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Descubran por sí mismos esa cosa tan extraordinaria, esa acción total.

¿Existe una acción que no sea el resultado de la elección de la imaginación, de la decisión? sino que consista en sentir la acción en su totalidad. Yo digo que existe. Tal como vivimos ahora, el gobierno hace una cosa, el hombre de negocios hace otra, el religioso, el erudito, el científico, cada uno hace cosas diferentes, con lo cual están en contradicción, y no es posible superar estas contradicciones porque tratar de superar una contradicción sólo crea más tensión. Lo más importante para la mente es comprender la acción en su totalidad, es decir, sentir que la acción no nace de una decisión, igual que uno siente una maravillosa puesta de sol, una flor o un pájaro en vuelo, lo cual requiere investigar en el inconsciente sin esperar ninguna respuesta positiva. Si uno es capaz de no quedar atrapado en las necesidades apremiantes de la vida, en lo que debe hacer mañana, entonces verá que la mente empieza a descubrir una manera de actuar en la que no hay contradicción alguna, una acción sin opuestos. Hagan la prueba, pruébenlo mientras regresan a sus casas, mientras estás sentados en el autobús; descubran por sí mismos esa cosa tan extraordinaria, esa acción total.

Como todos saben, la tierra no es comunista, ni capitalista, no es hindú ni cristiana, no es suya ni mía. Existe un sentir que cubre la totalidad de la tierra, la belleza, extraordinaria fuerza de la tierra, pero sólo es posible sentir ese esplendor de lo total cuando uno no está comprometido con ninguna cosa.

De la misma manera, sólo es posible sentir la acción total cuando uno no está comprometido con una actividad concreta, siendo altruista y haciendo buenas obras, involucrándose con este o aquel partido, con esta o aquella creencia o ideología. Todas estas acciones son en realidad una forma de actividad egocéntrica. Si uno no está comprometido, entonces verá que la mente consciente, aunque participe en acciones concretas puede dejar de lado esa acción de inmediato y, desde la negación, puede investigar en el inconsciente, los verdaderos motivos, las contradicciones ocultas, las ataduras tradicionales y los impulsos ciegos que generan los problemas en lo inmediato. Una vez que se comprende todo eso, uno puede ir mucho mas lejos, entonces es capaz de sentir la belleza y la plenitud de un árbol, esa acción total en la que no existe ninguna respuesta contradictoria ni contrasentido.

Pienso que hay una diferencia entre un ser humano y un individuo. Un individuo es una entidad local que vive en un determinado país, que pertenece a una determinada cultura, a una determinada sociedad y religión, etc.

Un ser humano, sin embargo, no es una entidad local, ya viva en América, Rusia, China o aquí; creo que debemos tener eso en mente mientras dialogamos juntos. Así pues, ¿qué se supone que debe hacer un ser humano? Si un ser humano comprende la totalidad de este problema y actúa, entonces el individuo tiene relación con esa totalidad; sin embargo, si el individuo se limita a actuar en una pequeña parcela de este extenso campo de la vida, en ese caso, su actividad no tiene relación alguna con el todo. Por tanto, uno debe tener muy presente que no nos estamos refiriendo a una parte, sino al todo, a la totalidad del ser humano, esté en África, Francia, Alemania, aquí o en cualquier lugar. En lo grande está lo pequeño, pero en lo pequeño no está lo grande. Estamos hablando del individuo y el individuo es lo pequeño, está condicionado, desdichado, frustrado y en continuo descontento, se satisface con pequeñeces, con sus pequeños dioses, sus insignificantes tradiciones, etc. El ser humano, en cambio, se preocupa por el bienestar total, por la totalidad de la desdicha y de la confusión. Una vez qué este punto esté completamente claro, entonces podemos preguntar: ¿qué debe hacer el ser humano?

Al ver esa enorme confusión, ese desorden, brutalidad, guerras, esas interminables divisiones religiosas, nacionalismos, etc., ¿qué debe hacer un ser humano cuando se enfrenta a todo esto? Me pregunto si alguna vez se han hecho esta pregunta o si sólo les interesa su pequeño problema particular. No digo que no sea importante, sino que ese pequeño problema, por insignificante, inmediato o urgente que sea, está relacionado con la totalidad de la existencia humana. Uno no puede separar su pequeño problema individual de la totalidad de los problemas humanos de la vida, y como todos los problemas familiares, religiosos, pobreza; están relacionados en un problema particular que carece de sentido.

Así pues, es necesario considerar al hombre como un todo, y cuando el hombre se encuentra cara a cara con este terrible reto, no solo en lo externo sino también en su consciencia, entonces la crisis no está solo fuera en el mundo exterior, si no también dentro de la misma conciencia; en realidad no están separados. Creo que no tiene sentido dividir el mundo en exterior e interior, porque ambos están relacionados entre si y, por tanto, no puede dividirse. Sin embargo, para comprender todo este movimiento, este proceso unitario, uno tiene comprender con objetividad no sólo los sucesos externos; las diversas crisis que padecemos, sino también las crisis y los retos internos del campo de la conciencia. Al afrontar esta cuestión, como lo estamos haciendo ahora, estoy seguro de que más de uno se preguntará: ¿que está sucediendo?

