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El que es ejecutivo debe comprender a fondo estas dos cualidades. Si sabe el modo de hacer lo primero y evitar lo segundo, entonces habrá alcanzado el Camino del Ejecutivo.

Y lo correcto y lo incorrecto no son otra cosa que el bien y el mal. Pues, aunque no niego que exista una diferencia clara entre estos términos, hacer lo correcto y hacer el bien es difícil y se considera cansado, mientras que hacer lo incorrecto y hacer el mal es fácil y divertido. De esta manera, la mayoría de las personas se inclinan a hacer lo incorrecto o el mal y tiende a desagradarles hacer lo correcto y el bien. Pero ser así de inestable y no diferenciar lo correcto de lo incorrecto es contrario a la razón. El que comprende esta distinción y, a pesar de ello, hace lo incorrecto, no es un ejecutivo como es debido, si no una persona tosca e inculta, y debe ser eliminada de las filas de la organización para proteger a esta.

La causa de lo incorrecto y del mal es la poca capacidad de autocontrol. Aunque esto quizá no parezca tan grave, si examinamos su origen, descubrimos que arranca de la cobardía. Por esta razón, yo mantengo que es fundamental que los ejecutivos se abstengan de lo incorrecto y se ciñan a lo correcto. Y es importante que inculquen este principio en el entramado de su organización.

Por ejemplo, en la cuestión de hacer lo correcto hay tres grados. Tomemos el caso de un hombre que hace un viaje de negocios y se aloja en la misma habitación que un compañero suyo que lleva encima varios miles de dólares. Para evitar el riesgo de llevar el dinero encima, el compañero guarda el dinero en la caja fuerte de la habitación sin que lo sepa nadie más que aquel hombre. Luego durante su estancia el compañero muere de un ataque al corazón. Sin que nadie sepa nada del dinero, por pura simpatía y compasión y sin un solo mal pensamiento, el hombre informa inmediatamente a los parientes de su compañero y les devuelve todo el dinero. He aquí un hombre que hace en verdad lo correcto.

En el segundo caso suponed que el compañero que deja el dinero solo tuviera algunos conocidos y no tuviera trato intimo con nadie. En este caso, nadie sabría nada del dinero que había guardado y, por ello, no es probable nadie hiciera averiguaciones. Y si el otro no anduviera muy bien de dinero, podría considerar que se trataba de una ganancia inesperada por su buena suerte y creer que no tendría nada de malo callarse y quedárselo. Pero entonces podría albergar una vergüenza repentina por a ver albergado una idea tan corrupta y devolvería el dinero enseguida.

He aquí un hombre que hace lo correcto motivado por la vergüenza que surge de su propia mente.

PRINCIPIOS PERSONALES

Y también existe el caso en que alguien de la casa del compañero, un miembro de su familia o uno de sus colaboradores, conoce la existencia del dinero. Por ello, siente vergüenza por lo que pueda pensar esa persona o por lo que se pueda decir de él en el futuro, y por eso lo devuelve. He aquí un hombre que hace lo correcto movido por la vergüenza debido a la opinión que los demás tengan de él.

Por tanto, hablando en general, la regla para la practica de la conducta correcta es que en primer lugar debemos sentir vergüenza ante la opinión de nuestra familia y amigos.

A continuación, debemos sentir vergüenza ante el desprecio de nuestros conocidos y de los desconocidos. De esta forma, nos apartaremos de lo incorrecto y haremos lo correcto.

Esto se convertirá a su vez en un hábito, y con el tiempo adquiriremos la disposición a preferir lo correcto y a aborrecer lo incorrecto.

Libro “El Ejecutivo Samurai”

Don Schmincke

Por: Juan de Dios Flores Arechiga.

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