Es ya tiempo de que México, en esto como en todo, vuelva a la autenticidad, recobre el sentido de su orientación propia e irrenunciables caminos
Manuel Gómez Morin
Miguel Estada Iturbide, uno de los fundadores del PAN, escribió: “Se trata, fundamentalmente, de condenar un estilo de política, de señalar las lacras, las deserciones, los errores de la autoridad, de eso se trata efectivamente, pero de algo más que la simple condenación y crítica (…) se trata y eso queremos que el pueblo tome conciencia de que todas esas lacras y esos vicios tienen remedio (…) el que el pueblo mismo debe y va a poner (…) tenemos fe en los valores superiores, por eso tenemos fe en el pueblo de México (…) pedimos que cada hombre tome conciencia de su condición humana”.
La pertinencia de estas reflexiones es incontrastable. Vivimos un momento peligroso de crispación social. No falta ningún ingrediente para concluir que nuestra crisis es tal vez la más grave de nuestra historia como nación independiente. Sin embargo, la mayor amenaza es el estado de ánimo de los mexicanos. Está harto de las malas noticias de toda índole. Hay miedo e incertidumbre, una profunda desconfianza de unos y otros y, cada vez más, de la autoridad que debiera ser la primera en inspirar credibilidad.
En este escenario, hay dos eventos en el corto plazo. La revocación del mandato presidencial y la reforma al servicio público de energía eléctrica.
Estoy convencido que el ejercicio de democracia directa es totalmente intrascendente, distractor y demagógico, además de no tener sustento jurídico. No debemos participar en esa farsa. En el remoto caso de que se optara por la revocación, entraríamos en un callejón sin salida. Y si utilizando todo tipo de maniobras se aprueba la inconstitucional ratificación, sería instrumento de una campaña en el intento de corregir el deterioro de la imagen presidencial.
La batalla hay que darla en el otro asunto, la cacareada y por décadas discutida reforma de la CFE.
Ya lo hemos dicho. La electrificación de México fue iniciativa de los particulares, mayoritariamente extranjeros. Por sus diversos usos se considera servicio público con las siguientes características: de calidad, sin interrupciones, sin variaciones en el voltaje, a precios accesibles y sin daños al medio ambiente. La iniciativa que se discute no garantiza estas exigencias. Si este cambio se concreta, el daño para México será descomunal, principalmente porque una vez más se confirmará que no vivimos en un Estado de Derecho. Peor imposible.
La responsabilidad recae en el Poder Legislativo. Soy un convencido de la democracia representativa, por la que ha optado nuestra ley fundamental. Confío en que no se apruebe ese adefesio normativo. Debemos exigir, como corresponde a una buena división de poderes, que los grupos parlamentarios actúen con responsabilidad y patriotismo.
Discúlpenme la frecuencia de citas, pero hay dos pensamientos que no resisto la tentación de transcribir. Joseph Gustav Droysen escribe: “En el mundo político rige la ley del poder, como en el físico la ley de la gravedad”. Barry Barnes señala: “El poder es algo, como la gravedad o la electricidad, cuya existencia se nos demuestra por sus efectos y, por tanto, siempre hemos considerado más fácil describir las consecuencias que identificar la naturaleza y la base”.
La historia ha demostrado una y otra vez que la prudencia es esencial en la política. Todos somos responsables de practicarla con el mayor esmero y convicción. Los organismos internacionales nos están calificando como un régimen híbrido. Para que seamos una democracia se requiere ánimo ciudadano y nivel cultural además de un ambiente propicio al acuerdo. La deliberación sensata y propositiva debe prevalecer. No hay mayor agresión a la democracia que cuando se humilla al ciudadano y eso acontece cuando se viola la ley. Esta es consecuencia de la voluntad general. Es el primer debe que asume el gobernante.