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Prácticas para transformar el miedo Liberar el miedo del cuerpo y de las sensaciones: ocho simples ejercicios de plena consciencia.

La práctica de la atención a la respiración nos ayuda a experimentar paz y alegría.

Thich Nhat Hanh 

Cuando nos concentramos en la respiración, dejamos de vernos arrastrados por los pensamientos relativos al pasado y el futuro y acabamos liberándonos de todos los pensamientos.

Cuando, por el contrario, nos perdemos en nuestros pensamientos, dejamos de estar realmente presentes. Aunque Descartes dijese: «Pienso, luego existo», la realidad se asemeja más a «Pienso, luego no estoy realmente aquí» la mayor parte del tiempo. Cuando prestamos atención a la inspiración, no estamos pensando en nuestra inspiración, sino que tenemos una experiencia directa de ella. Nuestra inhalación no es un pensamiento, sino una realidad. Estamos viviendo en la realidad que es nuestra inhalación. «Inspirando, disfruto de mi inspiración».

Son muchas las cosas que podemos ver cuando respiramos con atención plena. Podemos, por ejemplo, conectar con el milagro de la vida porque cuando respiramos conscientemente nos damos cuenta de que estamos vivos. Estar vivo es algo fantástico. Estar presente aquí y ahora y respirando es un auténtico milagro. Estar vivo es uno de los milagros más grandes de la existencia. Esto es algo que saben muy bien tanto los padres que sostienen a su hijo recién nacido como quienes están postrados en su lecho de muerte. Estar vivo, respirando y caminando sobre este planeta, es algo maravilloso. No tenemos que beber vino o dar una fiesta para celebrar la vida, sino que podemos celebrarla a cada instante con nuestra respiración y cada uno de nuestros pasos. La concentración y la atención plena nos permiten conectar con esta realidad y vivir cada momento de nuestra vida cotidiana como si de un milagro se tratara. Y para ello no es preciso esperar a mañana, sino que podemos hacerlo hoy, ahora mismo.

En cualquier momento podemos generar la energía de la plena consciencia. Con la ayuda de la atención a la respiración y la meditación caminando, generamos la energía que nos hace entrar profundamente en contacto con las maravillas de la vida, esto a su vez nos proporciona felicidad. Nuestra práctica es muy concreta y sencilla.

Cuando inspiras y prestas realmente atención a tu inspiración, se produce un cambio al instante. En tal caso, estás más presente y conectado con la realidad. Cuando practicas la meditación caminando, caminas tan atentamente que también te comunicas más con la realidad.

Entonces empiezas a vivir tu vida con más profundidad. El grado de contacto que alcanzas con la realidad depende del modo en que ves y respiras.

Veremos ahora algunos ejercicios sencillos de atención a la respiración que puedes utilizar siempre que aparezca el miedo. Los ejercicios que van del 1 al 4 se ocupan de cuidar del cuerpo, mientras que los que van del 5 al 8 tienen como objetivo cuidar las sensaciones.

Primer ejercicio

 Aunque el primer ejercicio sea extremadamente simple, son muchos los beneficios que aporta: la visión de que realmente estamos vivos aquí y ahora y de que no solo somos nuestro cuerpo, sino también nuestro entorno. Tú eres todo eso. Aunque la práctica es muy sencilla, puede aportar el milagro de la alegría y la felicidad.

Este primer ejercicio consiste en reconocer que «Al inspirar, sé que estoy inspirando. Al espirar, sé que estoy espirando». Tan solo reconocemos la inspiración como inspiración y la espiración como espiración. Así de simple. Cuando lo hacemos, fijamos nuestra atención en ambas fases de la respiración, y dejamos a un lado nuestros pensamientos, el pasado, el futuro y todos nuestros proyectos. Cuando permanecemos completamente presentes con nuestra respiración, nos liberamos. Así es como la respiración se convierte en el único objeto que ocupa nuestra atención y nuestra conciencia. Disfrutamos del simple hecho de respirar.

