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Dicen que lo que cuenta no es lo que logras, sino lo que superas, pues yo sólo he logrado supervivir.

El uso de filtros para verse más joven está siendo cada vez más recurrente. Hoy día se atascan en la cara hasta lo que no con tal de detener el tiempo; pagan por cirugías donde incluso hacen parecerse más joviales, y todo para lucir más “chicks”

Muchos anhelan la eternidad.

Nací en 1888, mi padrastro me enlistó en las fuerzas armadas del General Villa en 1910 con tal de deshacerse de mi y quedarse con las propiedades que papá le dejó a mamá.

Tenía unos 20 años, creo.

Comencé a lavar caballos, fui carpintero, reparé calzado, albañil; fui sobajado por ser el bastardo de un hacendado que se poseyó de tierras y una mujer. Mi madre jamás movió un dedo por defenderme, siempre se quedó callada cuando era golpeado.

A papá le dieron un disparo en la cabeza luego de negarse a vender sus tierras.

Recuerdo que esa tarde estaba jugando conmigo y mis hermanos cuando llegaron varios sujetos montados a caballo.

Nos pidió que aguardáramos en casa con mamá.

Me oculté detrás de un tronco.

Hubo discusiones hasta que uno de ellos desenfundó su arma y le disparó justo en la frente.

Corrí impávido tras su cuerpo inerte sobre la tierra.

No se movía a mis gritos, tenía los ojos abiertos.

Los demás se carcajeaban.

Un hombre de bigote grueso y piel morena se quedaba fijamente observando mi casa y mi afligida mamá levantándome del cuerpo ensangrentado de papá. Jamás imaginé que el hombre que me dejara huérfano de padre se convirtiera en mi padrastro.

Para entonces tenía 15 años.

Siempre fui un rebelde, creo que por eso se deshizo de mi.

Ya dentro de las filas revolucionarias sólo era un estorbo, necesitaban soldados, no principiantes que ni sabían usar un arma, aunque hubo una persona de nombre Vicente que me enseñó a disparar.

Desde luego, tras contarle mi historia.

Sólo sabía que Díaz era una miseria, aunque para mi no existía la palabra libertad o justicia, eso lo aprendí de chico… no creía en Dios, si existiera no hubiera permitido que mataran a papá, y mamá hubiera impedido que me fuera de su lado.

Pero dicen que el hubiera no existe…

El tiempo pasó, y un día me hicieron la propuesta de ir con el enemigo haciéndome pasar por “soplón” para descubrir sus planes, total que revelé el punto débil que teníamos y fue una de las primeras caídas que tuvimos. Fue como deserté.

Estaba harto de pelear del lado equivocado, por lo que me uní a las fuerzas de Madero.

Sin embargo, fui tachado de traidor y le pusieron precio a mi cabeza.

Recuerdo que una noche quise ver a mi mamá y hermanos por última vez –habían pasado como cinco años–, descubrí que era golpeada por mi padrastro (quien debería estar en el cuartel y no en casa), por lo que golpee la puerta y entré.

  • Esta vez no soy un niño, enfréntate con un hombre.
  • Vaya vaya mira dónde vienes a esconderte, en las naguas de mami…
  • Baja esa pistola niño y veremos qué tanto has crecido.

El tipo y yo salimos junto al tronco donde mató a papá y nos retamos a golpes, creí que lo sometería, pero después de casi derrotarlo sacó una pistola de mano de entre sus botas y me dio un tiro en el pecho, luego una vez que estaba en el suelo agarró un cuchillo y me rebanó el cuello.

Apenas podía detener los borbotones de sangre que me brotaban.

Mamá me pidió perdón.

Mis hermanos comenzaron a llorar hincados junto a mi suplicando: no te vayas hasta que mi vista se fue nublando no sin antes ver cómo arrastraba del cabello a mamá y la metía a casa.

Todo se fue poniendo negro, hasta que perdí el conocimiento y después desperté.

Comencé a toser.

Sentí que me ahogaba.

Tenía algo caliente atorado en el tórax.

No podía soportarlo.

Hasta que por fin me reincorporé y lo arrojé: era una bala.

No podía creerlo, y menos estar vivo.

Nervioso fui a ocultarme tropezándome en el monte.

Toqué mi pecho, mi garganta, sólo tenía sangre, sin ninguna herida, era ilógico.

Así pasaron varios meses.

De lejos no despegaba la vista de hermanos y mamá (habían crecido).

Pero creo que estoy hablando de más, iré a los hechos: como mi cabeza seguía teniendo un precio, un supuesto cazarrecompenzas dio conmigo. Y antepongo supuesto porque es todo lo contrario a ello, eso sí, un ambicioso de dinero y un peligro.

Él no usaba armas de fuego, era un remedo de jefe apache mezclado con Clint Eastwood, pero chilango, parecía chacuaco. El primer ataque que recibí fue en la espalda (a traición), el segundo una flecha en el corazón y el tercero un hachazo.

Ninguno me mató aunque me dolió endiabladamente. 

Se hacía llamar “Anjali” fue como de la rivalidad surgió una complicidad para recuperar a mi familia.

Anjali entretendría a mi padrastro para entonces hacer justicia. ¿Justicia?, se escucha bien esa palabra…

Tras ser sorprendido, lo até a dos caballos que lo arrastraron por la hacienda a toda velocidad, le quité la camisa y le di los fuetazos que le dio a mamá, le saqué las lágrimas que también provocó en mis hermanos y finalmente le di el tiro de gracia.

En 1928 mamá expiró su último aliento.

Fue cuando Anjali me dijo sobre las heridas a muerte que me provocó y no fallecí. Tenía un don, pero ese don no siempre va a ser bien visto, que me cuidara.

En 1959 falleció el menor de mis hermanos a la edad de 70 años, nació en el 89.

No entendía por qué seguía vivo.

Es tan frustrante perder a los seres que amas y no poder hacer nada por ellos mientras tú sigues sin el pelo cano, igual que como te conocieron. Y lo peor que te vean como rival, que te consideren como un fenómeno, que doy envidia por no morir.

A Anjali lo despedí en un funeral incinerando su cadáver con leña, fue alcanzado por una lluvia de balas cuando nos perseguían. Como siempre logré revivir a pesar de los balazos recibidos.

Hoy día vivo solo en un mundo donde el amor es secundario, donde la frivolidad es lo más importante y en estas ocasiones me pregunto dónde está Dios, por qué se lleva personas tan generosas y deja vivos a quienes no lo merecen.

Creo que sólo Él tiene la respuesta, la otra la tienes tú.

Por: Arnoldo Màrquez

Twitter: @70.marquez

Correo: 70.marquez@gmail.com

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