Comparte con tus amigos

A don Fer, Migue, Arturo y a toda la familia Crisanto

Conocí a Arturo Hernández allá por el año de 2009

Recuerdo que nuestro primer encuentro no fue nada agradable.

En aquel entonces acudí al área de contabilidad por mi correspondiente quincena. Trabajaba en la revista Animal Político.

Fue ahí donde lo encontré.

Amable, toqué para averiguar si podía entrar. Me llevaba bien con la contadora.

Escuché un “adelante”.

Al ingresar vi a su lado un sujeto alto, mal encarado, con anillo de plata en el dedo y una calaca; vestía una chamarra de cuero negra, gafas oscuras, rapado a coco y barba de chivo.

A pesar de mi “buenas tardes”, no hubo reciprocidad de su parte.

Total, iba a lo que iba.

Sin embargo, esta persona estaba atenta a todo detalle de lo que rubricaba y hacía, algo que no me latió.

Se llevaba muy bien con las contadoras.

En fin, después de firmar, cobrar y dar las gracias, salí.

Tras cerrar la puerta hubo risas.

Las oficinas de esta revista, parte de Grupo Editorial Intolerancia, estaban ubicadas allá por la colonia San Martín Texmelucan en la avenida La Paz, Puebla.

Posteriormente me encontraba en la redacción y en frente se ubicaba el estacionamiento al cual llegó uno de los vehículos que se emplean para la distribución de periódicos y revistas. El caso es que tras situarlo en su lugar comenzó a hacer un escándalo verdaderamente estrepitoso.

  • Ya llegó Lola La Trailera, comentaban los compañeros
  • ¿Quién?
  • Arturo, el repartidor, siempre hace esa bulla… después descubrí que era algo así como el Dominic Toretto poblano.

La verdad es que no conocía de nombre a todos los trabajadores de esta empresa.

Días después bajé al área de “Archivo” por un ejemplar. Ahí estaba otra vez con el responsable de ese departamento.

  • ¿Qué quieres?
  • Buenas, una revista (no recuerdo de qué fecha)
  • ¿De parte de quién, con permiso de quién, para qué, como por qué y quién eres?
  • ….
  • Un entrevistado me pidió conseguirle un ejemplar y vengo a eso.
  • Pues te cuesta 25 varos (ese era el precio que costaba).
  • A ver a ver trabajo para esta empresa, ¿se puede o no?, además ¿qué rol juegas acá?

Furioso me quedé mirando a ambos.

  • Ya se enchiló, le dijo a su colega

Ambos fumando un Marlboro en medio de infinidad de periódicos se comenzaron no a reír, sino a carcajear.

  • No te enojes mi Arnold, ya irás conociendo a Arturo.

Al final me dieron la revista solicitada y me retiré no sin antes haber tragado amargo.

Floreros con cebada

Meses después, en tiempos de precampañas políticas se me encomendó entrevistar a los suspirantes a diferentes cargos públicos, ya sea alcaldes o diputados. En una ocasión, no recuerdo exactamente si fue Tepeaca, Atlixco o Tecamachalco, pero además del compañero fotógrafo fue como conductor Arturo Hernández.

La cita era en casa del político a las 9 para un desayuno. Debíamos estar t-e-m-p-a-r-a-n-o en la redacción de Intolerancia para llegar a tiempo. Fotógrafo y servidor cumplimos aunque esperando a ya saben quién. 7:30 y nada, 8 tampoco.

8:25 fue llegando.

Ahora entiendo por qué le decían “Lola La Trailera”: más bien era un Mad Max pues llegamos al punto indicado a eso de las 9.20. El entrevistado aún ni se despertaba, de hecho nos fuimos a comer unos tamales y atole de aquí a que se quitaba las lagañas.

Es más, jamás hubo desayuno.

Tras la formal entrevista, poses y todo lo que se tenía que realizar, llegó una propuesta:

  • ¿Se les antoja una chela?
  • Clarín, dijo Arturo, yo tengo sed
  • Yo también, dijo el fotógrafo
  • ¿Y tu Arnoldo?
  • ¿Le entras?
  • Este, va

Debe saber que estábamos comiendo en ese restaurante y las cervezas que servían no eran en botella o en vaso grande, los recipientes honestamente estaban léperos. O los dueños vieron a sus clientes cara de sedientos o de borrachos.

Total que con el “florero” que me sirvieron quedé bien fumigado.

