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Un mundo mejor es posible

El premio Nobel de Medicina de 1993 fue el biólogo molecular de origen británico, con residencia en Beverly Massachusetts EUA Richard J. Roberts, quien es además director de investigación de la mega empresa biotecnológica New England Biolabs.

Roberts en su discurso en la ceremonia de entrega  del premio Nobel que recibió de manera conjunta con Phillip A. Sharp, por el descubrimiento de los intrones en el ADN eucariótico y el mecanismo de gen splicing (empalme de genes), que han resultado básicos para el conocimiento de la biología y de la evolución, así como para las investigaciones orientadas a la búsqueda del origen del cáncer y de las enfermedades hereditarias, sorprendió a la comunidad científica por su crítica a las empresas farmacéuticas cuyos intereses en el campo de la investigación se ubican dentro del terreno de los beneficios económicos por encima del desarrollo de medicamentos que curan de una vez y para siempre las enfermedades.

Roberts con lenguaje desde luego más moderado, ha expresado en posteriores entrevistas que “La investigación en la salud humana no puede depender tan sólo de su rentabilidad económica. Lo que es bueno para los dividendos de las empresas no siempre es bueno para las personas”. “Critico que la industria diga que quiere curar enfermedades cuando no lo hace porque no es negocio. El mejor ejemplo es la Helicobacter pylori. Barry ­Marshall y Robin Warren descubrieron que esa bacteria causaba las úlceras, no solo el ácido.

La industria intentó eliminar la investigación. De haber medicamentos que acabasen con las células cancerígenas por inmunoterapia, serían muy difíciles de comercializar: si detuviera el cáncer del todo tomándolo dos o tres veces, ¿dónde estaría el dinero? A la industria le interesa más tratar de parar el avance del cáncer que eliminarlo”.

Me parecen acusaciones muy graves para los capitalistas dueños de las empresas farmacéuticas, no sólo porque los exhiben como gente a la que solamente mueve la codicia, el dinero, la acumulación de capital, sino porque para hacer realidad estos intereses no les importa y no los detiene pensar en el sufrimiento de millones y millones de pacientes enfermos a los que pudiendo curar de sus males los dejan sufrir de por vida sus padecimientos, es algo tan escandaloso como si el médico que estuviera atendiendo al enfermo, se guardara en su vitrina el medicamento que podría acabar con la enfermedad del paciente y le administrara solamente sustancias que le hicieran bien por breves períodos para que en cuanto reaparecieran los síntomas tuviera que estar regresando por más de estos calmantes, eso por el resto de su vida.

No se a usted qué le parezca este comportamiento, pero si tomamos en cuenta los millones de seres humanos, hombres, mujeres, niños y ancianos de ambos sexos condenados a cualquier padecimiento curable, al que se le niega el medicamento por un interés puramente mercantilista de tenerlo toda la vida enfermo, pero bajo control y peor aún en el caso de aquellos pacientes imposibilitados de comprar estos medicamentos, a quienes sin consideración alguna se les condena a muerte sin remordimiento alguno.

¿De qué estarán hechos quienes pueden proceder de esta manera?, un general que comanda a su tropa la envía a la batalla tratando de evitar hasta donde esto sea posible que el enemigo mate a sus soldados, aunque los exponga a un riesgo enorme; pero estos señores no solamente ponen en riesgo a sus pacientes ¿o deberíamos decir a sus clientes?, sino que los dejan morir, no a un puñado sino a millones de seres humanos que son hijos, hermanos, padres o madres de otros seres humanos, mientras ellos viven inmutables, probablemente al tiempo que muere toda esta gente juegan golf y realizan nuevos negocios, fusiones, adquisiciones etc. que les reditúan más ganancias, más dividendos, más capital.

Hay sin duda una enorme distancia entre los avances tecnológicos de nuestra era en comparación con los avances éticos, morales, humanistas de quienes solamente son capaces de evaluar estados financieros, balances, estados de pérdidas y ganancias, flujos de efectivo, rendimientos de capital, pero carecen de los más elementales principios para detenerse a pensar por un momento el inmenso dolor que generan a la humanidad en aras de sus bajas ambiciones.

Este debería ser tema de reflexión para quienes defienden y ponderan el criminal sistema capitalista que priva hoy en el mundo, un mundo en el que el presidente del país más poderoso de la Tierra es digno representante de esta manera de pensar. ¡Y esto no es todo! Ese tipo de seres son capaces de desatar una guerra de proporciones mundiales por defender estos intereses, con el respaldo de todos los que se benefician de este sistema, que si no podemos calificarlo de criminal, ya no se, no tengo palabras para darle otro adjetivo.

Por: Enrique M. Díaz Sánchez

23/Jul/2019

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