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Desde una isla a donde lo llevó el tiempo como una ráfaga de horas, donde los ríos cantan y las noches mueren con ellos, un amigo marinero me mandó la fotografía de un monstruoso reptil que se mimetizaba en piedra. Busqué a la bestia en los atlas del misterio y en todos los libros de viajeros y de viajes, pero no encontré alguno que se le pareciera. Poco después de que mi amigo muriera, me llegó un baúl con sus efectos personales. En él hallé un diario donde hacía una taxonomía del monstruo que al final lo mató y lo devoró… su nombre es Tristeza.

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