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Es necesario sustituir al orden por un orden y no por el desorden y a la moral por una moral y no por la inmoralidad
Albert Caraco

Fernando Savater clasifica las diferentes épocas que ha vivido la humanidad destacando la profesión de sus personajes preponderantes: la era de los filósofos, de los guerreros, de los místicos, de los ideólogos, etc. Con toda razón, al siglo XXI lo denomina la era de los empresarios.

Superadas viejas querellas y en contraste con las tesis marxistas, hoy se considera que la plusvalía no es consecuencia de la explotación del trabajador para beneficio del patrón, sino producto del esfuerzo, la creatividad, los riesgos asumidos, la capacidad, entre otras cualidades de los hombres que han acumulado riqueza y, por lo tanto, se les considera impulsores del desarrollo y rescatistas de las naciones en crisis.

La peregrina idea de que México vive hoy una auténtica separación del poder político y el económico no deja de ser una populista baladronada de nuestro presidente. Nunca la ha habido y mucho menos en un país capitalista como el nuestro. Ciertamente, la relación entre ambos sectores ha tenido momentos buenos y malos, de entendimiento y coordinación, en los que se han alcanzado mayores niveles de desarrollo y mejoras en el poder adquisitivo de los mexicanos. Enfoquémonos a los casos de confrontaciones y cómo se superaron.

En los últimos años del presidente Cárdenas se dio, por diversas causas derivadas del nacionalismo revolucionario, un ambiente de tensión y desencuentros. Con gran sensibilidad política, se percibieron los riesgos y se enviaron mensajes de reconciliación. Además, la designación del sucesor recayó en Manuel Ávila Camacho y no en Francisco J. Múgica, como era de esperarse, por su afinidad ideológica. Ahí se inició una eficaz coordinación. Anotaría que no estuvieron ausentes notables perversiones, llegando a extremos de contubernio y complicidad para hacer negocios ilegales.

En el gobierno de López Mateos hubo algunas desavenencias, tal vez la más notoria fue la de los libros de texto gratuitos. Sin embargo, fueron superadas y se restableció una buena sintonía.

Con Luis Echeverría, debido principalmente a excesos verbales, se dio una fuerte fricción. El punto más álgido aconteció el 18 de septiembre de 1973, en el sepelio de Eugenio Garza Sada. La oración fúnebre pronunciada por Ricardo Margáin Sozaya constituye un valiente señalamiento al jefe del Ejecutivo que estoicamente escuchó los fuertes reclamos.

El último caso en este somero repaso corresponde a la expropiación de la banca, el 1º de septiembre de 1982, en un frustrado intento de José López Portillo por librarse de su culpa como causante de la crisis económica de ese año.

Vino después una continuidad en la política económica reconstituyéndose la mutua confianza. Nuevamente lo señalo: hubo excesos y desviaciones entre políticos y empresarios.

Hoy vivimos el más brutal enfrentamiento en medio de una profunda crisis. Álvaro Obregón decía que solo se comete el primer error, los demás son consecuencia. Fue un imperdonable desacierto de los empresarios que, habiendo sido recompensados económicamente al cancelarse el aeropuerto de Texcoco, se olvidaran del compromiso con todos los mexicanos. Demostraron una sumisión ante el autoritarismo de López Obrador, equivalente a arriar banderas con el consecuente inicio del agandalle mesiánico del presidente. El resto es historia.

Más allá de la pandemia, México vive hoy una preocupante zozobra. Ante una respuesta que debería consistir en un llamado a la concordia, se está utilizando como elemento distractor “una estrategia de la crispación”. Sorprende que quien tanto se esforzó por llegar a la presidencia abra tantos frentes en condiciones tan adversas.

Pelear es fácil, restañar heridas exige alta calidad humana y política. No la percibo. Lo peor es un ambiente de discordia y conflicto. Ojalá lo superemos. No por nosotros, sino por los que vienen.

Por: Juan José Rodríguez Prats

Correo: rodriguezpratsj@gmail.com

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