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Aún a mediados de diciembre de 2019 llegó a proyectar películas como: “Más adentro”, “Gozo en el pozo” y “La Tetanic”, seguía conservando su cartera de clientes, pese a haber sido clausurado por Protección Civil poner en riesgo la integridad de los espectadores al carecer de extintores en caso de alguna contingencia.

La estructura arquitectónica mandada a construir por David y Antonio Arellano bajo estrictos cánones nacionalistas de la época (1941) vino de más a menos y vea usted si no: en tiempos del exgobernador de Puebla Gonzalo Bautista O´Farrill, invitados a su inauguración vinieron los primeros actores Isabela Corona, René Cardona y Pedro Armendáriz, quienes se quedaron pasmados con:

  • Las fachadas con azulejos
  • Marquesinas sobre arcos de medio punto
  • Aplanados rústicos
  • En el interior muebles de madera, barandales, faroles losetas de barro y finalmente en la sala de proyección simulación de fachadas coloniales o casas con balcones y tejados.
  • Y para rematar techos recreando un luminoso firmamento con estrellas brillantes.
  • Cuando las luces se apagaban y el telón ascendía lentamente, los espectadores se adentraban sin esfuerzo en lo extraordinario

Con dos niveles, la afluencia era constante (sobre todo los domingos), cuando la “gente decente”, después de concurrir a misa se dirigía a disfrutar de las películas a exhibir.

Pero el alma de este coloso se fue corrompiendo.

De “Enamorada” con María Félix pasó a “La Cigüeña de oro” con Viruta y Capulina y continuó así hasta dar un revés a grado de proyectar “Bambi”, “Los diez mandamientos” y ya muy recientemente “Star Wars” (desde luego en el terreno “clásico”), hasta llegar al cine de ficheras y al final mujeres muy escasa o nula ropa.

Le hablo del coloso cinematográfico ubicado acá en la 2 Poniente entre 11 y 13 Sur.

¿Pero qué ocurría al interior de este lugar non santo?

El amigo de un amigo narra lo ocurrido en una de esos viajes que tuvo por el tiempo:

De entrada comprar el boleto era un tormento.

Decenas de miradas se clavaban como puñales en tu persona, como si fueras un asesino.

Había comentarios simulados y entre risas.

Sobre todo de los chavos que venden chiclets y mentas a un costado de la entrada.

A diferencia de los accesos de Cinépolis, donde se percibe orden y un aroma a limpieza, en El Colonial olía a cloro.

El piso de cemento, paredes amarillas y una cortina de terciopelo acartonada rojo (sangre) da paso a los gemidos, formas y tamaños en una megabrillante pantalla rodeado por una completa y absoluta oscuridad donde no alcanza ni a verte tu nariz.

Total, estar de pie es la única opción y esperar a adaptarse a las tinieblas.

Bueno, igual comenzar a caminar un poco luego de escuchar (más) gemidos y no provenientes de la pantalla.

Algo no comenzaba a estar bien.

Luego de ver un asiento, el amigo de un amigo lo tomó.

Fue como pudo apreciar el escenario:

Butacas semivacías

Del total ubicadas en la planta baja, al menos unas siete estaban ocupadas

Aunque por parejas de cabello corto.

Es decir, no figuraban mujeres

Una que otra persona seguía de pie.

El ambiente estaba raro.

Eso sí, las paredes laterales del cine conservan casi impecablemente características de la arquitectura novohispana de la época de los 40s., algo así como si se mantuviera vivo el corazón de los dueños don David y Antonio Arellano.

Sin embargo, de saber qué clase de películas se proyectan, seguro volverían a morir.

Total que no duró 20 minutos luego de que sintió compañía y la pregunta de “si no le molestaba”.

Caminó directo al baño como último recorrido para ver su estado, sin embargo, fue seguido, a lo cual procedió a salir del cine y ver nuevamente la luz de día no sin antes percatarse de no ser seguido.

Esto suele pasar por fisgón.

Y pensar que el Colonial era el “punto negro” de la ciudad, una de las partes que la gran mayoría de poblanos preferían ignorar; una raya más del tigre que hoy ignoran.

Para algunos fue un punto de reunión de un grupo de personas que buscaban entretenerse un rato con una película de bajo presupuesto y poco vestuario; sin embargo, una vez adentro el Colonial vino a ser el pretexto perfecto para mutarse en una especie de prostíbulo para hombres, y salir por un rato del clóset.

El Colonial es un lugar que guarda historia, un cine que fue familiar por excelencia, la elección de los niños que asistieron a ver alguna vez Bambi, pero que se vio forzado a cerrar y renacer como Ave fénix, aunque no de la mejor forma.

El último de los mohicanos

El cierre actual abre la posibilidad de que sea rescatado y restaurado por especialistas, una demanda que los propios clientes, que más allá de contenidos pornográficos que hasta el 2019 se proyectaron, igual reconocieron su valor monumental.

Sin embargo, en el caso de que sus propietarios decidan no intervenirlo, con la desaparición del Colonial se cerrará el ciclo de existencia de las grandes y amplias salas de cine que alguna vez estuvieron en el Centro Histórico de la capital poblana, como el Coliseo y el Variedades, el Reforma, el Guerrero y el México.

Vale destacar que los tres primeros mencionados hoy son tiendas departamentales: el Guerrero fue transformado en una galería por el ayuntamiento, mientras que el México se encuentra cerrado y totalmente abandonado.

Por: Arnoldo Márquez

Foto: Raquel Lendechy

Un comentario en «Cine Colonial, el último Samurai»
  1. Qué valioso relato de una joya arquitectónica de la época dorada. Lástima que venga a menos y con una pandemia como la actual. Me gustó el viaje al pasado

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