Es una tarde está muy hermosa, ¿verdad? El sol brilla sobre las hojas y las envuelve de una luz delicada, las ramas se mecen con suavidad y el resplandor del sol poniente se abre paso a través de las hojas y del bosque. Curiosamente, toda a esta belleza no tiene relación con nuestra vida cotidiana, la ignoramos, no la miramos, y si lo hacemos, sólo es con una mirada rápida mientras seguimos con nuestro problema particular, ¡con nuestra interminable búsqueda de nada! ¡Somos incapaces de mirar la luz sobre estas hojas, de escuchar a los pájaros o de ver con claridad y por nosotros mismos —no de manera fragmentada ni desde el aislamiento— sino desde la totalidad de la existencia humana! ¡Espero que no piensen que me estoy poniendo romántico al mirar esa luz! Pero, como saben, sin pasión, sin sentir, uno no puede hacer nada en la vida. Si uno siente profundamente la pobreza, la suciedad, la miseria, el deterioro que hay en este país, la corrupción, la ineficacia, la espantosa insensibilidad alrededor nuestro y de la cual no somos conscientes, y si también utilizamos esa pasión cuando miramos las flores, los árboles, el sol que se filtra entre las hojas, entonces veremos que no hay nada separado.

Si no puede ver la luz que brilla sobre esas hojas y deleitarse con eso, ni sentir pasión en ese deleite, entonces me temo que tampoco sentirá pasión al actuar; sin embargo, es necesario que haya acción, no interminables teorías y discusiones. Cuando uno afronta este enorme y complicado problema del descontento humano, de la búsqueda humana, de ese anhelo humano de algo que está más allá de la estructura del pensamiento, uno debe tener pasión por descubrir. Sin embargo, la pasión no es un proceso del pensamiento; la pasión es algo nuevo en cada minuto, es algo vivo, vital, rebosante de energía, mientras que el pensamiento es viejo, viene del pasado, está muerto. Ningún pensamiento es nuevo porque el pensamiento es el resultado de la memoria, de la experiencia, del conocimiento, los cuales pertenecen al tiempo, que es pasado. De ese pasado o regresando a ese pasado no puede nacer la pasión, no es posible revivir algo que está muerto o tener pasión por algo muerto.

Para comprender hasta el final el extraordinario movimiento de la vida, el cual es relación, acción, uno debe tener esa libertad que sólo llega cuando entrega su mente, su corazón y todo su ser.

Como saben, cuando uno ama algo —uso la palabra amor en su sentido total, no me refiero al amor de Dios o del hombre, al amor profano o divino; esas divisiones no son amor en absoluto–, cuando uno ama, entrega su mente y su corazón, eso no significa que se comprometa con algo, lo cual es por completo diferente.

Sin entrego mi mente, mi corazón, y me comprometo con una acción determinada, ya sea sociológica o filosófica, comunista o religiosa, eso no es entregarse, eso es solo convicción intelectual, la sensación de estar siguiendo algo que uno debe hacer para mejorar, mejorarse a si mismo, a la sociedad, etc. Les hablo de algo totalmente diferente.

Cuando uno entrega su corazón, es consciente de absolutamente todo lo que está en el ámbito de esa comprensión. Hagan la prueba cuando quieran; espero que lo estén haciendo a hora mismo, a medida que escuchan lo que se está diciendo. El hombre que dice “lo intentaré” está perdido porque el tiempo no existe, únicamente existe el ahora. En caso de que lo estén haciendo en este momento verán que, si entregan su corazón, eso es una acción total, no es una acción fragmentaria, forzada, ni una acción con forme a determinado patrón modelo o fórmula. Si entrega todo su corazón a algo verá que lo comprende de inmediato, al instante, lo cual no tiene nada que ver con el sentimentalismo, la emotividad o la devoción; todo eso es demasiado pueril. Para entregar el corazón se necesita inmensa comprensión, energía, mucha claridad, y uno no puede ver con claridad si no esta libre de su tradición, autoridad, cultura, civilización y de todos los modelos de la sociedad. No se trata de escapar de la sociedad, de retirarse a las montañas o ser ermitaños si quiere comprender la vida; todo lo contrario. Para comprender hasta el final el extraordinario movimiento de la vida, el cual es relación, es acción, uno debe tener esa libertad que solo llega cuando entrega su mente, su corazón y todo su ser. En este estado hay comprensión, y cuando hay comprensión no hay esfuerzo; es un acto instantáneo.

Lo que intento transmitir es que existe una acción en la cual no interviene la idea y, por tanto, no es el resultado del mecanismo de la memoria. Esa acción es directa, libera enorme energía y uno necesita esa enorme energía para descubrir la verdad, para descubrir lo que está más allá de las limitaciones que el hombre se ha impuesto a sí mismo, más allá de las cosas producidas por la mente.

