Continuamos con las opciones que están a nuestro alcance, para que la sombra no nos guíe a culpar a los demás; Y sí, a responsabilizarnos de nosotros con respeto y amor.
Paso 3. No te critiques
Tienes las emociones que crees que mereces. Sin embargo, muchas veces no son deseables. Ni mucho menos. Todos podemos hacer malabarismos con los sentimientos «buenos» y «malos» que se resume en la autocrítica. Dentro de ese envoltorio de «malos» sentimientos —ira, miedo, envidia, hostilidad, victimización, autocompasión y agresividad— se encuentra una imagen de nosotros mismos que necesita esas emociones negativas. No hay dos personas que las usen del mismo modo. Todos creamos nuestras identidades de un modo único. Algunas personas utilizan el miedo para motivarse a superar los retos; otras lo usan para sentirse dependientes y víctimas. Otras emplean la ira para controlar a todos los que las rodean; otras temen la ira y nunca la muestran. No obstante, tu sentido del yo, y por lo tanto tu autoestima están vinculados en todos y cada uno de tus sentimientos.
Todas las emociones son válidas de un modo u otro. Pero cuando añades el ingrediente de la autocrítica, toda la emoción puede ser destructiva. El amor ha destruido vidas cuando se ha entregado a quien no lo merecía, cuando se ha torcido o ha sido rechazado. El «¿Sólo intentaba ayudar» suena a afirmación positiva nacida de la preocupación por alguien, pero ¿cuántas veces enmascara una desagradable intrusión? Puedes moldear una autoimagen no crítica siempre que lo desees. Hay un sinfín de personas que quieren hacerlo, y otros tantos terapeutas que nos indican cómo. Pero si tus emociones tienen efectos negativos, no podrás crear el yo que deseas.
Es muy difícil sentirse bien con uno mismo si tus emociones primarias como la ira y el miedo tienen vía libre para manifestarse como deseen. Entonces, ¿Qué hacemos? Si la represión y la supresión no funcionan, tampoco sirve de nada dar rienda suelta a las emociones.
Yo le doy mucha importancia a la comprensión/simpatía. Si eres capaz de observarte y decir «Esta bien. Lo entiendo», estas haciendo dos cosas a la vez. Estás eliminado las criticas de tus emociones, y te estás dando permiso para ser tu mismo. La simpatía es una emoción que solemos dirigir hacia afuera, pero que olvidamos dirigirla hacia nosotros. Un sorprendente encuentro que tuve con una joven que vino a hacerme una pregunta me recordó esto.
—siempre escucho a la gente —me dijo—, cuando me levanto por la mañana escucho a mi familia e intento simpatizar con ella. Soy así desde que era pequeña. En el trabajo, todos vienen a contarme sus problemas, por que saben que los voy a escuchar, pero últimamente sucede esto incluso en la calle. Oigo todo tipo de historias.
—¿Y siempre dedicas un tiempo a escucharlas? —le pregunte.
Asintió con la cabeza—. No creo quete estés perjudicando a ti misma —le respondí. Parecía aliviada—. De hecho, creo que eres una persona notable sin darte cuenta. Doy las gracias por tu existencia.
No se esperaba esta respuesta y se sintió un poco avergonzada. No hay muchas personas que puedan decir que su principal problema es un exceso de simpatía hacia los demás.
—Pero hay riesgos —le dije—. Simpatía [del griego sym-pá-theia, tener un mismo pathos, o comunidad de sentimientos] es sinónimo de compasión. La palabra compasión [del bajo latín cum-passio] significa «sufrir con». Ahí es donde debemos trazar la línea divisoria. Tu simpatía se desperdicia si te agota. No debes dejar que te abrume o que te conduzca a sentirte tan mal como la persona a la que estás escuchando.
La compasión, cuando es correcta, es tan valiosa para el que la da como para el que la recibe. Después reflexioné sobre cómo se aplica esto al yo. En nuestro interior hay una voz que siempre crítica. Llamémosla conciencia o superyó, esta voz no produce de una juez o un padre o una madre externos. Actúa por voluntad propia, evaluando lo que valemos y lo que pensamos. Por ejemplo, te has enfadado con alguien injustamente y luego te arrepientes de haber perdido el control. Esa voz crítica de tu cabeza dice «Estas equivocado. Probablemente te has creado problemas y te lo mereces». Quizás estas palabras tengan cierta utilidad. Pero esa voz crítica eres tú; por consiguiente, te estás autocriticando. No existe un juez interno independiente y objetivo. La voz que te clasifica como un personaje malo o torcido es un personaje ficticio, y observarás que este personaje nunca es solidario, nunca «simpatiza». Para mantener su poder sobre ti, ha de intimidarte.
¿Qué sucedería si empezaras a simpatizar contigo mismo? El juez interior empezaría a disolverse.
En el caso de esa joven, percibí que no estaba manipulando su simpatía egoístamente, como cuando alguien dice: «Después de ver lo mal que está mi amigo me siento mucho mejor conmigo mismo». Elladejaba fluir su simpatía escuchando y abriendo un canal. Hemos de hacer lo mismo con nosotros mismos. Mejor aún si ese canal conduce hacia Dios. En su aspecto más puro, la compasión tiene una función sanadora. Cuando ofreces simpatía, las penurias de otros son escuchadas y remitidas a un nivel de conciencia superior.
