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La Soberbia es un recurso abundante

Los Sacramentos como las Virtudes teologales son parte muy importante sobre los que se sustenta la Iglesia para mantener el control sobre la conducta individual de los feligreses, uno de ellos que desde mi punto de vista el más controversial es el de la Confesión, es el único de los Sacramentos que exige de quien lo practica un propósito voluntario determinado, ninguno de los otros requiere de un esfuerzo adicional, basta con recibirlo y ya.

Permítame excusarme antes de seguir en lo que le estoy exponiendo, no estoy haciendo un juicio sobre la Religión, yo no soy nadie para juzgar nada, de ninguna forma califico para ser juez de absolutamente nada, ni tengo los elementos ni mi conducta personal lo avala, a los años que tengo no me siento con derecho a decirle a nadie que es correcto y que no lo es, no puedo ni quiero hacerlo.

Vuelvo al asunto de la Confesión (así con mayúscula por tratarse de un tema religioso) en el aspecto medular tiene varios elementos dos asuntos fundamentales, el primero de ellos es la decisión del sujeto de aceptar contarle a su confesor las infracciones conductuales en las que ha incurrido, una forma de humillarse ante los oídos de una persona distinta a uno mismo, algunos de estos pecados suelen ser vergonzosos y algunos los exponemos de una forma general sin entrar en detalle y el confesor no se mete en problemas ni escudriña más allá de lo se le quiere expresar y se agradece, de todas formas a estas alturas de mi vida no recuerdo cuando fue la última vez que lleve a la práctica este procedimiento.

Confesionario | Brian Kielt en Atypical Gallery, Belfast

La otra parte y la más cuestionable es el acto de contrición o propósito de enmienda, que es más o menos una réplica del “ya no lo vuelvo a hacer” pero sin la menor intención de cumplir esta promesa, en la mayoría de los casos este compromiso es letra muerta en cuanto sale uno del confesionario.

Esto del perdón es un asunto  más complejo ahora que en todos lados se quiere que se pida perdón de todos los agravios falsos o verdaderos, no importa el tiempo que haya pasado desde el evento oprobioso, los demandantes piensan que se ha de sentir muy bonito que les soliciten una disculpa pública y si así acontece en la previsible psicología humana, la petición casi siempre será “de dientes para afuera”,  ustedes perdonen por lo que le hicieron unas personas que no conocí porque vivieron muchos años antes que nosotros es más falso que decirle a los amigos “una más y nos vamos”.

La vida me ha enseñado que el arte de pedir perdón es una virtud esencial, que hacerlo es una muestra de “humildad” y “humanidad”, ser soberbio es lo contrario porque en ello no cabe la palabra perdón, dice Francisco que “uno de los mayores pecados es la soberbia” no admite el arrepentimiento ni conoce la palabra perdón, el soberbio vive en un mundo distante solo y abrumado aunque por lo mismo no lo acepte, sin embargo creo que es igual de soberbio el que no sabe pedir perdón que el exige una disculpa a quien no le corresponda pedirla, a quien no ha ocasionado ningún agravio.

“El problema es que soy casado dijo el hombre al confesor”

La respuesta del sacerdote fue: ¿vienes a confesarte o a presumir?

Así es esto de la vida en nuestros tiempos en que la humildad escasea y la soberbia sobra….

alfonsodiazordaz@gmail.com

Agradezco mucho su atención a mis modestas opiniones en este medio de información y análisis, aprovecho para invitarle a las páginas digitales de México Prioridad que contienen información plural y de actualidad de México y el mundo. http://www.s444647806.mialojamiento.es/.

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Alfonso Diaz Ordaz Bailleres
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