“La credibilidad es como la virginidad, lo dijo Mark Twain. Una vez que se pierde ya no se recupera”, axioma que suele ser cierto con algunas excepciones, a principios del milenio, en los albores del gobierno de la transición democrática, un sujeto de cuyo nombre todavía me acuerdo, Carlos Rojas Mañón, miembro distinguido del “prestigioso grupo” “Los Amigos de Fox” y funcionario con importante cargo administrativo en la llamada Residencia Oficial de Los Pinos, presumía ser Carlos Rojas “El Bueno” en alusión a Carlos Rojas Gutiérrez que en el gobierno de Ernesto Zedillo, ocupó la Secretaría de Desarrollo Social, con una sonrisa ufana y engreída se lo repetía a quien lo quisiera escuchar, hasta que un día, tal vez el más triste de su vida, a Carlos Rojas “El Bueno” le descubrieron una compra sospechosa, unas toallas con valor de $4,500.00 cada una para las habitaciones de su jefe.
Nunca se pudo levantar y prefirió retirarse a actividades particulares, ni siquiera dijo lo que dijera con acierto y buen humor Yogui Berra el famoso cátcher de los Yanquis de Nueva York, “hemos cometido el error equivocado”, ni siquiera tuvo el acierto de disculparse con el otro Carlos Rojas, al que no le alcanzó el tiempo de probarle nada, así es la credibilidad de los hombres públicos, cuando menos así era antes.
Me explico, antes cuando se le descubría a un político la posesión de una casa blanca, lujosa residencia, todo México señalaba al flamante propietario como un corrupto, ni siquiera le sirvió la investigación que a su nombre realizó el Contralor de la Nación.
A ningún mexicano de cierta edad le queda duda alguna de que “Pepe El Toro” era inocente de los cargos que se le imputaron en la celebre película protagonizada por Pedro Infante, dice el proverbio chino, “un momento de paciencia puede evitar un gran desastre, uno de impaciencia arruinar toda una vida”, el famoso carpintero del celuloide fue paciente y resistió en el Lecumberri de entonces, todas las desgracias, las afrontó con valor, al final la justicia se hizo.
El Palacio Negro
Para escaparse de la cárcel, para ocultar su identidad por cualquier causa, para engañar a las personas en la búsqueda de beneficios personales como los favores sexuales, algún alguien, para satisfacer intereses económicos y si se puede enriquecerse, para escalar posiciones sociales y políticas o por el simple gusto y orgullo de ser y parecer una persona que no se es pero que le gustaría representar, en resumen, los grandes impostores de la historia son a su vez los más grandes arquitectos de la personalidad, desde el bíblico Jacob que suplantó a su hermano para engañar a su padre ciego hasta los grandes impostores de los últimos siglos, Enric Marco, Victor Lustig, Anna Anderson por citar a algunos, sería muy interesante entrar en las vidas de algunos de estos pillos, además de interesante, divertido.
Digo lo anterior por que parece que hoy, en este tiempo nuevo y democracia nueva, algunos impostores parecen inmortales, no hay forma de derribar a reconocidos delincuentes de algunas posiciones de poder, puede usted decir y estar completamente seguro que hay un Senador de la República que le birló a los trabajadores mineros cincuenta y cinco millones de dólares, un sujeto taimado y abusivo está a punto de convertirse en candidato a gobernador, aunque pesen sobre el acusaciones que lo señalan como pervertido sexual.
¿que nos pasó? ¿Qué cambio se gesto dentro de nosotros? Los culpables de entonces, en el ahora y el aquí ya no serían culpables, no deberíamos señalarles sus pecados y perversiones, caramba señores ¿que nos pasa?
Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères
17 de febrero de 2021