Industria Eléctrica de México, mejor conocida como IEM, fue una compañía fundada en 1948, subsidiaria de la norteamericana Westinghouse… pero, no se preocupen, no hablaré de esa compañía, sino de IEM, mi mejor amiga de la adolescencia, la que me enseñó a tomar alcohol y con la que compartí inolvidables charlas en su Dodge Charger modelo 70. IEM eran sus iniciales, nunca le dije así, pero hoy veo la necesidad de mantener su identidad en secreto, aunque murió hace varios años. Le decíamos “la gorda”, de cariño, nunca se ofendió, era varios años mayor que yo y era lesbiana. Teníamos un ritual sencillo, una llamada telefónica, “te espero en la entrada a las 7” y cuando veía su coche, me subía en el asiento del copiloto. Ella tomaba Viejo Vergel con cocacola y a mí me tenía el six de tecates en el asiento de atrás, le encantaba escuchar las canciones de Mari Trini en la casetera de su auto (Yo no soy esa: Mari Trini – Yo No Soy Esa (Balada Romántica en Español) (youtube.com) y contarme sus cuitas; pero también sabía escuchar y hacer bromas. Casi siempre nos estacionábamos en una privada poco transitada; a veces salíamos a dar la vuelta al centro de la ciudad o pasábamos por alguna de sus amigas. Durante los años que duró nuestra amistad me presentó a varias, todas heterosexuales. E era hermosa y muy divertida. Cuando IEM nos presentó le dijo mi nombre y ella preguntó enseguida “¿y cómo se llama mi suegra?”. Intuí lo que tal vez ustedes están pensando, ¿se me había “aventado”? Tardé varias semanas en saberlo. La personalidad se cocina con una diversidad de ingredientes, la educación en casa, las enseñanzas de la escuela y las experiencias de vida, el temperamento heredado y la influencia de las personas queridas u odiadas. Mi madre me educó con el chicote de las consignas” eso no se hace”, “a ver si aprendes”, “ya párale o te va a pesar”, “donde la pases y no donde naces”; pero también con el “a una mujer no se le daña ni con el pétalo de una rosa”, “no es no”, “compórtate como caballero” … (¿Qué pongo aquí? ¿Un “uff”, un “ay”, un “¡cielos!” o un “diablos”?). Eso me volvió tímido e inseguro, de modo que me llevó tiempo animarme a besar a E… mejor dicho, a intentar besarla. Y la respuesta fue un “no” que resonó en mi inconsciente con la voz de mi madre: “no es no”. Obedecí.Mis citas con IEM y E se volvieron frecuentes. Nunca faltó el Viejo Vergel de IEM, mis tecates y el cuartito de tequila que E se empinaba de la botella, a traguitos largos. Oíamos música, contábamos chistes y anécdotas, hablábamos en presente, en pasado y en futuro, soñábamos. Y un día, en la radio de nuestro cómplice, el viejo Dodge de IEM, escuchamos a José Domingo entonando la canción de moda: “Motivos” y ambas rieron.