Lo que define a un tipo de hombres no es su religión ni su técnica ni nada, sino su derecho
Marcel Mauss
¿Por qué en la entrega anual de los premios Nobel no se incluye la materia jurídica? ¿Por qué no se premia a un jurista por una buena iniciativa de ley o a un juez por emitir una buena sentencia o a un abogado por defender un caso justo? Una posible respuesta es que el derecho no se inventa, se descubre. Me atrevería a decir que, así como el idioma, es algo que se va cuajando lentamente en la sociedad, haciéndose hábito y costumbre. Además, cumplirlo o hacerlo cumplir es un deber. No hay nada de heroico ni de excepcional. Al final de cuentas, la normalidad es la que genera su normatividad.
Nuestro caso es distinto. Hemos hecho leyes pensando en los ideales y soslayando los hechos. Soñamos con la Constitución. Por eso, nuestros ordenamientos son abigarrados, confusos, tortuosos, contradictorios y casuísticos, además de tener un notorio déficit de sentido común. Resulta difícil creer que así seamos los mexicanos, pero sin duda constituye un factor sustancial de nuestra cultura.
Un buen ejemplo es la reforma política en la Ciudad de México. Tuve diversos cargos en el gobierno del entonces Distrito Federal. He sido testigo de su evolución y he percibido un persistente deterioro en su gobernabilidad y en su gobernanza, en perjuicio de sus habitantes.
En 1928 se le concibió como Distrito Federal, bajo la responsabilidad del presidente de la República (en ese entonces, Plutarco Elías Calles), quien a su vez la delegaba en un jefe de gobierno denominado regente. Cometo una herejía. Con ese método, la designación recayó en personajes de cualidades políticas muchas veces superiores a los que han arribado en los años recientes en un aparente proceso democrático. Nadie en su sano juicio podría afirmar que a Claudia Sheinbaum la eligieron los ciudadanos y no el dedazo de AMLO.
De 1928 a 1997 hubo continuidad en los gobiernos. El cambio democrático fue un punto de disrupción de acuerdo con una arraigada mentalidad de que, al arribar a un cargo, hay que desechar todo lo anterior y empezar de cero. El viejo complejo adánico de “conmigo inicia la historia”. Desde el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas se empezó a desmantelar la Comisión de Vialidad y Transporte Urbano del DF, que cada sexenio mejoraba el Sistema de Transporte Colectivo y agregaba nuevas líneas al Metro. Además de los ejes viales,
En el gobierno de Luis Echeverría se crearon las delegaciones. Sus titulares eran nombrados por el presidente, a propuesta del regente. Me tocó ser uno de ellos en la administración de Carlos Hank González. Todos los lunes nos reuníamos con los más altos funcionarios del gobierno de la ciudad. Fui testigo de muchas renuncias, sin mayores trámites, por negligencia o corrupción. Hoy, cada alcaldía puede ser identificada por el grupo o el jefe que la maneja. Los niveles de descomposición son escandalosos y el deterioro de los servicios es palpable. La impunidad campea.
La Asamblea Legislativa ha sido un gasto inútil. Me gustaría que alguien me mencionara alguna aportación que justifique su existencia. ¿Alguien recuerda la Constitución de la CDMX que elaboró una asamblea constituyente y que en su momento fue objeto de severas críticas?
Hemos sobrevalorado la democracia. Se desarticuló el gobierno de una ciudad y se resquebrajó la línea de mando. Me asombra la reciente reunión de un grupo de alcaldes de oposición dispuestos a formar un frente común contra la jefa de gobierno.
Soy enemigo de la centralización del poder, pero con el mismo fervor me opongo a la descentralización desordenada que resulta peor. Aun no consolidamos nuestra democracia representativa y ya deseamos implantar una democracia directa. No es tan solo un problema nuestro, con la globalización y los recientes acontecimientos, la agenda política es otra. Sin embargo, revisemos con más responsabilidad nuestra tarea. Cambiar por cambiar puede ser suicida.
Por: Juan José Rodríguez Prats