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Todas las dictaduras, sean estas de izquierda o de derecha son el resultado de la soberbia de un solo hombre que piensa y está seguro de que el Estado es él y solo él, no importa que se llame Franco, Pinochet o Castro; casi siempre es el producto de un trastorno narcisista de su personalidad, convencidos que nadie más que ellos será capaz de encabezar y encausar las ilusiones de la patria.

También es cierto que los personajes a que me refiero, generalmente  surgen en momentos  de extrema gravedad en sus países, a los que les proporcionan el peor remedio para su enfermedad, la cancelación de libertades en un ambiente represivo extremo que suelen suceder a la toma del poder de estos trastornados narcisistas, aun cuando en un estricto sentido, su ascenso florece en tiempos de precariedad.

Fulgencio Batista, un dictador sangriento, abusivo y prepotente es depuesto por un Fidel Castro igualmente nefasto que accede al poder como resultado de un movimiento populista que se eterniza como el chavismo y madurismo pretenden en la Bolivariana Venezuela, igual que nuestro Porfirio Díaz Mori tan admirado por algún sector y tan severamente condenado por el otro, sus sueños de grandeza lo llevaron a creer que él y nadie más que él   podría conducir a la Nación al mayor de los períodos de prosperidad, que lamentablemente privilegiaron a los ricos en detrimento de los que menos tenían, que  por cierto, el movimiento revolucionario tampoco resolvió.

En un malabarismo político, México rompe relaciones con el Gobierno de Augusto Pinochet de Chile en noviembre de 1974 que tomo el poder en medio de la debacle populista del socialista Salvador Allende en plena crisis económica y social.

México rompe relaciones con el régimen de Francisco Franco  y con el de Augusto Pinochet, pero no lo hace con los de Fulgencio Batista, Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega a quienes no condena como condenó a Anastasio Somoza.

Me refiero a lo anterior porque la frontera entre la Doctrina Estrada y la defensa de los derechos humanos, se encuentra severamente amenazada con el anunciado proyecto de cambio que la cancillería a través de su titular acaba de anunciar, si a la autodeterminación de los pueblos aunque violen lo más elemental que es la libertad.

Me pregunto, el Canciller de ahora ¿estaría dispuesto a escuchar a Lilian Adriana Tintori Parra , esposa del opositor venezolano  Leopoldo López como  le escucho la cancillería del anterior sexenio? O por el contrario, estamos asistiendo al inicio de una aplicación de la Doctrina Estrada selectiva, recibimos y le damos la bienvenida,  como siempre lo hemos hecho, a migrantes que huyen de su país por condiciones de pobreza e injusticia y nos hacemos los ciegos ante el éxodo masivo de venezolanos que mueren de hambre y sufren represión.

Dicho de otra forma, un gobierno que no se compromete con los derechos humanos, no tiene la calidad moral para abstenerse ni para pronunciarse a favor o en contra de nada, usar la “Doctrina Estrada” para esconder una alianza con un Gobierno arbitrario y represor, es devaluarla y manchar el nombre de tan ilustre diplomático.

 

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

10 enero de 2019

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