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Cada Semana Santa invariablemente vienen conmigo una serie de reflexiones, no es que sea muy religioso, de hecho mi catolicismo es más o menos sobrio, confesión que por cierto no me enorgullece, quisiera saber más, quisiera entender mejor, tengo sensibilidad y los pensamientos encontrados, he guardado en mi intimidad casera algunos sentimientos singulares acerca de esta celebración, puede ser que yo no entienda a quienes se dicen ateos, aunque los respeto, no me agrada que desde su posición ofendan a los creyentes de verdad, cada quien tiene derecho a creer y pensar lo que le parezca correcto.

Dice Machado (el poeta de La Saeta) que prefiere al Jesús que anduvo en la mar, en vez del que padeció en el madero, a Serrat y a mi nos parece correcto, aunque el Señor del Madero trasciende más, aunque nos guste más el Cristo de la resurrección, aunque muchos como yo no lo entendamos, la Iglesia les llama misterios y nos sugiere creerlos sin cuestionarlos, así me lo enseñaron mis padres y los hombres de fe que me educaron en el colegio.

El asunto es que una Semana Santa como ésta, no es igual, las vacaciones y los esperados días de asueto de nuestra infancia y adolescencia como los de nuestra posterior vida laboral ahora no son lo mismo, la pandemia que vivimos nos tiene confinados y en resguardo, con algunas ventajas, ya no tendremos que ver las películas de siempre en el cine, Ben Hur, El Manto Sagrado, Rey de Reyes, Sansón contra Dalila (la primera película feminista de la historia cinematográfica) y un gran etcétera alucinante y aburrido, desde muchos años atrás los ejercicios espirituales dejaron de ser “casi obligatorios” las misas más largas del año, y las denominadas fiestas de guardar a la que infantes y adolescentes fuimos sometidos, ahora tenemos Netflix, Amazon (Prime Video) libros de lo más diverso, juegos de computadora y muchas cosas más.

No se vayan a creer que soy un hereje libertino, es probable que en alguna ocasión haya sido algo más que eso, pero la verdad, esa que es solo mía, hasta hace muy poco, proporcionalmente a la edad que cargo, lo más aburrido y tedioso del año era la Semana Santa que ha cedido su lugar a la temporada de elecciones, dicho sea esto por las razones más diversas, los debates, hace mucho dejaron de ser interesantes, prefiero hacer un Vía Crucis callejero, que cada una de las estaciones ( caídas les llaman) se hagan en diferente iglesia y a pie, lo mas grave de este peculiar y engorroso asunto es que según mi aritmomanía personal (trastorno obsesivo compulsivo) nos faltan más de mil seiscientas horas para depositar nuestros votos más lo que se acumule por quejas e impugnaciones, que flojera me da.

No sé si alguien concuerde conmigo, prefiero regresar a los templos que volver a los mítines, yo no tengo grandes problemas con los ministros de culto, la verdad es que solamente hubo una vez en que un sacerdote me hizo sentir incomodo durante una confesión, por el contrario recibí grandes enseñanzas de muchos de ellos, cuando por alguna razón me aburría una homilía (nosotros le llamábamos sermón) me distraía pensando en otras cosas, la verdad es que ahora sin ser irreverente voy a hacer la virtual la visita de las “Siete Casas”, va a ser un Jueves Santo extraordinario, visitar siete iglesias de distintas partes del mundo, maravilloso, aviso que voy a omitir cualquier cosa que tenga que ver con la Pasón de Iztapalapa (nunca me ha gustado) y descansar algunas semanas de “mañaneras” con sus réplicas y voy a leer un par de libros por semana.

No se si alguien que escuche o lea este breve monologo este de acuerdo conmigo, si no lo está tiene mi permiso para criticarme y cuestionarme, le ofrezco renunciar por esta vez a ejercer cualquier derecho de réplica.

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

alfonsodiazordaz@gmail.com

31 de marzo de 2021

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