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Toda programación y todo condicionamiento te llevan a ser un robot. Los hábitos sirven para cosas prácticas (capacidad de andar, de hablar un idioma, de conducir un coche…Etc.), pero para ver las cosas con profundidad, en el amor y la comunicación, los hábitos son como anestesiar la creatividad, lo nuevo, y no desear vivir el riesgo del presente.

Si el problema viene de tu programación, no puedes cambiar la vida y a los demás, sino desprogramarte o ver, por lo menos, claramente de dónde viene el problema. Si cambias y te abres a la realidad, verás cómo todo cambia a tu alrededor, pues era tu mente la equivocada, y al cambiar tu mente y abrirte a la realidad, cambiará tu manera de ver y de vivir llamando a cada cosa y situación por su nombre.

No hay más que distanciarse uno de sí mismo, “como Santa Teresa” y darte cuenta de cuándo actúa la programación en ti y cuándo eres tú mismo.

Al darte cuenta de tu programación y de cómo actúa a través de ti, ya te has disociado de ella, y ya no tiene fuerza sobre ti, ya no te puede, porque tú eres algo muy distinto a tu programación; ella no es más que una forma de expresión que usas por hábito, pero nada tiene que ver contigo.

Entonces, cuando observas esos hábitos, los tomas con humor: “¡Ya se me pasará!” Y entonces ya no estás molesto, porque a tu yo verdadero no lo afecta.

Si piensas con realismo, verás que el prójimo —igual que tú— es miedoso, infantil y egoísta. Y no es que lo sea, sino que es su programación la que hace que se muestre así; nadie te defrauda en la realidad. Es el juicio que tenías de la persona (de cómo debería ser) lo que te ha defraudado.

¿Culpas a tu programación?

No, no debes culparla, debes comprender.

Culparla sería como decir:

“El Diablo me incitó a hacerlo” o “Soy una víctima de la sociedad” en ambos casos estarías eludiendo tu responsabilidad.

Comprenderlo sería magnífico.

Esfuérzate por lograrlo.

Acepta tu responsabilidad, pero hazlo con inteligencia.

Se cuenta de un oso al que metieron en una jaula de seis metros de largo, que caminaba de un lado a otro, sin parar. Al cabo de un año le quitaron la jaula y el animal seguía paseando los mismos metros, ida y vuelta; incapaz de ir más allá.

Se había acostumbrado. Así, los hombres somos incapaces de salir del espacio de la programación.

Estamos adoctrinados y nos dejamos arrastrar, por las programaciones. Vivir libremente siendo dueño de uno mismo, es no dejarse llevar ni por persona ni situación alguna.

Saber que nada ni nadie tiene poder sobre uno ni sobre sus decisiones. Eso es vivir mejor que un rey, y saber oír esa hermosa sinfonía de la vida y disfrutarla.

Nos han programado para ser felices o infelices (según aprieten el botón de la alabanza o de la crítica), y esto es lo que te tiene confundido. Has de darte cuenta de esto, salir de la programación y llamar a cada cosa por su nombre.

SI TE EMPEÑAS EN NO DESPERTAR, NADA SE PUEDE HACER.

“No te puedes empeñar en hacer cantar a un cerdo, pues perderás tu tiempo y el cerdo se irritaría”

Ya sabes que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Si no quieres oír para despertar, seguirás programado, y la gente dormida y programada es la más fácil de controlar por la sociedad.

Estamos programados desde niños por las conveniencias sociales, por una mal llamada educación y por lo cultural.

Vivimos por ello programados y damos la respuesta esperada ante situaciones determinadas, sin pararnos a pensar qué hay de cierto en la situación, y si es consecuente con lo que de verdad somos: es una respuesta habitual y mecánica.

Tenemos programadas ideas convencionales y culturales, que tomamos como verdades cuando no lo son. Como la idea de patria, de fronteras y hábitos culturales que nos llevan a conflictos cuando nada tienen que ver con la verdad.

Lo que haces como hábito, te hace dependiente, porque te lo han programado.

Sólo lo que surge de dentro es tuyo y te hace libre.

Lo importante es el ser, y no el figurar. La verdad es que estamos tan metidos en esa programación que actuar con claridad de percepción, desde esa cultura, casi parece un milagro, y más si pretendemos reaccionar sin disgusto.

En la naturaleza no existen fronteras.

El honor, el éxito y el fracaso no existen, como tampoco la belleza ni la fealdad, porque todo consiste en una manera de ver de cada cultura. Es lo cultural lo que provoca esas emociones ante el nombre de patria, raza, idioma o pueblo. Son distintas formas de ver que están programadas en nuestra mente.

LA PATRIA ES EL PRODUCTO DE LA POLÍTICA. Y LA CULTURA ES LA MANERA DE ADOCTRINAR.

Son las resistencias que pone tu programación lo que te impide ser feliz.

De no tropezar con tu resistencia, ¿dónde estaría el dolor? Habría una armonía en ti, igual a la que existe en la naturaleza. Más aún, pues tú eres rey de esa naturaleza y dotado de una sensibilidad para captar la bondad, la felicidad y la belleza, que te hace creativo y capaz, no sólo de ser feliz, sino de dar amor-felicidad a manos llenas.

Con sólo observar todo esto ya estás dando un paso, para tu despertar. Todo depende de tu reacción, y ésta depende de tu programación; y si eres capaz de observar esto y comprenderlo, ya tendrás bastante.

Tienes que liberarte de tu historia y su programación para responder por ti mismo y no de personaje a personaje.

Solemos echar la culpa a la realidad y no nos queremos dar cuenta de que son nuestras reacciones programadas las que nos contrarían.

Tenemos unos hábitos inculcados, que funcionan como una maquinita automática: a tal pregunta; tal respuesta; a tal contrariedad, tal reacción.

 Y funcionarnos como autómatas.

Lo que más les preocupa a las personas programadas es tener razón. Tienen, miedo a perder sus ideas, en las que se apoyan, porque les da pavor el riesgo, el cambio, la novedad, y se agarran a sus viejas ideas porque están fosilizadas.

Tomado del libro: De la A a la Z.

Autor: Anthony De Mello

Adecuado y enviado por:

Juan De Dios Flores Arechiga.

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