  • ¿Ya tan pronto?
  • Uy que nena salistes
  • No aguantas nada

Aquí entre nos, la verdad es que tomo medicamentos desde pequeño y tanto como agarrar callo con los alcoholes pues no, de ahí que con poco luego se me sube “feo”.

Debíamos regresar a Puebla al medio día de acuerdo con la instrucción, sin embargo, no fue así.

Para no hacerle el cuento largo vinimos estacionando la unidad a eso de las 11 de la noche a la redacción.

Esto fue un sábado.

Al lunes fui la “comidilla” de todos.

Al menos yo recibí una …. que hasta para repartir alcanzó y sigue sobrando por ser la persona con mayor nivel jerárquico. Sin embargo, en medio de la llamada de atención apareció Arturo y dijo que él también merecía parte de…

Me pareció en cierto punto un gesto de honestidad.

De ahí se comenzó a forjar una amistad que con el paso de los años ni el cambio de empresas, ni el desempleo, ni la distancia logró quebrantar, pues aun cuando trabajé para otras marcas acostumbro realizar entrevistas a personajes de la Puebla urbana que pueden pasar desapercibidos para todos, pero tienen toda una vida qué contar a través de sus trabajos y su historial de vida.

Arturo me ayudaba literalmente a cazarlos, ya sea para un especial de Los mejores talacheros de Puebla, Los Milagros de la Guadalupana (donde me presentaba a conocidas que habían sido baleadas, y a punto de morir su fe por la Virgen le dio una nueva oportunidad), en fin “El Tuercas” como le apodaba conocía a mundo y medio.

De hecho fue migrante, allá en los Estados Unidos trabajó para los gringos probando patinetas motorizadas. De ahí que pareciera mapamundi y las constantes cirugías que tenía donde le adaptaran placas para la movilidad de sus huesos.

Más allá del trabajo, varias ocasiones fui a su casa, me presentó a su señor padre (q.e.p.d), igual que a su querida mamá, familia y hermanos. Estuve en algún cumpleaños de su sobrina si mal no recuerdo; o bien cuando “andaba volando bajo” y sólo quería beber para olvidar.

La fotógrafa Mireya Novo fue cómplice de muchas aventuras en la caza de historias, ¿cómo olvidarlo?, ella le ayudó a reactivar su mente. Los tres fuimos una excelente tercia. Él buscaba, Mire capturaba imágenes y yo describía la historia.

Un Toretto con alas

Recientemente un 15 junio de 2020 entró al hospital.

Trabajaba para el Servicio de Limpia del ayuntamiento de Puebla.

Fue parte del ejército sanitizador en diferentes colonias de la ciudad, aunque sin los trajes de protección adecuados para protegerlo de los efectos del hipoclorito de sodio que debilitaron su sistema inmune y en consecuencia recayera.

Comenzó a faltarle aire, mucha tos, no tenía gusto, dolores musculares y principalmente fiebre. Su esposa decidió internarlo en el Hospital de La Margarita.

Estuvimos en comunicación permanente hasta que le detectaron diabetes y complicaciones para respirar. Necesitaban entubarlo. Arturo se negó a dicho proceso.

El 22 de junio festejaron mi cumpleaños, fue un día alegre, de bastantes felicitaciones y con mucho trabajo. Por la noche ya cuando estaba a punto de dormir recibí una llamada. Al ver mi celular decía “Tuercas”, imaginé lo peor.

  • Arnol… Arturo se murió, sollozaba su esposa.

Sentí que me hundía en la cama

Me quedé mudo, no supe qué decir

Soy muy bruto para consolar a una persona que perdió a un ser querido, y más cuando ese ser amado era mi amigo y como mi hermano. Éramos tan leales que pensábamos igual. Nos hacíamos “paro” en todo cuando era necesario.

Algunas veces me vio caer, se asustó, no sabía lo que tenía, pero después también aprendió a vivir con lo que padezco y me decía que era un sujeto valiente.

Siempre me dio un consejo cuando no lo necesitaba y cuando me hacía falta.

Recuerdo que lloraba y echaba de menos a su papá, nunca superó su partida, pues bien, ahora ambos están juntos.

Mi Arturo, mi cazador de personajes, te convertiste en un ángel, así que protege desde allá a tu señora esposa y a tu pequeño. Te extrañan desde que te fuiste.

Yo, yo te extraño siempre.

“Un verdadero amigo es quien te toma de la mano y te toca el corazón”

Gabriel García Márquez

Por: Arnoldo Márquez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *