El valiente legado de un aviador que conquistó el cielo y los corazones.

“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.”El Principito

Durante su tiempo como piloto de correos en la década de 1930, Antoine de Saint-Exupéry sufrió un accidente en el desierto del Sahara mientras realizaba un vuelo París–Saigón. Junto con su mecánico, André Prévot, quedaron varados sin agua ni comida en medio de la nada.

Con temperaturas abrasadoras de día y gélidas por la noche, la situación era crítica. A pesar del peligro, en lugar de rendirse, Saint-Exupéry mantuvo la calma y siguió adelante con determinación.

Después de caminar por el desierto durante días, al borde de la deshidratación, milagrosamente fueron rescatados por un grupo de beduinos.

Este evento no solo marcó su vida, sino que también inspiró algunas de las escenas más memorables de «El Principito», especialmente el encuentro del pequeño con el aviador en el desierto.

La anécdota muestra su resistencia, su espíritu soñador y su confianza en la humanidad, valores que plasmó en su obra y que siguen inspirando al mundo.

Otra anécdota conmovedora sobre Saint-Exupéry ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando servía como piloto de reconocimiento para el ejército francés. A pesar de que ya era un escritor famoso y no tenía la obligación de volar misiones peligrosas, insistió en seguir participando activamente, convencido de que su deber era contribuir con su país.

En una de sus misiones, antes de despegar, un joven mecánico le confesó que admiraba «El Principito» y que el libro le había cambiado la vida. El escritor, con su calidez característica, se tomó el tiempo para hablar con él, animándolo a seguir siendo valiente y creyendo en la belleza del mundo, a pesar de la guerra.

Este encuentro refleja su profundo humanismo y su deseo de inspirar esperanza incluso en los momentos más oscuros. Su último vuelo, en 1944, sería una misión sin regreso, pero su legado sigue vivo en su literatura y en los corazones de quienes creen en la magia de la imaginación y la bondad.

Un Escritor Soñador Y Valiente

En un periodo particular de su vida, las musas aparecieron y escribió esta bella oración a Dios para pedirle un regalo raramente invocado y que te puede servir de inspiración en momentos que requieren fortaleza y dice así:

No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos.
Hazme hábil y creativo, para notar a tiempo en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente.
Ayúdame a distribuir correctamente mi tiempo. Dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario.
Te pido fuerza, autocontrol y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día.
Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible y a reconocer que esta hora es la más importante.
Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien.
Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar.
Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor.
Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren, permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras.
No me des lo que yo pido, sino lo que necesito. En tus manos me entrego.
¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!

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Winston Samuel Ojeda
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