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No dibujó una nao sobre las paredes de su celda, un paisaje marino de olas y de velas al viento. Prefirió una palabra invocada, un sueño y un pincel de dedos para pintar escrupulosamente una puerta. Sobre ella delineó después una manija. “No se puede salir por puertas que están pintadas”, pensó, y regresó a su rincón del encierro… Por la noche, la muerte abrió esa puerta desde afuera.

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