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La ficción en el cine sobre los atracos de banco está mutando en la realidad. Mucho ha llovido de aquella “Pandilla de los once” (1963) intentando atracar el Banco de España. Que sospecho que ahora es el citado banco el que encabeza la banda de los “once” bancos que nos quitan el sueño, además de nuestro dinero.

De un tiempo a esta parte, las entidades financieras te asaltan sin estar emboscados en caminos polvorosos. Eso sí, con todos los parabienes de los gobiernos de turno, incluidos los de la UE.

En un principio, te recibía el director a la mínima alzada de voz. Ahora no. Ahora entras en una sucursal y es como si entraras a una iglesia, miras a tu alrededor para ver dónde está la pileta del agua bendita y buscas el centro del local para “postrarte” ante el sumo hacedor de tu propio dinero. Todo ello, antes de que te interroguen si ya tienes cita. Sí, cita, como en el centro sanitario. Porque si vas a sacar dinero, que eso es muy serio, te ponen de cara a una máquina, que parece una cabina moderna de teléfono, o un confesionario, y allá tú y tus circunstancias. Porque eso de las pantallas táctiles debe ser un invento del diablo. Has la prueba de pedirlo en billetes de 10, 20 y 50. Y, por favor, no llores, si no lo haces a la primera.

El tiempo ha ido cambiando la fisonomía de los bancos, desde los mostradores, pasando por las ventanillas y terminando ante una máquina, a la que debes total sumisión. Si no, puerta y calle y a pedir cita.

Hubo una vez, allá por los años 70 u 80, que ya apenas recuerdo, que los empleados, obreros y mindundis, recibíamos la paga mensual en efectivo, en un sobre a tu nombre, y era un placer palpar el dinero contante y sonante. Y lo contabas como si te fuera la vida en ello. Y con billetes nuevos, no como ahora que llevan rastro de farlopa. Y aprovechabas para tomar la birra con los compañeros que habían hecho cola ante el sagrado pagador de la empresa que solía mirarte como si el dinero fuera suyo, era la antesala del empleado del banco que veías en ventanilla. A veces me acuerdo de esta imagen, y una lágrima pugna por saltar.

Y después llegaron los regalos: una radio, un reloj, una cubertería, una esterilla eléctrica, etc., … hasta una bicicleta, por dejar tu dinero apalancado y atrancado a buen recaudo. Pero sin perderlo de vista en la cartilla. Empezaron a salir cosas extrañas que te las metían por los ojos y te las sacaban del bolsillo. Que si unas acciones buenas y frescas que van a salir en unos días, que si unos bonos del estado, que si tararí que te vi; y llegaron los bonos basura y las preferentes, malditas preferentes, que entraron a saco en el ahorrillo del jubilado y lo dejó más “tieso” que la mojama. ¡Ojo! que lo de las rentas vitalicias actuales, es como el timo de la estampita y, además, te come la moral, y lo que no lo es.

A todo esto, el Estado, o sea el gobierno de turno, sacando leyes y decretos para acompañar los viajes que le daban a tu dinero. Y empezaron a poner coto a tus retiradas de “fondos”. De fondos nada, de superficie, que si más de 15.000 había que decir para que era, que si en efectivo no se podía, que si después bajaron a 3.000, y ya vamos por 2.500, y así, poco a poco, han ido poniendo palos a las ruedas de tus beneficios, hasta que el talón barrado forma parte de nuestro mobiliario. ¡Ah! y si lo usas ante notario, debe llevar una certificación adjunta.

Bajaron los intereses, y aparecieron las comisiones. De esto no voy a decir nada porque el que más y el que menos tiene una raya marcada en la culata de la cartilla, y contaría las aventuras de sus comisiones preferidas. El chollo está en las transferencias…

Mientras tanto, los bancos bailaban alrededor de las hipotecas buscando sus lados más apetecibles y más opacos para la clientela. Rebuscando como venderte la “moto” sin que te enteraras. Otro del gremio trilero. Y el tesoro estaba escondido en la letra pequeña. Un mundo lleno de cláusulas donde te perdías por los vericuetos del vocabulario, y al final terminabas firmando, sí o sí, por agotamiento físico y psíquico, toda una obra de arte. Algo parecido a aquella escena de “Una noche en la Ópera” donde Groucho Marx de forma surrealista decía:

  • Haga el favor de poner atención en la primera cláusula porque es muy importante. Dice que… la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”.

