Sí, me robaron el corazón. Y más: me devolvieron mi identidad.

Fue todo tan rápido y tan imprevisto que cuando me vi en su mundo virtual, no supe cómo exactamente había llegado ahí. Recordé el Principio de la Ley de Atracción: “Desea con toda tu alma y se te dará”, por lo que supe que ese era mi lugar.

Sólo observé; sólo miraba y prestaba mi atención plena a todo lo que elles escribían: cada una de sus palabras, sus puntos, sus comas; sus espacios en blanco, sus fotos, sus silencios, sus emoticons. Vi a los administradores de los chats que daban indicaciones para sacar listas de los víveres que hacían falta para aguantar lo que fuera que durara el Paro BUAP 2025. Yo transfería sus listas a mis redes sociales para convocar a quienes quisieran apoyar con lo que pudieran. 

No me confundí: estaba donde debía estar: con ellos, con ellas, con elles, cada uno de los minutos que llenaban las 24 horas de cada día; igual de día, que de tarde, que de noche o de madrugada sentía la intensidad de su presencia y de sus ausencias, y era vital seguir así: en silencio, en aparente ausencia pero presente; pendiente de quienes cuidaban puertas de entrada o cerradas, de quienes recibían, acomodaban víveres y preparaban alimentos, de quienes repartían artículos de limpieza, ordenaban sleeping bags, cobijas, casas de campaña, y de quienes nuevamente hacían la lista de lo que hacía falta. La multiplicidad y diversidad de elles en acción o descanso, hacía que el infinito explotara y se expandiera de energía y alegría donde yo sólo era una observadora desde mi ventana digital.

Me impuse no importunar, no intervenir, no perseguir, no escribir, no apurar, no provocar… sólo mirar… y registrar en mi mente para que nunca se me olvide cada uno de sus movimientos, cada una de sus palabras, cada uno de sus silencios, cada uno de sus emóticons, que me bebí hasta el fondo de la copa como elíxir de inmortalidad para siempre recordar. Empecé a identificarlos por apodo, por nombre y pronombre, por muñequito de perfil; había quienes llenaban el espacio virtual de jovialidad, alegría y simpatía y, en los compases de espera de cada momento en redes, estallaban mis carcajadas en vivo, preguntándome a mí misma: “¡¿Cómo no amarlos?!” Compartí y me bebí sus tristezas y añoranzas; sus dudas e incertidumbres.., saliendo gloriosos en cada ocasión.

El día del eclipse total de “luna roja” o “luna de sangre” me permití compartir con ellos, de noche, un recado: la foto de la “Luna Roja”, un perro recargado en una barda mirándola, y como único mensaje, una plegaria: “Luna: cuida a los estudiantes.”

Me vi en cada une de elles: me escuché en cada una de sus palabras, me leí en cada una de sus letras; me identifiqué con cada acto de rebeldía y con cada grito de iniciativa. Me vi ahí con elles, con la fuerza que tiene la energía de la juventud, con la transparente lealtad a sus principios y convicciones, y… me devolvieron mi identidad…

Recordé aquél día que, sin drama ni preludio, le pregunté a quién entonces era mi pareja:

—¿Eres honesto?

—Sí, me dijo con firmeza.

—¿Eres honesto-honesto?

—Sí, señaló con certeza.

—¿Eres honesto-honesto-honesto?

— ¡Ahí si ya no le llego!, respondió con sinceridad.

— ¿Y tú?, me reviró

— Sí, yo sí le llego, respondí con convicción.

¡¡A webo!! ¡Todo lo que he hecho en este período, desde mi denuncia pública del 21 de febrero pasado en estas páginas!, ¡todo y más!, ha sido a mano limpia: siendo honesta-honesta-honesta, porque sí le llego… y lo he hecho sola; elles, los estudiantes también viven a mano limpia… pero ellos, ¡nunca estuvieron ni estarán solos!

Es cuánto.

alefonse@hotmail.com

Picture of Alejandra Fonseca
Alejandra Fonseca
+ Articulos
También puede interesarte

Patrocinadores

Últimas Noticias
Patrocinadores