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Mientras unos se tiran la Constitución a la cabeza, otros tenemos que tragarla. Así, en seco, sin anestesia. Una Constitución prefabricada en el taller franquista y remodelada por estilistas recién llegados al contubernio político de la Transición que más tarde se demostró que aún no ha habido transición a nada.

Nos hicieron creer que, eso era entrar en la “de-mo-cra-cia” que había alrededor, en la Europa que se había librado del fascismo, pero no lo era. Y después de unos meses, los llamados “padres de la Constitución”, “cagaron” una ley, porque parir algo tan surrealista era imposible, a la que llamaron “Carta Magna” mientras se relamían en sus poltronas políticas, de lo bien que habían filtrado las Leyes Fundamentales del régimen anterior, para que no perdieran su eficacia. Un crisol, para no alterar nada, con algo que parecía nuevo, pero que con el tiempo dejó paso a un engendro jurídico que no hay manera de solucionarlo. Un estupendo juego de trileros. Un verdadero Putiferio nacional, elevado al máximo nivel como corresponde a su categoría legislativa.

Y es que, si miramos como se gestionó el “invento”, vemos que ya venía imperfecto desde el inicio. Encorsetando dentro de su mondongo todos los “valores” de la “Unagrandeylibre”. Y de aquellos polvos estos lodos.

Después vino el caos: El CENSO. Ese maldito censo, que en menos de tres semanas antes de la votación sobre la “Carta” (sin magna), y sin los medios informáticos que tenemos en la actualidad, el genio de la lámpara se sacó un decreto ley, con la campaña a mitad de proceso, donde permitía votar a los mayores de 18 años que, hasta entonces era a los 21 años, sin debate en las Cortes. ¿Para qué? De un plumazo, el censo de 23.583.762, en el que hasta los muertos votaron, se incrementó en cerca de tres Millones de votantes (26.632.180). Algo que ni el Tezanos lo ha conseguido superar. Tanto, que hicieron bailar las cifras en los medios de comunicación, el Ministerio del Interior y la Junta electoral Central. Cada uno de ellos daba un dato de censo diferente la noche electoral.

Ni el maestro armero de la “cocina” de la Moncloa arreglaba el asunto. Pero gracias a la labor de los ayuntamientos, franquistas en el aquel momento, se “subsanaron” los “errores”. Si a esto no se llama irregularidad o prevaricación, no sé cómo llamarlo. De delito para arriba, como menos. Pero eso lo podía afinar la Fiscalía, si hubiera tenido: puñetas de valor democrático.

Os recuerdo que los herederos de aquel régimen del 78, los de la gaviota gobernante en 2017, fueron los que no encontraron las urnas del 1-O, y negaron que se hubiera votado a favor de la independencia de Cataluña, donde más de 2.200.000 de catalanes depositaron su voto. Al mismo tiempo recuerdo que la ausencia de norma sobre el escudo en la CE del 78, es la misma ausencia de prohibición del derecho de autodeterminación. Pero esto son minucias que dan alas a la represión.

Y, se habló, y se estudió, y se “valoró, de hacer un REFERÉNDUM sobre la monarquía, del que el mismo A. Suárez dijo que si “se hacía un referéndum sobre el modelo de estado, la monarquía perdía”. ¡Que, si quieres arroz, Catalina! Nos quedamos a verlas venir, y en esas estamos, con un gobierno progresista y de “izquierdas”, apoyando el edificio monárquico para que siga aguantando, por mucha corrupción que salga de sus mazmorras. Y si no quieres té, dos tazas, un rey que se duerme de pie y no dice “Nipío” y otro “emérito”, más putero que su abuelo, para mantener la “estirpe” más corrupta de la historia de los tronos europeos. Pero eso no tiene importancia, siempre hay pinzas para la nariz política que evita que les llegue el hedor. A nosotros que nos den por donde amarga el pepino. Y seguiremos siendo súbditos, en lugar de ciudadanos de una República, donde se elige jefe de estado por votación, no heredando un “cortijo” por decreto de la autoridad “competente” y uniformada.

A cabo del tiempo, me he enterado que hay un gazapo oculto en la primera edición del libro magno: El ESCUDO.