No estoy insinuando que renuncies a tu conciencia. Pero cuando ésta se vuelve punitiva y hace que te sientas indigno, es porque se ha excedido. Ha llegado el momento de liberar las críticas que te atan a un concepto pobre de ti mismo. En el ámbito del espíritu Divino —llamado como desees —, el sufrimiento se puede curar. Con tu comprensión abres un canal a los poderes de sanación. Aspira a ser ese canal. Es una de las grandes alegrías de la vida, y sin duda la más pura.
Paso 4. Reconstruye tu cuerpo emocional
Cuando aparezca cualquier emoción negativa, puedes sustituirla por otra cosa nueva. A esto lo llamo reconstruir tu cuerpo emocional. Todos tenemos una imagen mental de cómo ha de ser un cuerpo físico deseable: esbelto, sano, juvenil, fresco y agradable a la vista. Pero no utilizamos esas cualidades para contemplar nuestras emociones, nuestro «cuerpo emocional». El cuerpo emocional, al igual que el físico, se ha de nutrir adecuadamente. Puede agotarse y debilitarse cuando se repiten demasiadas veces ciertas respuestas a los agentes externos. Enferma cuando se expone a sus toxinas y a las influencias malsanas.
Cada vez que sientes una emoción negativa, tu cuerpo emocional expresa malestar, dolor, fatiga o sufrimiento. Presta atención a estos síntomas, del mismo modo que lo harías con el dolor y el malestar físico. Si tuvieras una piedra en el zapato, no dudarías en sacártela. Sin embargo, ¿cuánto tiempo hace que llevas piedras emocionales en tu zapato? Hemos de cambiar nuestras prioridades. Piensa en el tiempo y el dinero que gastas para retrasar en envejecimiento. Hacemos tremendos esfuerzos para procurar que nuestro cuerpo esté sano y funcional a una edad avanzada. Pero, irónicamente, es el cuerpo emocional el que es inmune al envejecimiento. No hay razón alguna para que envejezcan las emociones, porque la fuente de la frescura y de la renovación siempre está a nuestro alcance. Nuestro cuerpo emocional debería ser energético, estar alerta, flexible y dispuesto a experimentar. Creo que hay una expresión que describe todas estas cualidades: «la levedad del ser».
Los niños sienten la levedad de su existencia de forma natural. Juegan y se ríen; olvidan sus traumas y se recuperan enseguida.
Todo lo que sienten aflora rápidamente a la superficie. Este periodo de despreocupación puede que no dure demasiado tiempo. Si observas detenidamente a un niño pequeño, descubrirás el inicio de las tendencias que conducirán a su futuro sufrimiento, pues la sombra le enseña sus tácticas de proyección de la culpa, el sentido de culpabilidad y todo lo demás. Por eso, reconstruir tú cuerpo emocional es la mejor estrategia a largo plazo para todos.: nuestro futuro depende de deshacer nuestro pasado. La clave es tener una visión. Entonces puedes implementarla todos los días. En este libro y en muchas otras fuentes encontrarás consejos detallados. Pero sin una visión, hasta el mejor consejo es caprichoso y poco sistemático.
La visión para reconstruir tu cuerpo emocional incluye al menos algunos de los siguientes puntos:
• Sentirte más realizado.
• Aprender a tener capacidad de recuperación.
• Disipar los demonios del pasado.
• Curar viejas heridas.
• Esperar lo mejor para ti.
• Adoptar ideales realistas.
• Dar de ti mismo.
• Ser generoso, especialmente con tu espíritu.
• Trascender tus miedos.
• Aprender a aceptarte.
• Comunicarte con Dios o con tu ser superior.
Lo más importante es reconstruir tu cuerpo emocional y sentirte más realizado. Las emociones no se pueden remodelar por separado. Se entremezclan y fusionan con los pensamientos, acciones, aspiraciones, deseos y relaciones. Cada uno de tus sentimientos sale de manera invisible hacia tu entorno, afectando a las personas que te rodean y, en última instancia, a la sociedad y al mundo en general. Gracias a mi larga experiencia con miles de personas durante todos estos años, he podido constatar que, sin compleción, lo único que generamos son cambios superficiales. Por consiguiente, veamos si podemos plantearnos la vida como una realidad, como un proceso que abarque cada pensamiento y acción que hemos tenido o que tendremos.
Parece un poco grandilocuente, pero para huir de la neblina de la ilusión, la única vía es la realidad. Lo cierto es que sólo hay una realidad. No hay modo de que te separes de ella. Tampoco lo desearás una vez que hayas descubierto la enorme ventaja de vivir la compleción. Tu yo separado, que tiene una posición tan importante en este mundo, no es tu verdadero yo. De hecho, puede ser totalmente ilusorio, que es lo que afirmó el Buda; El yo que defiendes todos los días como tu único punto de vista es una ficción conveniente que hace que el ego se sienta bien. No obstante, de lo que el ego no es consciente es de que se sentiría todavía mejor si abandonara esta postura egoísta y limitada en el mundo. Cuando sucede esto, emerge el verdadero yo. SÓLO ENTONCES ES POSIBLE LA COMPLECIÓN.
Del libro; Luz en la Sombra.
D. Chopra/D. Ford/M. Williamson
Enviado y adecuado por:
Juan de Dios Flores Arechiga.
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