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Pensando en ti siempre…

Septiembre 2015

Ocurrió durante una oscura y lluviosa noche de septiembre 11.

El taxi donde viajaba una enfermera fue rodeado por dos vehículos de los cuales descendieron alrededor de ocho sujetos que comenzaron a golpear la unidad.

Le asestaron un batazo al cristal trasero, intentaron entre todos voltear el vehículo.

  • Me lleva, ¡sujétese señorita!
  • ¿Qué pasa?
  • Nos quieren asaltar, ¡el cinturón…!

El operador se puso en contacto por radio no sé con quien, pero nadie llegaba; puse el seguro de la puerta.

Los minutos se hacían eternos.

Rompieron el vidrio hasta que escuché una sirena, era una patrulla de la policía estatal.

Fueron perseguidos, se agarraron a golpes, hubo disparos y al final de todo silencio.

Estaba temblando.

El conductor volteaba a todas partes, seguía lloviendo, el parabrisas había sido estropeado.

Una sombra se interpuso en la luz, era Alejandro, nos había salvado del atraco…

Septiembre 2010

Era el turno nocturno

Lo conocí en una cafetería, estaba sentada con unas amigas del hospital bebiendo un poco de té cuando de repente bajó de su patrulla con su colega y pidió un capuchino para llevar.

De ojos castaños, pestañas grandes, tez apiñonada, alto, cabello oscuro, nariz respingada, su voz es suave…

Era policía, yo enfermera del hospital que estaba frente al nosocomio Ángeles de Puebla.

Dicen que el amor a primera vista no existe, pero el nuestro lo fue. Ambos quedamos flechados esa vez.

Él es hombre de pocas palabras.

Esa noche llovía, hacía frío, pidió un chocolate caliente y me lo llevó hasta la mesa.

  • Hola, espero sea de tu agrado
  • Ehhh, gra-gracias. Sofía, soy Sofía
  • Buenas noches a todas, ¿trabajas cerca?
  • Sí, acá en el Ángeles…
  • Mira qué bien, porque creo que se me subió la presión

Todas mis compañeras mi hicieron burla…

En eso, su radio portátil sonó con una serie de señales en clave a lo que respondió y se disculpó.

  • 10-4, unidad 068 va en camino, cambio
  • Lo siento, acaba de salir una emergencia, queda pendiente va?
  • De acuerdo, sonreí.

Así comenzó nuestra historia.

Aunque por los cambios de turnos pocas veces dormíamos juntos (en la noche), por las mañanas nos dábamos nuestro tiempo, pero debo ser sincera, yo acababa agotada. No sé él de dónde sacaba tantas energías que le daba tiempo de entrenar, ir a correr, prepararme de desayunar (aunque sea blanquillos tostados) y llevármelos a la cama, siempre acompañados con una rosa en un vaso.

Acostumbraba a escribirme pensamientos ya sea en mis toallas higiénicas, o en el papel sanitario siempre sin pedir nada a cambio, sólo deseaba tiempo a mi lado.

Algo que difícilmente podía dar, pues mi trabajo era demandante. Así que la vida prosiguió.

Los años pasaron…

Recuerdo que un huracán, no dejaba en paz una noche de septiembre y se tornó lluviosa, al llegar al hospital me indicaron que hubo un error y mi día de descanso era ese, tuve que volver a casa. Ya era demasiado tarde, por lo que pedí un taxi.

Le indiqué mi destino, pero en el transcurso el encerrón de una 4×4 provocó que se frenara bruscamente.

  • Me lleva, ¡sujétese señorita!
  • ¿Qué pasa?
  • Nos quieren asaltar, ¡el cinturón…!

Le asestaron un batazo al cristal trasero, intentaron entre todos voltear el vehículo.

El operador se puso en contacto por radio no sé con quien, pero nadie llegaba; puse el seguro de la puerta.

Posteriormente rompieron el vidrio donde yo iba, me sacaron a la fuerza, me dieron una bofetada, luego en el suelo me dieron una patada en el vientre hasta que de pronto escuché el sonido de una sirena, era una patrulla de la policía estatal.

Los persiguieron, se golpearon entre ellos, hubo disparos y al final silencio. Estaba temblando.

El conductor me metió al taxi, volteaba a todas partes, seguía lloviendo, el parabrisas había sido estropeado.

El pánico me invadió, seguía temblando.

Hasta que abrieron la puerta atorada por los golpes: era Alejandro

  • Vida, ¿estás bien?
  • ¡Negro (así le decía) eres tú!, ¡gracias al Cielo!, ¡querían asaltarnos, ¡rompieron la ventana!, ¡estuvieron a punto de….!
  • Tranquila, ya pasó todo 

Fui abrazada a su pecho, al pecho de mi salvador, del héroe de muchos, de mi héroe, bajo una lluviosa noche, por lo que desde entonces se convirtió en mi Ironman.

¡Pudo contra ocho!

Pero no contra lo impredecible.

