Comparte con tus amigos

     Aquel que un día fue herido debe preguntarse a sí mismo: ¿vale la pena llenar mi corazón de odio y arrastrar ese peso conmigo?

     En ese momento, echa mano de una de las cualidades del Amor, llamada Perdón. Eso lo hace volar por encima de las ofensas pronunciadas al fragor de la discusión, que el tiempo en breve se encargará de apagar, como el viento apaga los pasos en las arenas del desierto.

    Y cuando el perdón se manifiesta, quien ofendió se siente humillado en su error y se vuelve leal.

      Seamos, por lo tanto, conscientes de los sentimientos que nos mueven y unen.

     El verdadero amigo no es aquel que nació para los grandes hechos, sino aquel que consiguió, a través de pequeñas cosas, construir un escudo de lealtad con sus amigos.

     Auténtico amigo es quien entiende que la lealtad sólo puede demostrarse cuando la libertad está presente. Y, sin miedo a la traición, acepta y respeta al otro.

     El verdadero amigo no es aquel que dice: “hoy me heriste y estoy triste”.

     El dice: “Me heriste por razones que desconozco y tal vez hasta tu mismo desconozcas, pero sé que mañana podré contar con tu ayuda, y no voy a estar triste por eso”.

Y el amigo responde: Tú eres leal porque dijiste lo que sentías. Nada es peor que quienes confunden lealtad con la aceptación de todos los errores.

La más destructiva de las armas no es la lanza o el cañón, que pueden herir el cuerpo y destruir una muralla. La más terrible de todas las armas es la palabra, que arruina una vida sin dejar vestigios de sangre, y cuyas heridas jamás cicatrizan.

     Seamos, por tanto; señores de nuestra lengua, para no ser esclavos de nuestras palabras. Aunque ellas sean usadas en contra nuestra, no entremos en un combate que jamás tendrá un vencedor. En el momento en que nos igualemos al adversario vil, estaremos luchando en las tinieblas, y el único ganador será el Dueño de las Tinieblas. 

     La lealtad es una perla entre los granos de arena, y sólo quienes realmente entienden su significado pueden verla.

     Así, el sembrador de la Discordia puede pasar mil veces por el mismo lugar, pero jamás percibirá esa pequeña joya que mantiene unidos a los que deben continuar unidos.

     La lealtad jamás puede ser impuesta por la fuerza, por el miedo, por la inseguridad o por la intimidación.

     Es una elección que sólo los espíritus fuertes tienen el coraje de reconocer y de hacer.

     Y, por ser una elección, jamás es tolerante con la traición, pero siempre es tolerante con los errores.

     Y, por ser una elección, resiste al tiempo y a los conflictos pasajeros.

     Cuando entendamos eso, podremos sentarnos al final de cada tarde con nuestro amigo, escuchar con respeto lo que tenga que decir, y decirle lo que tenga que escuchar. Y ninguno de los dos intentará imponer sus ideas al otro.

Tomado del Libro: El manuscrito encontrado en Accra.

De Paulo Coelho.

Adaptado y enviado por:

Por: Juan de Dios Flores Arechiga.

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