Nunca olvides a quien te contó un cuento en la penumbra de la noche
Irene Vallejo
Estamos abrumados con tantas malas noticias. Casi es unánime el repaso de los articulistas de todo lo que está mal. Lo cierto es que, a mitad del sexenio, en los hechos, poco hay de qué presumir. La perorata inútil y obsesiva y el narcisismo, agregados a las pugnas estériles han agotado el análisis sensato y el balance objetivo. Urge intentar un orden, diseñar una agenda. Vamos, elaborar el orden del día.
Hay matices insoslayables entre insultar, disputar, discutir y deliberar. En lo primero, no tiene caso detenerse, solo prevalece el avieso intento de ofender. En la disputa no hay el espíritu de alcanzar acuerdos. En la discusión se incorpora la necesidad de esgrimir ideas. La tarea de la democracia es la deliberación. Ahí sí convergen el diálogo y el raciocinio para alcanzar acuerdos y asumir compromisos. Por algo se considera un verbo, tanto intransitivo en su necesidad de reflexión personal sobre pros y contras sobre los motivos que genera ideas, como transitivo para contrastarlas con las del interlocutor. La práctica inició desde los primeros ensayos para organizar instituciones y la vida en sociedad.
La deliberación ha sido pobre en México, en contraste con naciones avanzadas que en el diálogo sustentado, ordenado y respetuoso han consolidado periodos prolongados de paz y bienestar. Urge, pues, hacer la tarea, así lo han percibido distintas agrupaciones de toda índole.
Hay que precisar la agenda, el método, el diagnóstico. En los días recientes he leído tres libros que me parecen indispensables para dilucidar los temas. No son ni por asomo los únicos, pero sí los calificaría de introductorios. Sus autores no son partidistas ni sectarios; tampoco identificados ideológicamente como dogmáticos. Académicamente profesionales y acreditados por su prolífica producción.
Destaco la contundencia de Jesús Silva-Herzog Márquez: “Lo que el oficialismo llama cuarta transformación es eso: una bonita mezcla de sermones y transferencias”. Ciertamente no encontramos propuestas viables, bien estructuradas. Es igual de exigente con la contraparte: “El vacío de la oposición es por ello la señal más ominosa del presente”. Son dos sentencias factibles para iniciar la deliberación. El libro La casa de la contradicción es una muy oportuna reseña de nuestras incoherencias.
Luis Rubio lanza un enorme desafío: “Con esta administración lo que estamos observando es un intento por reconstruir lo que hace medio siglo funcionaba, cuando lo que necesitamos es un sistema de gobierno para el siglo XXI”.
La sabia sencillez del beisbolista Yogi Berra plantea el dilema: “Cuando llegas a una y griega en el camino, decide”. Eso está sucediendo en América Latina, lo vimos en la reciente reunión de la CELAC. Cada vez es más clara la confrontación entre república vs populismo; Estado de derecho vs dictadura; democracia vs concentración de poder. Se repite la lucha de siempre: las ideas de la Ilustración vs los hombres iluminados. Su libro La nueva disputa del futuro es un buen índice con una documentada revisión histórica.
Federico Reyes Heroles sugiere el método para desentrañar nuestra realidad. En su obra Ser liberal, asienta un pensamiento básico: El Estado de derecho, el pacto en su expresión moderna, vive en su funcionalidad”. La idea es irrefutable. No presenta al liberalismo como una ideología, sino como una herramienta, un ejercicio: “El liberalismo es un sistema de pensamiento. Lo que se sistematiza no son las respuestas, sino la forma de arribar a ellas”.
Kant, hablando de la Ilustración, utilizó un verso de Horacio: “Sapere aude”, que quiere decir atrévete a saber. Ahí está el reto.
Estamos contaminados de especulaciones y estos textos, de los cuales elegí algunos destellos, son indispensables para entender nuestra realidad. Una cosa es clara: la necesidad del ejercicio de la virtud y en ese tema no hay campo de maniobra para la imaginación.
Por: Juan José Rodríguez Prats