Si la mente es capaz de escuchar, de ese mismo escuchar nace una mente excelente y de esa mente puede surgir la acción.

Me parece muy importante comprender la cualidad de la mente y sacar la máxima excelencia. La mayoría no estamos interesados en la excelencia de la mente, sólo nos interesa lo que debemos hacer. La acción se ha convertido en algo mucho más importante que la cualidad de la mente; sin embargo, para mí, la acción es secundaria. Si me permiten expresarlo la acción no importa, no es lo importante, porque una mente excelente es asombrosamente creativa, y por tanto de esa asombrosa creatividad surge la acción correcta, una acción que cambia el “hacer es ser” por “SER es hacer”.

A la mayoría la acción nos parece vital, importante, y, debido a eso, nos quedamos atrapados en ella, pero por mucho que lo parezca el problema no es la acción. A casi todos nos preocupa cómo vivir, qué hacer en ciertas circunstancias, si optar por este o aquel partido político, etc. Si observan verán que por lo general nuestra búsqueda se centra en averiguar cuál es la forma correcta de actuar y, por eso, aparece la ansiedad, la persecución de conocimientos o la búsqueda de un gurú. Buscamos para saber qué debemos hacer, y esta forma de afrontar la vida conduce necesariamente a un gran sufrimiento y una gran desdicha, a la contradicción no sólo dentro de uno sino también en lo social, que por fuerza genera frustración. Para mí, la acción inevitable cuando uno está con lo que es, o sea, escuchar es en sí mismo un acto de humildad. Si la mente es capaz de escuchar, de ese mismo escuchar nace una mente excelente y de esa mente puede surgir la acción. Mientras que, sin esa excelencia de la mente, sin esa extraña y asombrosa cualidad creativa, el simple buscar cómo actuar conduce a la mezquindad y a la superficialidad de la mente y del corazón.

No sé si han advertido cómo a la mayoría nos preocupa lo que debemos hacer. Probablemente nunca hayan experimentado esa cualidad de la mente que percibe de inmediato la totalidad, estado en el que la percepción misma de la totalidad es su propia acción. Creo que es importante comprender esto porque nuestra cultura nos ha hecho muy superficiales, imitadores, esclavos de la tradición, incapaces de tener una visión amplia, profunda, porque la acción y los resultados rápidos han segado nuestros ojos. Observen su propia mente y verán que les preocupa cómo deben actuar. Esta constante actividad de la mente centrada en lo que deben hacer sólo conduce a pensar de forma muy superficial; sin embargo, si la mente se interesa por percibir la totalidad, no “cómo” percibir la totalidad, “que” método usar, lo cual de nuevo significa estar atrapados en la acción rápida, entonces verán que en ese interés nace la acción, y no al revés.

VER, PERCIBIR, COMPRENDER ES ACCIÓN.

Escuchar, al igual que ver, es actuar.

Así pues, ¿es posible ver algo de forma tan directa que el mismo acto de ver implique una acción en el presente? Seguramente si uno está sentado delante de un árbol, mirándolo, hay cierta distancia entre el árbol y uno. La distancia y el espacio son tiempo, ir desde donde uno se encuentra hasta ese árbol lleva tiempo, un segundo, dos segundos. De igual manera, entre uno, el observador, y la cosa observada existe un intervalo de tiempo, pero ¿por qué existe ese intervalo de tiempo? Existe porque uno está mirando el árbol con el pensamiento, con la memoria, con el conocimiento, con la experiencia, con la información botánica; por tanto, no está realmente mirando el árbol, es el pensamiento quien lo mira, ¿no es así? De modo que la relación entre uno y el árbol es la relación con la imagen que uno tiene de ese árbol; no hay contacto directo con el árbol. Sólo cuando hay contacto uno se relaciona, y únicamente puede haber contacto cuando no interfiere ninguna imagen, lo cual significa ninguna ideología, ESO ES ACCIÓN.

La libertad es acción que surge en el instante que uno ve. A hora bien, ver es también escuchar, es decir, escuchar sin el intervalo de tiempo. Es muy sencillo si uno lo sabe hacer, y uno debe saber como hacerlo, de lo contrario la mente, se deteriora, se embota, queda atrapada y condicionada por una ideología y, por consiguiente, no puede tener claridad. Como decíamos, mientras exista un intervalo de tiempo. Oyen esta afirmación, pero no escuchan. Hay una diferencia entre “oír” y “escuchar”; uno puede orí palabras e, intelectualmente, creer que las entiende y luego preguntar.

“¿Como puedo, después de oír estas palabras, convertir esas palabras en acción?”

¡Las palabras no se pueden convertir en acción! Traducimos esas palabras a pensamientos, a una determinada ideología para conseguir un modelo y actuar de acuerdo a ese modelo. A hora bien, escuchar significa que no existe un intervalo de tiempo; por eso, escuchar, al igual que ver, es actuar.

La acción no está separada de la comprensión, de la percepción o del aprender.

Del libro: La vida es acción.

Autor: J. Krishnamurti.

Enviado por:

Juan de Dios Flores Arechiga.

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