Nuestra frágil e imperfecta democracia es todavía muy joven y tiene, aún, muchos desperfectos. La ley sigue restringiendo el acceso a ciudadanos ordinarios a la arena electoral, el peso de los partidos es excesivo en todos sus ámbitos, y tiene un árbitro que dejó de ser el propio gobierno en 1997 para convertirse en una autoridad imparcial. Es en este último ámbito en el que se ha ganado mucho, a pesar de que no siempre su Consejo General haya tomado las mejores decisiones de acuerdo con mi punto de vista, como no haberle retirado el registro al Partido Verde.
Es cierto, nuestra democracia sigue siendo imperfecta. Yo lo viví en carne propia. Las ‘estructuras’ de operadores pagados se mueven de un partido a otro sin recato alguno, obedecen al mejor postor y están dispuestos a todo, inclusive a la violencia y sabotear casillas o secciones enteras que pongan en peligro el resultado final. Lo mismo ocurre con muchos medios de comunicación formales, que también se venden sin disimulo a quien les ofrezca más, y desde luego la contratación de medios alternativos de internet o aldeas de ‘bots’. Eso es innegable, lo vimos operar con descaro en Puebla en 2019, y así es en el resto del país. La llegada de Morena no ha cambiado nada. El sistema sigue igual: continúan las prácticas de los operadores, de los gobiernos municipales y estatales, e incluso la intervención del gobierno federal, a pesar de que los delitos electorales sean ahora de carácter penal. El poder por el poder, para poder accesar al cofre, eso es lo que manda.
Pero un tronco de salvación sigue siendo el árbitro. Al menos, si tenemos un árbitro imparcial, tenemos chance de que, si vota un gran número de personas, pueden contrarrestar las “estructuras electorales” pagadas y la ola mediática. Sólo recordemos la caída del sistema en la elección de 1988, perpetrada desde la Secretaría de Gobernación por el célebre Manuel Bartlett, y que presumiblemente compró ese tiempo para conseguir más votos y rellenar urnas. Eso lo estamos descubriendo y documentando en un trabajo de ‘Puebla contra la Corrupción y la Impunidad’ que pronto verá la luz.
Un árbitro imparcial es fundamental, uno que no marque un penalty inexistente, o que alargue el tiempo del juego más allá del reglamentario, o que expulse a un jugador sin que lo amerite. Claro que aún si el árbitro es imparcial puede haber cargada para un equipo, pero es más difícil.
Históricamente, desde la existencia del IFE en 1997, los partidos han tratado una y otra vez de meterle mano y tener un árbitro que se acerque a sus intereses, que pueda decidir en su favor y en contra de los adversarios. Es normal, así es el poder, pero no abona a la democracia. Si perdemos un árbitro imparcial, tendremos muchos más problemas electorales de los que ya de por sí tenemos, y el paso a agarrarnos a golpes para la transmisión del poder estaría muy cerca.
El acecho al INE, como amenaza cumplida ya en tantos otros órganos autónomos e incluso poderes del Estado, es un hecho. Ya ocurrió en la CRE, en la CNH, en la CNDH, en la propia Suprema Corte de Justicia, y ahora sigue el INE. Ya lo sentenció López Obrador: para fin de año los cambios realizados y la 4T serán irreversibles. Para que ello ocurra, se necesita tomar al INE, al árbitro del juego público más delicado y trascendente, que es el electoral.
En sus últimos dos artículos, Héctor Aguilar Camín ha hablado de una “cirugía” suave (https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/ine-la-captura-suave) y otra dura (https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/ine-la-cirugia-dura) para tomar el control del INE. Describe cada paso, cada instancia. Una es la toma de la mayoría del Consejo General con el nombramiento de cuatro nuevos consejeros que vence su periodo este año; la otra, mediante cambios legales diversos que le den mucho más control a las decisiones del Consejo (ya en manos de los allegados de AMLO) por encima de los órganos estatales y dando fuerza al Legislativo (también controlado por Morena).
Lo primero que viene es la selección de siete personas como comité de selección que deberán proponerle al Congreso cinco nombres para cada uno de los cuatro consejeros a ser reemplazados. Dos son seleccionados por el INAI, dos por la CNDH, y tres por los partidos en el seno de la Junta de Coordinación Política del Congreso. Yo viví ese proceso en 2014. Fui uno de los siete. Y sí, es fundamental que esas siete personas sean imparciales, apartidistas y con plena conciencia de su responsabilidad. Y quizás más importante, que sean capaces de soportar la presión que el gobierno va a ejercer, tal como ocurrió en aquel año. Quienes sean esas siete personas mostrarán qué ocurrirá con el INE. Debemos pelear porque esas designaciones sean las mejores. Necesitamos al INE imparcial y que defienda nuestros derechos ciudadanos, y nuestros datos personales. Si no, ya sabremos que en un futuro cercano nuestros datos que resguarda el INE acabarán en la Secretaría de Gobernación, como quiere AMLO para cerrar la pinza del control sobre los ciudadanos.
Por: Enrique Cárdenas Sánchez
Universidad Iberoamericana de Puebla
Puebla contra la Corrupción y la Impunidad
enrique.cardenas@iberopuebla.mx
@EcardenasPuebla