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¡Ay, qué tiempos, señor Don Simón! Es una película del género de las comedias, estrenada en 1941, escrita y dirigida por Julio Bracho (de la dinastía de ellos) protagonizada por Mapy Cortés, la primera de ellas, la segunda fue Mapita que era su sobrina y que entonces solo contaba con dos años de edad y fue figura hasta bien entrados los cincuenta y a principios de los sesenta, Arturo de Córdova que no era de Argentina como dicen, era de Mérida, Yucatán  de donde salió muy joven, después de un paso breve por los Estados Unidos se lo llevaron a Argentina a los doce de edad que es en donde adquirió para siempre el acento, pero eso como el dijera “no tiene la menor importancia”, lo real y verdadero es que fue en este México en el que se consolidó como un magnífico locutor primero y luego se convirtió en un actor del drama y la comedia.

Es en esta película en la que el regordete y simpático Joaquín Pardavé hace las delicias del público con sus ocurrencias, como representante de la liga de las buenas costumbres, de lo que tiempos después el escritor Carlos Fuentes denominó “Las Buenas Conciencias” como la novela que escribió y sospecho que se inspiró en la película que refiero, de acuerdo con la historia de la cinta, en ella Miguel, capitán del ejercito en la persona y voz de Arturo de Córdova engaña a Inés o Mapy Cortes con una bailarina de cabaret que no era otra que Anita Blanch actriz valenciana afincada en México en donde hizo su carrera.

La comedia trata de las peripecias de unos libertinos y los representantes de la liga decencia que incluye a señoritas solteras y decentes y a un Joaquín Pardavé esplendido en su papel de sensor social y asiduo asistente del cabaret descrito en la película.

Esto lo recuerdo porque ahora, como siempre en nuestro país ya empezaron con sus cosas, de un tiempo para acá nos invadieron las redes con sus opiniones y críticas, no pasa un día y otro también sin que un ejército de sicarios deslenguados o bots como ahora les llaman, despotriquen unos contra otras, nos quieran convencer una y otra vez acerca de quienes son los mejores, aburren hasta el cansancio, la conspiración del enemigo es la cantaleta de cada día, me enoja y desespera que me quieran convertir en partidario de unas y otras opciones, yo que siempre he sido leal a mis convicciones, no es justo y me ofende, estamos en medio de una comedia como la de la película en la cual unos y otros se censuran, pretenden por todos los medios desconocer al arbitro y a sus decisiones.

Uno de los más patéticos ejemplos se dio cuando alguien de cuyo nombre no me acuerdo (así lo prefiero) hizo mención pública de un personaje al que la ciudadanía no podrá ni deberá olvidar a pesar de lo prepotente, lenguaraz y peleonero, pedante y engreído y de esta forma el respetable público de este país tendrá que vivir y sufrir cuando menos por dos meses más.

En este punto, el que escribe siente la necesidad de confesar que ninguna de las opciones que se le presentan le parece atractiva, que su posición está tomada y no hay vuelta de hoja como dicen, nada ni nadie le hará cambiar, nunca en la vida podrá ser partidario del América, las Chivas, los Pumas o el Cruz Azul y les suplica que por vida suya ya no insistan.

Antes de pasar a retirarme como se dice en el coloquio, quisiera extender mi comentario a la competencia política, hay elecciones y hay miles de candidatos descalificándose entre si, muchos de ellos para llorar y que pena por México, les quiero suplicar que no vengan a mi casa a ofrecer las perlas de la virgen, no les voy a abrir y si les abro no les voy a escuchar, no me vengan a decir que sus contrarios son como el demonio, que son rateros y son corruptos, ya lo sabemos, son tan rateros y corruptos como el visitante que los señala.

Solicito y aconsejo que entre todos los candidatos de todos los puestos se pidan perdón unos a otros por las ofensas y preparen una campaña de propuestas serias y honestas.

¿será mucho pedir?

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

Alfonsodiazordaz@gmail.com

12 de abril de 2021

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