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El tratado de Santa María-Calatrava del que ya he presentado una versión corta, es definitivo y no le veo caso que tengamos que reiterarlo, ratificarlo o confirmarlo, se gasta en el empeño mucha saliva, tinta y bilis, Miguel Santa María en representación de México y José María de Calatrava en nombre de la Reina Gobernadora de España que reconoce de una vez por todas y para siempre  la independencia de México, se regularizan y formalizan todas las relaciones diplomáticas entre los dos países y dan por terminados todos sus conflictos  sin reserva alguna.

Tratado que se firma en nombre y representación de los gobiernos respectivos entre los dos países, deseando poner término al estado de incomunicación y desavenencia que ha existido entre sus gobiernos y entre los ciudadanos y súbditos de ambos con el objeto superior de olvidar para siempre pasadas diferencias, por muy antiguas que estas sean diría yo y que por supuesto sean el inicio de una hermandad sólida y reconocer sus vínculos de identidad de origen, se resuelve firmar un tratado de paz definitiva y para siempre.

Hecho este que se ignora y se desdeña, fue firmado  en 1836 por ambos representantes, con todos los poderes y representaciones oficiales, ahora por falta de información y datos fidedignos se desconoce públicamente.

No viene al caso ni pelearse ni discutir acerca de un hecho que de alguna forma se da por consumado el 28 de diciembre de 1836 con todos los protocolos necesarios, no tiene sentido alguno hablar de perdones y olvidos por ofensas reales o supuestas, lo importantes es vivir el presente, el pasado se ha esfumado y solo vive en las páginas de la historia y el futuro que todavía no ha nacido requiere ser recibido con el mejor ánimo y disposición posible.

En otro orden de ideas, aun cuando el tema tenga algún nexo con lo anterior, me llama la atención el desencuentro entre connacionales nuestros por haber externado sus opiniones sobre el gusto por la lectura o su opuesto que afirma que sentir placer por leer es frívolo e improductivo, a uno lo renunciaron de su puesto en el consulado de cultura de la Embajada de México en España y al otro le guardaron silencio (yo también se lo guardaría a alguien que fue bautizado con el nombre de Marx) después de su despropósito no hay argumento que valga para defenderlo y lo que luego vino en el mencionado diferendo, decir que una persona que trabaja para el cuerpo diplomático debe representar los intereses del movimiento y el partido del gobierno me parece incorrecto, ningún funcionario del servicio exterior representa al gobernante en funciones, todos ellos sin excepción alguna representan al país completo y a todos sus ciudadanos aunque alguno de ellos se llame Marx,  tampoco coincido con llamarle poeta indígena al posible remplazo del defenestrado funcionario, lo de poeta es un privilegio y más lo de indígena si esto se dijera sin propósitos específicos, mencionar a una persona por su raza, color, creencias religiosas o preferencias  sexuales, se me hace peligroso y peor si se menciona la raza de la persona, es inconveniente y a la vez absurdo.

Tan bonito que es llevarse bien,  olvidar agravios que no vivimos es muy buena onda, no se necesita ser amigos con derechos aunque se quiera, como lo dice la canción:

¿Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo? ¿es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo?

Que no es el caso, ser amigos o hermanos y no amantes, aunque en la vida algunas veces le den a la gente ganas de serlo… ¿está usted de acuerdo conmigo?

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

alfonsodiazordaz@gmail.com

27 de agosto de 20214

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