potencial.  Lo peor que nos puede ocurrir es sentir que no somos capaces de manejar nuestra vida; que no podemos elegir. Esto a veces puede ser cierto en determinados contextos y situaciones. Esa es otra parte del trabajo que nos toca hacer, reconocer también esas situaciones para aceptarlas, incorporarlas y seguir adelante. Al ser conscientes de cuándo y cómo podemos cambiar, vamos desarrollando la habilidad de hacerlo en cualquier situación.

Cambiaremos mas aquellos que depende exclusivamente de nosotros consiguiendo confianza.

Ayudaremos a cambiar a nuestras personas más cercanas e iremos consiguiendo modificar pequeños aspectos de lo que, aparentemente, parecía inmodificable.

UNA PERSONA QUE ACEPTA LOS CAMBIOS TRANSMITE CONFIANZA A LOS DEMÁS.

  • El tercer escalón de este ascenso consiste en olvidar. Lo que tendríamos que olvidar en este caso son los “deberías”. ¿Cuál es el problema con esta palabra? Pues simplemente que sugiere que solo hay una forma de hacer las cosas y no necesariamente la que nosotros pensamos que es. Es un concepto sujeto a convencionalismo que rara vez deja espacio a la innovación, al cambio.

“Siempre se ha hecho así” es otra frase sintomática de esta forma limitante de ver las cosas. Sustituye esta forma de pensar por otra abierta a nuevas posibilidades.

Una cuarta forma de avanzar en el cambio consiste en poner el foco en lo positivo. Esta sería una visión sesgada de que lo que no funciona, que siempre está por encima de lo que sí. Quien no es agradable no nos deja ver a quien, si lo es, lo que no hemos conseguido oscurece lo que sí. Quien no nos ama no nos permite dar a quien sí, … y así indefinidamente.

Tenemos la tendencia común de ver la vida en negativo, de centrarnos más en las carencias.

Si nos centramos de forma consciente y nos fijamos en lo positivo, en los potenciales, que frecuentemente es mucho más extenso que lo negativo, incrementaremos nuestra sensación de confianza. El efecto sobre nuestra sensación de bienestar será inmediato.

Ser capaces de cambiar nuestra forma de ver las cosas, a veces nos resulta sencillo.

Esto es solo el comienzo.

Los cambios no suelen ser tranquilos. Esto es solo el comienzo. Quizás puedan ser graduales y hacerse poco a poco.

Pero cuando queremos cambiar, vamos a tener que ir a por todas. Si no, solo estaremos modificando, arreglando, maquillando o retrasando situaciones que nos superan.

No pasa nada, pero no es el cambio que estamos buscando.

El cambio implica una decisión determinante, y así; resulta difícil volver atrás. En el hipotético caso de que quisiéramos hacerlo, nunca volveríamos al mismo sitio. No seria posible. Por este motivo es tan importante la determinación que tomemos, además de ser conscientes de cada paso que demos.

 Cuando comenzamos en este camino de cambio, paradójicamente, descubrimos que estamos bastante más preparados de lo que pensábamos. Nos damos cuenta de que es como montar en bici. Simplemente estaba ahí pero no nos acordábamos. Olvidamos que el cambio, la capacidad de adaptación, forma parte de las características innatas de nuestra especie. Con ese olvido caemos en la letanía de quien sigue proponiendo estabilidad, tranquilidad o sensatez como un antídoto del supuesto abismo que supone cambiar todo.

Es un recurso efectivo y lo recibimos desde el exterior (y desde nuestro interior) en forma de miedo. Identificar qué es lo que se quiere conseguir, centrarse en ello, atreverse con pequeños cambios y superar los miedos resulta clave para materializar los cambios.

Poco a poco, se van incorporando en nuestra cotidianidad.

Los cambios llegan cuando conseguimos concentrarnos en los aspectos mas sencillos de la vida.

Porque, más allá de la intención de cambio, esta la voluntad, el compromiso y el deseo sincero de conseguirlo.

CONSIGUE TU MEJOR VERSIÓN

El cambio se inicia identificando qué es lo que se quiere conseguir, saber el sentido de lo que queremos lograr. Si ya lo tienes claro, estos pasos pueden ayudarte a conseguirlo:

  1.  Divídelo en etapas. Dividir nuestro propósito de cambio en etapas pequeñas ayuda a que sea más sencillo identificar las barreras que puedan existir y separarlas. El cambio no es un logro único, es el encadenamiento consistente de tareas pequeñas y ejecutables.
  2. Mantén un registro de los logros. Por nimio o evidente que sea el paso, nos dará una idea de movimiento o de acción imprescindible para la motivación necesaria hacia un cambio permanente.
  3. Aprende de los fallos. En el proceso pueden sucederse tropiezos, fallos, que, si se reconocen, permiten aprender y ayudan a no repetirlos (al menos de forma consciente) y avanzar. La perseverancia y la repetición ayudan a avanzar paso a paso.
  4.  Deja ya de compararte con los demás. Entender que todos estamos en nuestro propio viaje y que no importa dónde estén los demás es esencial para comenzar. Esto va de tu propio progreso y no del de otros. Es entender que estás mirando tu vida desde un lugar independiente del de otras personas y que, por lo tanto, eres único.
  5.  Entiende el poder de tu forma de pensar y sentir. Para el cambio que quieres realizar, ajustar el modo de pensar y sentir es enormemente poderoso. Puedes pensar y sentir que tu mal humor, por ejemplo, se debe a otras personas o circunstancias externas que no puedes controlar, pero realmente esa es una elección: la de cómo reaccionas ante las circunstancias.
  6.  Quiérete más. Aceptarse sin juzgarse es la única forma de ser la mejor versión de uno mismo. Esto significa aceptar tanto tus fortalezas como tus debilidades. Así, puedes empezar a moverte de una forma auténtica por tu vida.
  7.  El viaje nunca termina. El cambio nunca acaba porque no dejamos de crecer como personas. La gran noticia es que no llegaremos a la perfección ¡por mucho que lo intentemos! Porque la vida no va de eso. Va de ampliar conocimientos y perspectivas, continuamente. Una vez que lo aceptamos, resulta algo más fácil conseguir la felicidad que merecemos.

 LEOCADIO MARTÍN

Psicólogo Autor del libro: La felicidad qué ayuda y la qué no.

Enviado y adecuado por:

Juan de Dios Flores Arechiga.

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