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El origen del lenguaje humano según algunos, nos llega de las cavernas desde hace cincuenta mil años en la era del “homo sapiens” otros dicen que tal vez el primer lenguaje nos viene del África desde hace como cien mil años, a  mí por supuesto me da lo mismo, en nada  cambia la forma de expresarme, ni tampoco mi manera de contar historias y conceptos, me gusta que me cuenten historias, siempre me ha gustado, desde mi primera infancia, no me gustan las mentiras como tales aunque me agrade la forma en que me las cuentan.

Yo sé cuando me están mintiendo y me apasiona competir en la noble lid de los engaños, por eso me gusta contar historias, imaginarme cosas y lugares, describirlos con detalle y aderezarlos con anécdotas amables, eso nos llega a nosotros de cuando el hombre comenzó a contarlas, “yo casar mamut con una piedra” diría un enigmático personaje de nuestro pasado milenario, la lengua escrita y la historia que conservamos es más reciente, Irene Vallejo, filóloga   y escritora nos explica en su galardonada obra “El Infinito en un Junco” la historia de las letras y de los libros a través de los siglos que como todo en nuestro tiempo corre el peligro de extinguirse y lo lamento, cada día que pasa a los que nos gusta la lectura se nos avisa que las nuevas tecnologías van a modernizarse y más allá, estamos asistiendo al funeral de la industria editorial en papel, ni periódicos ni revistas podrán sobrevivir, no tiene remedio, ese es el signo de nuestros tiempos.

No hay casi nada que se salve de lo que en materia de extinción nos ha tocado, ya no existen panteones como los de antes, las historias que nos cuentan en las lapidas y los mausoleos ya no existirán, no podremos aprovechar una visita a los panteones para tomar una clase de historia, ahora los muertos están siendo incinerados y sus cenizas regadas, vaya usted a saber en dónde.

La televisión, aquel invento prodigioso de la primera mitad del siglo XX, está compitiendo en desventaja con el embate tecnológico, los medios y las plataformas se modernizan cada día, las bibliotecas de hoy correrán la misma suerte que la “Biblioteca de Alejandría” es una pérdida lamentable, los libros digitales se multiplican. El placer de ojear las portadas y los contenidos en las librerías se está acabando, el milagroso invento de Johannes Gutemberg vivirá en un futuro muy cercano en los museos, el mundo está cambiando para bien y para mal. Los relatos y las historias forman parte de nuestra vida, dice Irene Vallejo que: “Nadie puede decir cuándo o dónde se contó el primer cuento. Seguramente fue en las cavernas, mientras contemplábamos la luz danzante de una hoguera. Las tribus primero, luego los poblados, después las ciudades y los imperios crearon su propia genealogía de historias” yo disfruto mis soledades leyéndolas, con ellas viajo, imagino y degusto sabores y paisajes, asumo y siento lo que experimentan los personajes, es una maravilla, no  hay forma de



La Zaragozana Irene Vallejo, autora de “El Infinito en un Junco”

Irene también explica que: “A través de los relatos podemos saber cómo sintieron y soñaron personas muertas antes de nuestro nacimiento, incluso escucharlas vivas dentro de nosotros, un conjuro imposible para ninguna otra especie. Desde la Ilíada, allí donde nace la literatura europea, reconstruimos mentalmente épocas pretéritas, escuchando las voces de otros milenios” y creo que eso lo vamos a perder si no hacemos un esfuerzo para rescatarlo.

En unos días el que esto escribe cumple 73 años vida, durante muchos de los cuales he escuchado y leído historias, confieso que ahora me gustan más las de mentiras que las verdaderas, estas últimas me duelen y me perturban, me preocupan mucho por lo que anuncian para el futuro, deberíamos reflexionar mucho para corregirlo…

¡Está difícil!

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

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