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…el barco es lento.
Nunca se acaba el mar
Julieta Campos

Plumas Azules, grupo panista que aglutina a panistas que nos atrevemos a escribir, inició foros para reflexionar sobre los tiempos actuales y las responsabilidades del partido más relevante de la oposición. Fui distinguido como ponente al primero, celebrado el pasado lunes.

Participaron Juan Antonio García Villa, profundo conocedor de la historia del PAN y parlamentario profesional; Ernesto Ruffo Appel, primer gobernador panista y representante de los “neopanistas” (grupo que a raíz de la expropiación bancaria se incorporó al partido, dándole pragmatismo, estrategia electoral y recursos de toda índole, así como candidaturas competitivas) y Diego Fernández de Cevallos, quien como candidato a la presidencia de la República en 1994 le dio dimensión nacional al PAN y evitó el pronosticado choque de trenes que supuestamente se daría ese año. Con mi participación como un humilde y sincero converso, conformamos un elenco moderado por Carlos Angulo, planteando los grandes desafíos del presente.

Haber formado un partido hace 81 años, desde la ciudadanía, con una doctrina clara y apostando por la vía electoral e intentando darle civilidad a la vida pública, fue una hazaña política y culturalmente hablando. Una manta colocada al frente señalaba el noble fin de la asamblea inicial: “Acción Nacional: una organización permanente de todos aquellos que, sin prejuicios, resentimientos ni apetitos personales, quieren hacer de la vida pública su convicción en una causa clara, definida, coincidente con la naturaleza de la nación y conforme con la dignidad de la persona humana”.

Recordé las palabras finales del discurso fundacional de Manuel Gómez Morin: “Que en medio de los presagios de desastre que tienen abrumado al mundo, nos dé alivio de comprobar la posibilidad de que los hombres puedan entenderse con lealtad generosa, al amparo de los claros valores del espíritu”.

Agregué las palabras de don Efraín González Luna: “La política es todo, todo desemboca en ella. No puede dejar de hacerse política. Lo que debemos definir en México es qué clase de política debe hacerse y por quiénes”. En estas reflexiones está definido un gran compromiso para toda la ciudadanía.

Estoy convencido que hay un saldo positivo en el desempeño del PAN. La transición a la democracia no habría sido posible si don Luis H. Álvarez no hubiera tenido el arrojo de suscribir el documento, el 16 de noviembre de 1988, en el que se le decía a Carlos Salinas de Gortari que llevaría por siempre el estigma de una elección fraudulenta, pero que podría legitimarse desde el poder si hacía una serie de reformas necesarias para México. Todas ellas, al paso del tiempo, demostraron ser benéficas.

Mencioné en el foro que si el PAN, junto con el entonces partido en el gobierno, no hubiera respaldado en el Presupuesto de Egresos la deuda adquirida por el gobierno de Ernesto Zedillo (Fobaproa), la crisis habría sido de consecuencias inimaginables.

Desde luego, ha habido errores, desaciertos, desavenencias y alejamiento –por decirlo amablemente– de sus principios. Su falla más grave quizá sea su carencia de operación política. Hay, desde el origen, animadversión al político profesional. Una política mal idealizada que conduce a la abstención y al olvido de los deberes cívicos. Ahí radica su más importante tarea, lo cual afloró en el evento reseñado. Rescatar lo que Carlos Castillo Peraza llamó la victoria cultural del PAN. También se ha incurrido en una grave dolencia de todos los partidos políticos: postular a quien sea con tal de obtener el triunfo. Esto, en el largo plazo, fue letal.

Dejemos de soñar esperando soluciones mágicas. La respuesta, como ha sido siempre, está en cada estado. La próxima campaña tiene que ser una contienda de ideas, confrontación de argumentos, privilegiando el diálogo.

Al actual gobierno ya le estalló su incompetencia. Difícil tarea sembrar de nuevo una esperanza.

Por: Juan José Rodríguez Prats

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