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Esas frases que hemos escuchado una y mil veces entre parejas rotas; entre personas que creían sentir amor y que han caído en la cuenta de que los lazos que las unen se parecen más a la costumbre, la conveniencia y/o la apariencia; o incluso entre aquellas que a falta de sinceridad prefieren utilizar esa fórmula que salvaguarda sus verdaderos sentimientos y que no se atreven a transformar en palabras. Pero también parece ser el mensaje el Presidente de México envía a España a través de las declaraciones en su usual conferencia matutina de este 9 de febrero 2022, que parecen extraídas de un mal chiste o pretenden ser el material para un meme.

Propone una pausa y explica que “vamos a darnos tiempo para respetarnos y que no nos vean como tierra de conquista. O sea, sí queremos tener buenas relaciones con todos los gobiernos, con todos los pueblos del mundo, pero no queremos que nos roben”. Estas declaraciones no me han causado la más mínima gracia y menos el hecho de saber que la fijación que nuestro mandatario tiene con España ha dado pie a transformar la que debería ser una relación consolidada entre dos naciones que conocen y entienden su pasado, su historia común y sus desacuerdos, en una “relación sujeta a una pausa” por falta de arrepentimiento de acontecimientos que datan de hace 500 años o se centran en tratos comerciales respecto de los cuales el jefe del Ejecutivo mexicano tiene su propia interpretación.

Arrepentiemiento y vergüenza deben causar los mas de 60 millones de mexicanos sumidos en la pobreza y que no saldrán de ella con estrategias populistas como un subsidio o una pensión, que dicho sea de paso no proviene del bolsillo del presidente sino que representa el esfuerzo de los mexicanos que pagamos impuestos y contribuimos al sostenimiento del país.

Hay mucho por hacer y muchas conferencias que dar, pero no para exigir de España una disculpa sino para reclamar nuestras propias víctimas, nuestros propios muertos, nuestros propios desaparecidos; esas periferias humanas que preferimos ignorar, esas desigualdades que se han vuelto imperceptibles a nuestros ojos. La cifra negra del delito según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2021 es de 93.3%. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en el año 2020 el 52.8% de la población contaba con un ingreso inferior a la línea de la pobreza y un 17.2% por debajo de la línea de la pobreza extrema. Transparencia Internacional en su Índice de Percepción de la Corrupción coloca a México en el lugar 124 de 180 países con una calificación de 31/100 puntos, a la par que Níger, Gabón y Papúa Nueva Guinea. World Justice Project en su medición del Estado de Derecho” relativo a América Latina y el Caribe ubica a México solamente por encima de Honduras, Bolivia, Nicaragua, Haití y Venezuela. Reporteros sin Fronteras califica a México como el país más mortífero para periodistas, por encima de Irak, India, Pakistán y Afganistán. El Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) reporta que a la fecha hay 90,148 personas desaparecidas en México; cantidad que supera la capacidad del Estadio Azteca.

Estas cifras son solo algunos ejemplos del cúmulo de problemas que enfrentamos como país. Detrás de los números hay injusticia, corrupción, impunidad y desigualdad. Este encontronazo con nuestra propia realidad y las alternativas para mejorar, son las cuestiones que deben ocupar nuestro tiempo y nuestra energía. No es cuestión de “tener otros datos”, sino de tener la voluntad y compromiso de actuar y hacer lo que a cada uno le corresponda; no se trata de una tarea individual, ni de una cruzada personal, es una labor que corresponde a todos los que llevamos a México en la sangre y en el corazón.

Podemos pausar nuestra relación con el mundo entero, pero el espejo en el que tenemos que mirarnos va a reflejar la misma triste realidad, esa de la que se pretende huir con cortinas de humo, con distractores o con comunicaciones epistolares y mensajes verbales indignos de la nación que pretendemos ser.

El vínculo bilateral entre México y España no solo debe interpretarse a la luz del pasado; implica también un presente y una realidad: la Unión Europea. La diplomacia y la política exterior de México deben trazarse más allá de una percepción subjetiva que permita estrategias y alianzas convenientes para el desarrollo de nuestra patria que se encuentra asolada por la delincuencia, la violencia, la inseguridad, la pobreza, la ignorancia y la corrupción.

Las relaciones respetuosas y fraternas que espero y deseo para México son las que logremos construir entre nosotros, los mexicanos. La paz, la vida y la libertad son valores que tenemos que aprender a consolidar en “el aquí y el ahora” y una vez que nos hagamos conscientes de nuestra propia realidad, podremos intentar dibujar nuevas realidades a nuestro alrededor. 

Por: María Graciela Pahul Robredo

gpahulr@gmail.com

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