Yo estaba esperando un hijo de él, y en el intento de asalto, sufrí un aborto, perdimos al bebé.

Septiembre 2020

Una noche le dieron un balazo en la espalda. Justamente un familiar de los tipos que encarceló aquella noche de septiembre de 2015. No pudo caminar durante un año, fue dado de baja de la corporación. Con el tiempo y gracias al gimnasio, volvió a caminar, más no con la agilidad de antes…halló empleo como taxista.

Habíamos mudado de hogar a otro más cómodo y accesible, lo que gano sólo alcanza prácticamente para el sustento alimenticio, él genera poco; hablamos casi nada, ya no hay los detalles de antes, ahora discutimos de cualquier cosa, comencé a odiarlo.

Jamás entendí por qué llegaba tarde harto de dar tantas vueltas y vueltas sin recibir un solo cliente viendo cómo se juntaban los compromisos de renta, luz y demás.

Jamás entendí cómo enfrentaba los terribles dolores de espalda que seguían atormentándolo sin decir nada y encerrándose en el baño sin siquiera decir “pío”.

Así que recostada en mi cama (pues dormía en mi habitación, él en el sofá viendo tele hasta quedarse dormido), decidí beberme un frasco de pastillas y escaparme de este mundo.

Comencé a dormitar por efecto de las píldoras y no sé si tuve un sueño o qué pero se me apareció un ángel.

De repente sentí que flotaba y él me decía:

  • Evaluando tus buenas acciones aún debes corregir algunos errores en la Tierra para poder entrar al Cielo, así tienes debes regresar y cumplir con lo que te falta.
  • ¿De qué se trata?
  • Enmendar tu relación de pareja
  • Ya no quiero nada con él
  • Alguna vez se amaron, lo deseaste con todo el corazón, recapitula cómo fue, revive ese recuerdo y tendrás tu lugar.
  • Está bien, acepto.

Cuando despertó, me sentí mareada. Alejandro dormía en el viejo sillón; había dejado de plancharle, ni guisaba, ni dirigía la palabra, éramos dos perfectos desconocidos aún cuando cambiamos de turno. Teníamos todo el tiempo para nosotros, pero lo habíamos desperdiciado en discusiones infértiles enfrascados en algo que igual podría tener remedio o simplemente aceptarlo tal cual era y olvidar. 

El caso es que le cociné una ensalada de queso con verduras, puré de papa, agua de pepino con limón y un bistec empanizado. Coloqué unas flores en la mesa y un recado en la mesa que más o menos decía: “regresa a nuestra cama, allá estarás más cómodo, no sólo es nuestro nidito, sino el lugar donde reforzamos el amor y donde tantas noches tus brazos me protegieron y me dieron tu calor.

“No supe ver tu preocupación al quedarte sin empleo luego de tantos años al frente de la policía, y considerarte mi superhéroe. Debiste haber sentido tanto miedo. Pude haberte impulsado a alcanzar tus sueños de ser el escritor de poemas reprimido que eras, pero no me di cuenta; te pido que hagamos las paces”.

Cuando Alejandro llegó. Al abrir la puerta de inmediato le llegó el aroma a comida, había velas en la mesa, música sonando suavemente y una nota. Al salir Sofía de la cocina encontró de rodillas en el suelo a Alejandro llorando como niño.

No necesitaron decirse nada, se abrazaron y juntos lloraron. La tomó en sus brazos y la llevó hasta la cama; hicieron el amor con la misma pasión y ternura como el primer día. Luego comieron la deliciosa comida que la enfermera preparó.

Rieron, recordaron anécdotas de cuando se conocieron, la ayudó a levantar la mesa, lavar los trastos.

Fue un instante mágico.

En eso Sofía acomodó las flores cerca del librero y vio por la ventana al ángel. Salió a verlo.

  • Por favor ángel intercede por mi, no quiero dejar solo a mi esposo, no me quiero ir aún, necesito quedarme más tiempo con él
  • Lo siento, pero has corregido tus errores, en este momento tu espíritu es el que está hablando conmigo, no tu cuerpo
  • ¿Qué dices?, ¡no puede ser!, ¿y Alejandro?
  • Él aún no se da cuenta, sigue en la cocina, pero pronto subirá a tu habitación para hincarse a tu lado y volver a llorar
  • Debo hacer algo ángel
  • Es demasiado tarde, pero desapareciste el abismo que había entre ustedes, es hora de que me acompañes, sígueme.

Sofía se fue sin despegar la mirada del cuarto. El ángel le dio la oportunidad de ver cómo Alejandro le demostraba que seguía eternamente enamorado de ella efectivamente de rodillas y con lágrimas en los ojos escuchando que le decía cinco palabras:

  • Vida, más allá del cielo…

Ambos teníamos mucho o todo en común, le dijo al ángel retrocediendo la vista por última vez.

“Infierno es vivir día a día sin saber la razón de tu existencia”

Anónimo

Por: Arnoldo Márquez

Foto: Margarito Pérez

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