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Esta profesión no da tiempo a que el pulso tiemble, y no por salvar una vida. No es cirujano, pero como si lo fuera, responsable de descubrir por qué causas murió la víctima, él respira a muerto, convive con muertos y duerme con muertos.

El practicante encargado del trabajo más sucio y macabro revela qué sucede ahí adentro, en la SEMEFO.

Antes de pasar el filo del bisturí sobre el tórax discretamente traga saliva y respira hondo.

Rodeado de heladas planchas que sostienen cadáveres desnudos cubiertos por sábanas rojiblancas, lo de menos es abrir el cuerpo, lo de más es cuando el médico forense –el que sólo da órdenes–, termina su reporte y se va.

Es entonces cuando silencio se apodera de la sala y del escalofriante proceso de lavar y suturar.

Para ‘matar el tiempo’ y no ser intimidado por la vidriosa mirada del muerto, recurre a los éxitos de Los Acosta o del Grupo Samurai.

En 20 minutos retira todo rastro de sangre para dar paso a la fase de hilvanar las tajadas.

La música lo distrae, reanima, despeja y hasta con ritmo realiza las puntadas.

Aclaro, no es familiar de Frankestein. Se llama Ciro, pero sin el apellido Peraloca.

Le apodan “Nereida” por el tema de Bronco (otro de sus grupos preferidos). Admite ser carnívoro: “el mole de guajolote, pipián, pozole, tacos de maciza y todo lo que lleve carne le entro”.

El aprietado, barrigón y atleta dominguero trabaja en horario de 24×24. Prácticamente vive con la muerte.

  • La primera vez es la más difícil, todavía recuerdo el rostro de una maestra de la UPAEP que “quedó” en un accidente. Un Ruta Azteca le dio en todita la madre, narra al reportero.

Integrante del Servicio Médico Forense, el practicante vela todas las noches junto con tres personas más: el médico forense, la trabajadora social y el vigilante.

Su tarea consiste en realizar necropsias, atender a familiares de las víctimas, recibir cadáveres e impedir el paso a extraños al SEMEFO (sobre todo el de la prensa).

Esta es una de las profesiones más espeluznantes para conocer la anatomía humana: “he trabajado con cadáveres en estado de descomposición, atropellados y gente machacada, pero aquí no hay chance de rajarte, se te arrugarán al principio, pero después te acostumbras a verlos en planchas y sin vida”.

Pero no es todo.

Con Marlboro en mano, temblando de frío, y no porque la temperatura lo marcara, confesó que los cuerpos se mueven: “cuando menos esperas estiran los dedos o las manos, dependiendo de cómo murieron es la forma de zarandearse”.

Ciro, el de bata blanca, casi casi como si se la hubiera heredado Clavillazo, agregó que el olor a muerto lo lleva siempre

  • ¿A qué hueles cuando hueles?
  • La verdad sí, tengo un hedor que no se quita, aunque estés en la calle, en el cine, bueno orita no por la cuarentena, pero cuando iba al zócalo, a comerme una cemita… pta donde sea lo huelo.

Hablando de gastronomía, si usted cree que sólo en las libros de ciencia ficción, los médicos comen a un lado del muerto, está equivocado: “una vez nos trajeron el cuerpo de una persona que perdió la vida de un plomazo en la cabeza, estábamos bien concentrados y en plena necro, y mientras el doc instruía corta aquí, saca allá, nos dijo: se me antojó una torta de rajas con tamal.

“La neta qué asco”.

Pero en fin, vayamos a otro punto, debe saber que cada trabajador tiene su cuarto, pero cuando no están ocupados y el sueño no los vence tienen TV con cable, regadera y baño; es más hasta PlayStation, bueno, al menos Ciro Castro “El Nereida”.

De cabello encrespado y no precisamente por frío o miedo, sino por el fuerte naturaleza, este practicante realiza su vida normal, desafiando al corazón con juegos de zombies.

  • ¿Eres, eres, ehhh, tienes pareja?
  • A wiwi

Explicó que cuando sale con la novia, siempre jala una botellita de perfume que se unta en las fosas (nasales) hasta para ir a ‘cascarear’.

  • Digo entiendo de que a mi edad (45) pienses que por pasármela jugando dudes de mi hombría, pero para no escuchar berridos, mejor le subo a todo y pienso que lo que pasa afuera es producto de mi imaginación.

Sentado en un sofá, afuera de las salas donde aguardan los muertitos, compartió algún par de historias: “no son muchas, pero son ciertas, la verdad, te acostumbras a vivir con estas madres”.

El policía del SEMEFO

“Mira, aquí vienen estudiantes a realizar su servicio social, y recuerdo que le tocó a una chava. Entrada la noche le dio hambre y calentó su comida en el micro (porque hasta eso tenemos), al pasar al comedor vio a un uniformado que vigilaba las ventanas.

“Era alto, vestía de azul, tenía el calzado enlodado y le daba la espalda; al saludarlo no contestó, sin embargo, con eso del cus cus y sentirse protegida, educada se le acercó… ah, pero cuando el tipo volteó se quedó lela al verle sus ojos negros, negros como la oscuridad, sin gorra y callado, según no dejaba de sonreír.

“Le ofreció un poco de comida, no respondió; todavía la ilusa para sentirse protegida, fue por una silla (de esas de aluminio) y le sirvió un plato de espagueti; no cruzaron palabras. La pasante comenzó a llenar cuidadosa de no hacer un tiradero un vaso con agua, pero antes de que terminara escuchó un ‘CU-ÍDA-TEEE’

“… cuando alzó la cabeza el azul ya no estaba”.

“Fue cuando le dio ñáñaras, pues la voz era gruesa y con eco. Al regresar a donde todos estábamos me describió al poli. Le expliqué que desde hace dos años dejaron de contratar a los uniformados, ahora todos son privados y están con ropa de civil.

“Terca, lo negó: ‘NO, en el comedor hay un policía’. ¡Pinche vieja necia!, nos dirigimos al lugar y nada, ni guardián, ni espagueti, ni vaso, ni plato, ni nada. Esa nena se quedó muda, pálida, blanca blanca, parecía gelatina, hasta se desmayó”.

El “toc toc” de la muerte

Ciro Guzmán siguió con su relato: “hay veces que te cansas de esperar a que llegue un muertito, y por mi mejor. Me metí a mi cubículo a leer una novela policíaca, y oí tres toquiditos en mi puerta. Dije pase, nadie pasó… ah pues seguí entrado (estaba re buena); y va de nuez: ¡me lleva!, ¡quién!, dije ya medio rudo.

“Total, me asomé por la ventana y nada. A los 10 minutos va de nuez, y ya encabronado me levanté y sólo vi las huellas de unos piecitos que terminaban en el depósito de cadáveres. N’ombre ¿pa’ qué le busco?, corrí y mejor me encerré”.

Ciro Guzmán (a) Nereidas ha tenido una agenda demasiado ocupada últimamente con esto de la cuarentena por coronavirus, razón por la cual se ha imposibilitado tener una entrevista exclusivamente sobre este tema, pero comenta que la situación es crítica, lo cierto es que se han intensificado los actos sin lógica. Se lo dejo de tarea…

Por: Arnoldo Márquez

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