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Si el juicio de María Teresa de Landa de los Ríos se hubiera realizado en los tribunales actuales y con las leyes que están vigentes en este año de 2021, por haberle quitado la vida de seis balazos a su esposo, el General Revolucionario, Moisés Vidal Corro hubiera permanecido en la cárcel por algunos años aunque en su defensa se justificara su proceder a causa del engaño del que fue objeto.

María Teresa  de Landa de los Ríos, era una joven agraciada por la naturaleza, en agosto de 1928 en la ciudad de México resultó triunfadora en el primer concurso nacional para elegir una representante de nuestro país en el certamen llamado Miss Universo, a celebrarse en Galveston, Texas, al que acudió con esa representación  como la primera “Miss México” de la historia; dicho galardón le abrió amplias posibilidades en el mundo del espectáculo que declinó para contraer nupcias con el mencionado General Vidal Corro.

Lo que María Teresa no sabía es que el mencionado militar ya estaba casado y  tenía dos hijos con otra persona que lo demando y su demanda apareció el domingo 25 de agosto de 1929 y es cuando María Teresa se entera del engaño; la noche anterior la habían pasado en el lecho conyugal y no había ningún indicio que anunciara la tragedia,  de hecho el General se levantó temprano como era su costumbre, estuvo sentado leyendo un libro y fumando un cigarrillo, ella por su lado despertó más tarde, fue a la cocina a preparar café y se encontró con el periódico del día una nota con fotografía y todo que se refería a la demanda por la bigamia del marido, tomo la Smith & Wesson y se dirigió a la sala, una vez enfrente de Moisés Vidal la apuntó en su propia sien y le dijo el secreto que acababa de descubrir, antes de que ella jalara del gatillo él le suplicó que no lo hiciera y que de alguna forma lo iban a arreglar, ella iracunda dirigió el arma al cuerpo del esposo y le vació el depósito de balas en el cuerpo.

No voy a entrar en más detalles acerca de las pesquisas y de los indicios que se descubrieron en el lugar de los hechos, María Teresa, dos veces celebre, confesó su culpa y se entregó para ser juzgada por las autoridades competentes.

José María “Chema” Lozano, abogado excepcional y en el final de su carrera litigiosa tomo el caso y se apresuró a solicitar audiencia ante el juez y los jurados en el último juicio de la historia de México con un jurado popular, un jurado como el de las películas, con un número impar  de civiles para evitar empates en las deliberaciones y el dictamen, que escuchó con atención la exquisita oratoria y dramática exposición del jurisconsulto y decidió declarar a María Teresa como “no culpable”, yo también la habría exonerado aunque fuera culpable por homicidio, la elocuencia fue tan efectiva como las balas de la pistola asesina, así, de esta forma, “la viuda negra” siguió su vida, estudió letras y alcanzó grados de excelencia, fue maestra universitaria y falleció sesenta y tres años más tarde, en 1992 después de una buena vida.

Este asunto que fascino la curiosidad de la sociedad mexicana de los años veinte del pasado siglo XX  que a mí también me atrapó, me lleva a reflexionar acerca de las diferencias que quieren decirnos que hay entre la ley y la justicia, desde mi limitado punto de vista no existen, el resultado del juicio de la “viuda negra” no está apegado al derecho ni a la elemental justicia de los hombres, más bien es el resultado de un humano sentimiento de compasión y también de la buena imagen que la defensa le fabricó a la acusada y que bueno (creo yo) que así fue, ¿usted está de acuerdo?

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

27 de septiembre de 2021

alfonsodiazordaz@gmail.com

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