Ya desde la portada te da un bofetón antidemocrático que te echa para atrás. Hay que buscar en el facsímil original para verlo venir. Un “escudo” con los rasgos característicos de una dictadura que no se marchó, dejando la impronta de su régimen criminal a la vista de todos, como dando a entender que lo de “atado y bien atado” no era una frase banal.

Un aguilucho de los de antes, por obra y gracia del “despiste” intencionado. Hay quien dice que es la simbología de los Reyes Católicos, pues vale. Hay quien dice que el yugo y las flechas eran la simbología de aquellos mismos reyes. ¡Vale! Hay quien defiende la constitucionalidad del escudo. ¡Alto! Por ahí no paso. La Constitución no habla de escudo. Así que a otro con ese cuento.

Sea como sea, es una simbología adoptada por el franquismo, y eso no me lo pueden ocultar, que quitó algo de aquí y puso algo allí, como lo de una especie de bufanda en el cuello del “pollo” con la leyenda “Una grande y libre” y, también dicen que, si el aguilucho tenía las alas desplegadas o no. Incluso, hay quien dice, hilando fino, que ya venía de antes. Pues será, pero que el aguilucho juró los principios del movimiento y se volvió franquista, está más claro que el agua. Todo ello no quita un ápice que nos la metieron entera, sin ser desnatada.

Y año tras año, llegamos al 43 aniversario de ese “engendro jurídico”. Que se dice pronto. Sólo modificada con escalo, alevosía y nocturnidad, cuando a los partidos del poder les aprietan las clavijas desde otros sectores con más poder. Poder económico, me refiero. Las otras modificaciones que se oyen, con la boca pequeña, de los partidos que dicen ser progresistas, se pierden por las alcantarillas, un año sí y otro también.

Y van por los pasillos del Congreso, y el de los Pasos Perdidos, que más bien parece de la Memoria Perdida, celebrando a bombo y platillo que nos mintieron como bellacos, y la cosa sigue tan tranquila. Porque los “socialistas” abandonaron el republicanismo para abrazar la monarquía y defenderla a capa y espada, desde el presidente del gobierno, a la presidenta del Congreso, pasando por la “ministra” de defensa que antes fue de la justicia y ahora está en plan guerrero como portavoz del legado militar del franquismo dentro del ejército, diciendo que “la constitución tiene por delante una vida muy larga y muy sana y nos da tranquilidad y mucha visión de futuro”. Eso lo dice la que está al frente del Art. 8 de la CE, redactado por los mismos militares, algo poco democrático en un país con miras de serlo, para garantizar que nada se mueva en la foto que representa. Por no hablar de la desigualdad que emana en los textos, como el Art. donde dice que todos somos iguales, aunque dentro de los mismos haya contradicción y mantiene a uno como el más desigual de todos, por tener a uno, (Art. 56.3) el no elegido, en situación de inviolable e irresponsable, lo que da a entender que los demás sí somos violables.

 A este, también se lo afinan la Fiscalía y Hacienda y al final volverá a vivir de los Presupuestos Generales del Estado dentro de la Zarzuela, no el teatro.

Lo de acusar a la “Magna” de obsoleta, o desgastada, queda para el recuerdo. Porque según “Farsánchez”: Es necesario cumplir desde el primero al último de todos los artículos”. Y no le ha temblado la voz.

Bueno sería empezar dando ejemplo de cumplimientos, por: el derecho a la vivienda (art. 47), el derecho al trabajo y a una remuneración suficiente (Art. 35). Para no cansar mucho al gobierno progresista. Y de camino, hacer boca y demostrar la intención de hacer algo por los “súbditos”.  Aunque ya se que sólo interesa mantener protegido el Título II referente a la Corona, el 155 para mantener en el redil a los catalanes, junto a la Judicatura y la Fiscalía que lo afina todo, porque respecto a los tribunales superiores y otros de alto rango, ya se arreglan entre ellos para mantener su cuota de “poder” fuera del alcance ciudadano.

Y, una vez puestos en marcha, un referéndum sobre Monarquía SI, o NO, no vendría mal. Y menos tutelaje de las Fuerzas Armadas a la “soberanía e independencia de España”. En resumen, un cambio radical a la Constitución, porque hay estudios que señalan casi medio centenar de artículos esenciales que no se cumplen, o como dice David Torres en Público el 07/12/2021 (Artículo interesante “La Constitución como literatura fantástica”): “Sólo sirven de matasuegras

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