Después, la bolita del trilero se movía alegremente, en torno al interés que te iba a clavar en la escritura, pero dejando una puerta secreta que ignorabas. Los redondeos en las subidas y bajadas de interés; siempre te colocaban un redondeo al “cuartillo” superior, (un redondeo del 0,25 %), a pesar de las sentencias en contra. Pero el banco era el banco y el de España su defensor, y tu un sufrido cliente con cuatro “euros” en los ahorros. He dicho su defensor, no nuestro defensor. Lo sé por haberlo expiado en mis propias “carnes”: dos años de reclamaciones y se acabó cuando cancelé la hipoteca.

Lo de las cláusulas “suelo”, es otro de los inventos de los genios financieros. Donde la transparencia luce por su escasez. Fue durante el boom inmobiliario, 1997-2007. Y la legislación española arropando al trilero y dejando la interpretación legal en manos de la propia zorra que cuidaba las gallinas. Años de reclamaciones por el efecto retroactivo en la devolución de todo lo “robado” (de manera fina, se le llama “cobrado ilegalmente” para no ser devuelto) por este sistema. Sólo amparaba desde la salida de la sentencia del TS, en 2013 y se alargó hasta otra sentencia de enero de 2015, que amplió otra sentencia en diciembre de 2016.

¿A qué suena este rodar de sentencias, siempre amparando a la banca? Y el TS haciendo de muro de contención, para que no se alterara el orden establecido (para la banca).

Y la traca final, es un decir lo de final, llega con lo del pago de los gastos de la hipoteca. Mucho hablar de que hay que acatar la legislación, pero cuando se trata de directivas del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE), estas pasan al fondo del cajón y a esperar más sentencias del TS, que es más de andar por casa.

Esto último es de ciencia ficción. El TS, dice que ES EL BANCO, y NO EL CLIENTE, el que tiene que pagar los impuestos derivados de la firma de una hipoteca. Porque en doctrina jurisdiccional (que palabra más indeterminada) se habían equivocado (los mismos que quieren corregir el error) y ahora lo corrigen. ¡Bien hecho! La patronal bancaria dice que cumplirán con el nuevo criterio, pero que necesitan “más seguridad jurídica”. Y la inseguridad para el “menda” que suscribe. Ya se sabe que los más perjudicados son Bankia (¿Otra vez?), Bankinter y Sabadell.

No obstante, el presidente del mismo Tribunal que emite la sentencia, no el juez que la dictaminó, no ha tardado ni 24 horas en frenar su aplicación, con una maniobra de encaje de bolillos, porque las acciones de los bancos han tenido movida en el tablero de los trileros y la repercusión económica y social (más bien económica), se les ha ido de las manos. Y aunque un tribunal no puede paralizar sus propias sentencias, en el caso de la España “plenamente democrática” y de poderes independientes, aunque no hay precedentes, sí puede darse el caso, porque el Tribunal, “mediante nota informativa”, dice que tiene que volver a estudiar, si es el cliente o el banco quien debe pagar los gastos. ¡Ole! ¡Ole!  Y ¡Ole! Y una tortilla de patatas para el aperitivo que la cosa va de tiempo. Groucho, eres un “monstruo” tío.  

El mismo tribunal se flagela y meditará la penitencia que tendrá que hacer por su sentencia, pero mientras tanto, esta estará en la caja de Pandora hasta… bueno hasta que S. Pedro baje y diga lo que hay que hacer con los cuartos pagados por los clientes y que debería haber sido el banco el pagano. Porque devolver 2.000M€ pondría en aprieto a los bancos. ¿Y la Agencia Española Tributaria, que dice a todo esto?

Hasta el 5 de noviembre, el TS mantiene el alma en vilo de los espectadores, para decir cómo terminará el capítulo. Si hay retroactividad, o le ponen un punto y aparte para decir que, a partir de mañana, como si fuera hacer una dieta.

Y según las malas lenguas, este presidente del Tribunal, Diez-Picazo, fue profesor del Colegio Universitario de Estudios Financieros, propiedad de la AEB (Asociación de la Banca Española) y actora interesada en el juicio, pero eso no tiene importancia. Vamos a ser tiquismiquis con eso de las incompatibilidades, después de ver los de lo másteres, puertas giratorias, y otras menudencias. Y que como siga así la cosa, vamos a tener que ver los billetes por la tele, y a tirar de tarjeta (card). Y el “emérito” moviendo “papeles” de Suiza para acá, para allá, Y para Panamá.

Como dice Antón Losada:” La Justicia ha sido servida. Cúmplase”.

Por: Paco González.

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