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Por muchas razones soy partidario de la causa de las mujeres, la primera de ellas es que yo vengo de una y la otra es que a lo largo de mi no tan corta vida, muchas de las grandes lecciones que he recibido vienen de las mujeres, de ellas he aprendido que el tesonero esfuerzo,  la perseverancia y la generosidad son virtudes que distinguen a los hombres de bien.

Me parece increíble, yo creo que a usted que me está leyendo también debe parecerle, hubieron de pasar 1776 años después de Cristo para que un involuntario error legislativo, le concediera por primera vez a las mujeres el derecho al voto, el legislador por alguna razón equivocó los términos y en lugar de decir que en las elecciones deberían votar los hombres decía que en las elecciones deberían votar las personas,  término que por supuesto era incluyente con las mujeres, literalidad que les dio el derecho de ejercer el sufragio hasta que otra legislatura lo derogó hasta 1807.

En 1848  el movimiento sufragista de las mujeres vive un momento decisivo, la Convención de Seneca Falls  considerada como la primera reunión importante en favor de los derechos de la mujer, promovida por las pioneras de la lucha Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton que da como resultado la Declaración de Seneca Falls también conocida como la Declaración de Sentimientos que proponía que las mujeres pudieran votar, ser votadas, ocupar cargos públicos, participar en reuniones políticas y participar en organizaciones cuyo texto es el referente inicial de cualquier movimiento en favor de las mujeres.

Resultaría hilarante por estúpido y ridículo el hecho de que en Wyoming siendo el primer estado de la Unión Americana que aprueba el sufragio de las mujeres “blancas” el voto para razas distintas no es admisible como lo propone el absurdo legislador, necio e ignorante, adjetivos ambos que se quedan cortos por el tamaño de su estulticia.

El 3 de julio de 1927 es significativo para la democracia en América Latina, como resultado del plebiscito de Cerro Chato son las mujeres uruguayas las primeras en obtener sus derechos electorales.

México por su parte, se tardó en promulgar leyes que autorizaran el sufragio femenino que Don Adolfo Ruíz Cortines presidente de la República de 1952 a 1958 les habría ofrecido durante su campaña política por la Presidencia, oferta que se hace realidad el 17 de octubre de 1953 que se promulgaron las leyes que le dan el voto electoral a las mujeres.

Todo lo anterior es el inicio del movimiento “político” femenino para lograr la paridad de derechos con los varones, aun cuando por cuestiones distintas a las que se esgrimen ahora, yo podría diferir en los criterios de equidad aunque si este de acuerdo en que para lograr el objetivo si es correcto lograr que las mujeres tengan exactamente el cincuenta por ciento de los puestos administrativos y legislativos.

La proporción de hombres y mujeres a las que yo aspiro para dirigir en todos los ámbitos los destinos de México,  nada tiene que ver con el número, de hecho me sentiría muy orgulloso de que el noventa por ciento estuviera ocupado por las mujeres, mejor preparadas que nuestros dirigentes pertenezcan a un género o al otro me resulta irrelevante, lo verdaderamente importante es que en cada posición se encuentre ocupada por la persona mejor capacitada y mejor dispuesta para dar lo mejor de sí en cualquier ámbito o actividad.

Sin embargo estoy cierto que para llegar a dicha madurez republicana tenemos que pasar por la obligatoriedad de oportunidades iguales entre mujeres y hombres, la verdad que si se puede y siempre será bienvenida dicha modernidad.

Lograr la equidad que necesitamos no es una guerra, al contrario “es una esperanza”.

 

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

18 de septiembre de 2019

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