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No soy economista ni soy financiero para calcularlo, sin embargo me quiero referir a un dato que leí en algún lugar hace tiempo, las treinta monedas o denarios que cobró Judas por entregar a Jesús de Nazaret, de acuerdo con los datos bíblicos, serían hoy día, aproximadamente tres mil dólares americanos, al tipo de cambio de hoy, el traicionero sujeto obtendría una utilidad de sesenta y siete mil quinientos pesos… ni para una casa de interés social le alcanzaría.

Ser traidor no es asunto bíblico, en todas las épocas, desde que hay seres humanos poblando el planeta, han existido traiciones de todas clases, es un negocio más o menos lucrativo que nada tiene que ver con el tamaño de la traición, el tamaño de la utilidad está en el precio que se pueda negociar para vender lealtades.

En estos días en que nos azota la pandemia, hay tiempo para reflexionar en cualquier tema, lo traigo a colación en atención a la negociación que llevó a Emilio Lozoya a aceptar ser extraditado, ¿Qué ofreció a cambio? En torno a esto puede haber muchas especulaciones, el tiempo nos dirá sin duda a quien entregó y probablemente a cambio de qué, se supone que en el asunto puede estar incluida la liberación de algunos de sus familiares y la entrega de datos acerca de los implicados en el asunto del que se le acusa.

La historia de México registra algunos hechos bochornosos, la traición de Victoriano Huerta “El Chacal” para sentarse en la Presidencia sin ningún proceso democrático, la sospecha de que una oreja indiscreta vendió a los conspiradores de 1810, encabezados por Miguel Hidalgo y los que lo acompañaron en la aventura original que culminó con la independencia de México.

Hay un proverbio chino que dice “es más fácil esquivar la lanza que el puñal oculto”, es una forma de decir que el traidor es un personaje que desde las sombras perpetra su delito, que su hipócrita conducta vende su conciencia a cambio de un beneficio, Antonio López de Santa Anna traicionó a la patria y paso a la historia como un traidor y no como el caudillo que pretendió ser.

También se debe considerar traición, probablemente alta traición, que personajes pretendan que haya un retroceso en nuestras conquistas democráticas, que pretenden apoderarse del Instituto Nacional Electoral y sus destinos, para consumar ambiciones perversas que ya creíamos  superadas, en la escala moral que la Ley y la costumbre dictan, esto es uno de los más cobardes actos de corrupción.

Desconozco si el actual Consejo del Instituto Nacional Electoral es un fraude, por lo que veo, no hay nada que haga sospechar que lo es, de hecho  quienes así lo afirman, son los mismos que se vieron beneficiados con el voto popular en pasadas elecciones, que les fue reconocido por estos mismos consejeros que actualmente cuestionan.

Me parece que es de miserables y perversos a estas alturas de las historia, tratar de confundirnos para imponernos consejeros que en ningún momento han ocultado sus preferencias, al Congreso, a la Suprema Corte, al Gobierno de la República y a todos los gobernantes y políticos les sería muy reconocido que sacaran de una vez y para siempre, sus manos de cualquier proceso o  procedimiento democrático.

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

Correo: alfonsodiazordaz@gmail.com

13 de julio de 2020

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