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Un mundo mejor es posible

El domingo pasado 02 de junio, se llevó a cabo en el Estado de Puebla la jornada electoral para elegir gobernador, luego de la trágica muerte de la gobernadora Erika Alonso, quien había llegado a la gubernatura bajo fuerte sospecha de fraude electoral orquestado por su esposo el senador Rafael Moreno Valle quien también pereciera, al desplomarse el helicóptero en el que ambos viajaban con rumbo desconocido el pasado 24 de diciembre de 2018.

La jornada en Puebla estuvo enmarcada por el desinterés generalizado de la población, que sólo acudió a emitir su voto en un raquítico 33% del Padrón Electoral, es decir que solamente votó uno de cada tres poblanos con derecho de hacerlo. En Baja California donde también se eligió gobernador, prevaleció igualmente el total desprecio del electorado para ejercer su derecho al voto, lo cual es realmente preocupante; a la gente le importa poco quien gobierne, está saturada de campañas, inmunizada del discurso político y totalmente escéptico sobre las promesas de los candidatos que han logrado insensibilizar al elector que no les cree nada.

Un gran reconocimiento merecen quienes a pesar de todos los pesares, siguen teniendo esperanza de que el cambio tantas veces prometido es posible, que esta vez llegarán funcionarios honestos, atentos, eficientes, sensibles a las necesidades reales del pueblo, acertados en el diagnóstico de las prioridades, carentes de arrogancia, con verdadera vocación de servicio; pero todo ello por ahora ha sido solamente un sueño incumplido del estoico pueblo de México, que también hay que decirlo, equivoca la estrategia al mostrarse en lugar de exigente, indiferente, impasible, abúlico ante el desempeño de funcionarios de gobiernos de todos los colores, que usan los cargos solamente para enriquecerse de manera desvergonzada con la tranquilidad que les da saber que todas sus tropelías y abusos quedarán impunes, porque todos tienen cola que les pisen, de modo que les resulta más cómodo aplicar la sentencia bíblica de “tapaos los unos a los otros”, o “el que esté libre de culpa que arroje la primera piedra”.

Será entonces verdad que ¿los pueblos tienen los gobiernos que merecen?, por ahora desafortunadamente así parece.

Veamos ahora el caso de Donald Trump y nos hacemos la misma pregunta: ¿es acaso el presidente que merecen los EUA?, pues sí al parecer, porque a pesar de no haber obtenido la votación mayoritaria del pueblo norteamericano, gracias a su inexplicable sistema de asignar votos electorales a cada uno de los Estados de la Unión Americana, él resultó vencedor y según las opiniones de los expertos repetirá para un segundo período para frustración y riesgo del resto del mundo, ya que se ha revelado como un desquiciado mental, inestable, contradictorio, bipolar o tal vez multipolar, sin un ápice de respetabilidad, de honestidad, desprovisto de los más elementales principios de amistad, de solidaridad, de remordimientos por los auténticos crímenes cometidos y que han venido a engrosar el bagaje de abusos, invasiones, deslealtades y mil atrocidades cometidas por ese país, con la agravante de la hipocresía de querer siempre justificar todos estos atropellos con el pueril pretexto de la democracia; democracia que ellos jamás han respetado, palabra que nunca han cumplido y justicia que les es del todo ajena a sus principios si es que los tienen, pero que no se ven por ninguna parte.

El neoliberalismo ha sido impuesto de manera autoritaria por el gobierno de los Estados Unidos, derivado de los Acuerdos de Bretton Woods de 1944, los cuales ellos mismos rompieron el 15 de agosto de 1971 cuando otro “brillante” presidente de ese país Richard Nixon, cínica y unilateralmente rompió los acuerdos por ellos mismos impuestos, al negarse a seguir manteniendo el tipo de cambio del dólar a 135 por onza de oro como se habían comprometido.

La historia de sus abusos se remonta a los tiempos de la Guerra Mundial I en la que primero se enriquecieron vendiendo insumos a la Alemania imperial y, después, unirse a los aliados para sacar el máximo provecho de la conflagración, faena que repitieron cuando su economía estaba al borde de la crisis antes de la Guerra Mundial II. Pues el caso es que, con todos estos antecedentes, no debe sorprendernos que tengan ahora un presidente al que cuesta identificar como ser humano, al que el resto del mundo le importa un bledo cuando exclama: “América First”, porque hay que decirlo ellos se consideran a sí mismos América, en un rasgo de soberbia y arrogancia que les queda muy acorde a su historia negra llena de oprobio y de maldad.

México está pagando ahora 36 años de gobiernos neoliberales, entreguistas, serviles, en los que se sometieron obedientes a las órdenes del imperio de los bárbaros del norte y los resultados están a la vista, estamos sujetos a los designios de un Trump con todos los “atributos” mencionados, quien si así lo desea terminará poniendo de rodillas al gobierno de México que ha sido despojado por esos gobiernos de toda su dignidad, de su honor, de su respetabilidad, que tuvo antes de su llegada, pero que dichos gobiernos neoliberales dilapidaron, al tiempo que se enriquecían de manera escandalosa.

Por: Enrique M. Díaz Sánchez

04/Jun/2019

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