Me intriga el patrón: conozco de sus múltiples andanzas con sus dos jefes de la cofradía: emborrachaban y acosaban jovencitas, en oficinas y viajes de la “empresa”. Un día en su oficina lo encontré borracho y dormido en su silla con computadora encendida y, a la vista, fotos de piernas de jovencitas.
Me reúno cada mes con un grupo significativo de personas que se dedican a la prostitución. En la última reunión curiosas preguntaron: “¿Quién es el patrón?” -leen mis artículos cada semana-. Di su media filiación y… ¡lo conocen!… porque es cliente asiduo: “Llega muy borracho y después un familiar va por él al putero”. ¡Providencial!
El patrón, acosador de mujeres -ultrajes a la moral pública-, asiduo cliente de sexoservidoras -nada de qué asustarse-, y acostumbra la pornografía de jovencitas -cuestionable-. ¡Tres en uno!
En la plática ellas justificaron su oficio diciendo: “Gracias a nosotra, los violadores, enfermos mentales y agresores sexuales, tienen con quien desahogarse y, por eso, ¡bajan las violaciones!” Les aclaré puntual: “Esto que ustedes dicen, no es cierto: la satisfacción del violador es forzar una relación sexual con una víctima que se opone con fuerza, ¡eso los excita! No hay acuerdos como con ustedes. Les gusta el poder –dominar y que se haga lo que él quiere-, agresividad –actúan con violencia-, y sexualidad: -placer carnal-. El violentador sexual no un enfermo mental, porque el enfermo metal no es responsable ante la ley, y el agresor sexual, sí.”
“¿Entonces qué es el patrón?”, preguntaron a bocajarro, (¡el patrón ya es popular!) Respondí: “es un perturbado emocional, un fracasado que no ha podido alcanzar su propia identidad.”
“¿Qué es eso?” cuestionaron con intriga. Contesté: “Que no tiene alguien a quien llamar yo mismo o mí mismo”.
“O sea, ¡¡está bien jodido!!”, gritó una espontánea y añadió: “¡¿Cómo el que pescaron en la feria de Puebla?!”
Reconocí: “¡Idéntico!”