Segundo ejercicio

El segundo ejercicio consiste en reconocer que «inspirando, sigo todo el recorrido de mi inhalación de comienzo a fin; al espirar, sigo todo el recorrido de mi exhalación de comienzo a fin». La inspiración puede durar dos, cinco segundos o más. Se trata de seguir la inhalación completa sin interrupción, de comienzo a fin y disfrutando de todo su recorrido. De ese modo, la concentración se tornará cada vez más poderosa. Así es como nos ejercitamos en la concentración. La atención plena lleva en sí la energía de la concentración y, cuando hay concentración, las condiciones son propicias para que en cualquier momento florezca la visión profunda.

El primer ejercicio consiste en identificar la inspiración y la espiración, mientras que el segundo consiste en seguir, durante todo su recorrido, ambas fases de la respiración.

Tercer ejercicio

El tercer ejercicio consiste en reconocer que, «al inspirar, soy consciente de todo mi cuerpo; al espirar, soy consciente de todo mi cuerpo». Durante toda la inhalación permanecemos en contacto con nuestro cuerpo físico. De este modo, nuestro cuerpo se convierte en el objeto de nuestra atención plena, lo que significa que debemos llevar de nuevo la mente al cuerpo. Así se produce una reunificación del cuerpo y de la mente que nos lleva a estar totalmente presentes. La unidad de cuerpo y mente es el objeto del tercer ejercicio.

«Al inspirar, soy consciente de todo mi cuerpo». Este es un acto de reconciliación entre la mente y el cuerpo. Tal vez hayas descuidado y abandonado tu cuerpo un tiempo. Puede que no hayas cuidado bien de él, ni del modo en que te alimentas o trabajas. Ahora ha llegado el momento de cobrar de nuevo conciencia de tu cuerpo para reconciliarte y cuidar de él: «Al inspirar, soy consciente de todo mi cuerpo». Y sabemos muy bien que respirando de este modo estamos realmente presentes, realmente vivos, y que tenemos algo que ofrecer a los demás. No solo estamos presentes para nosotros, sino también para los demás.

Cuarto ejercicio

Esta es una práctica que debemos aplicar en nuestra vida cotidiana. Empezando con el cuerpo, puedes ver lo que sucede en tu cuerpo y reconocer si hay en él tensión o dolor. Quizás el dolor se haya hecho crónico porque has permitido que se desarrollase durante demasiado tiempo, dejando que la tensión y el dolor se acumularan en tu cuerpo. Pero ahora, cuando retornas al cuerpo, puedes hacer algo para liberar esa tensión y reducir ese dolor. Esa es la razón por la cual el Buda nos ofrece este cuarto ejercicio: «Al inhalar, soy consciente de la tensión y el dolor que hay en mi cuerpo. Al exhalar, calmo y libero la tensión y el dolor que hay en mi cuerpo».

Si el objetivo del tercer ejercicio consiste en reconocer la presencia del cuerpo, el del cuarto estriba en liberar la tensión, permitiendo que salga de nuestro cuerpo.

«Al inhalar, soy consciente de todo el cuerpo. Al exhalar, soy consciente de todo el cuerpo. Al inhalar, soy consciente del dolor y la tensión que hay en mi cuerpo; al exhalar, calmo y libero la tensión y el dolor que hay en mi cuerpo». Cuando la tensión se relaja, también se atenúa el dolor.

Con estos cuatro primeros ejercicios, aprendemos a manejar nuestra respiración y nuestro cuerpo y a cuidar de este. «Yo no soy tan solo mis pensamientos y mis proyectos. Tengo un cuerpo. Quiero cuidar bien de él y tratarlo adecuadamente. La respiración forma parte de mi cuerpo». Puesto que todo está conectado, también estamos conectados con nuestras sensaciones porque, cuando entramos en contacto con nuestro cuerpo, reconocemos la tensión y el dolor. La tensión produce una sensación molesta y desagradable y el dolor, por liberar la tensión, sentirnos mejor y reducir el dolor que hay en nuestro cuerpo. Estos ejercicios de atención a la respiración son muy metódicos.

Del libro: MIEDO.

Autor: Thich Nhat Hanh.

Enviado por:

Juan de Dios Flores Arechiga.

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