“Si algún día necesitas una mano de apoyo, encontrarás una al final de cada uno de tus brazos”
Audrey Hepburn, actriz, (Bélgica, 1929, Suiza, 1993)
Audrey Hepburn, más que una fulgurante estrella de cine, fue un símbolo de carisma, bondad y humanidad. Su elegancia y delicadeza natural cautivaron al mundo, convirtiéndola en un ícono del cine clásico con películas como “Desayuno en Tiffany’s”, “Charada”, “Sabrina”, “La Princesa que Quería Vivir” y “Mi Bella Dama” entre muchas otras. Sin embargo, sus verdaderas virtudes trascendieron el mundo del celuloide.
Audrey era conocida por su gran sencillez, incluso en el pináculo de su fama, con un corazón compasivo, dedicó gran parte de su vida a causas humanitarias como embajadora de buena voluntad de la UNICEF, llevando esperanza y ayuda a niños necesitados en todo el mundo.
Una de las anécdotas más conmovedoras de la bondad de Audrey Hepburn ocurrió durante su labor como embajadora de buena voluntad de UNICEF. En 1988, Audrey visitó un pueblo remoto en Etiopía afectado por la hambruna. Al ver a un niño extremadamente desnutrido, se sentó junto a él, lo abrazó y le dio de beber de su propio termo de agua.
Este acto, aunque sencillo, reflejaba su empatía genuina. Para Audrey, no solo se trataba de representar una causa, sino de conectarse profundamente con quienes sufrían. Su compromiso con los más vulnerables no era un gesto público, sino una extensión de su corazón.
Ella misma describió estas experiencias como transformadoras y, a menudo, decía que los niños que conoció le dieron más de lo que ella pudo darles.
Otra entrañable anécdota que demuestra la bondad de Audrey sucedió cuando trabajaba con la UNICEF en Bangladesh. Durante una visita a un hospital, se encontró con un niño gravemente enfermo y asustado que no dejaba de llorar.
Audrey, con su calidez característica, lo tomó en brazos, lo acunó y le cantó una canción de cuna que recordaba de su infancia.
El niño, sintiendo su ternura y calma, finalmente dejó de llorar y se quedó dormido en sus brazos. Este gesto, aunque sencillo, reflejó el amor y la dedicación que ella entregaba a cada persona que cruzaba su camino, especialmente a los más vulnerables. Para ella, cada niño era importante y merecía cuidado y consuelo.
Su simpatía, sencillez y devoción por hacer del mundo un lugar mejor son un recordatorio permanente de que la verdadera belleza radica en el alma.
Cuando le pidieron que revelara sus secretos de belleza, la actriz escribió este poema, mismo que fue leído en su funeral:
“Para tener labios atractivos, pronuncia palabras de bondad.
Para tener ojos hermosos, busca lo bueno en los demás.
Para mantenerte delgada, comparte tus comidas con los que tienen hambre.
Para tener un buen cabello, deja que un niño pase su mano sobre él.
Para tener aplomo, camina con la certeza de que nunca estás solo, porque los que te aman y te han amado te acompañan.
Las personas, más que los objetos, necesitan ser reparadas, mimadas, alegradas y salvadas: nunca rechaces a nadie.
Piensa en ello: si algún día necesitas una mano de apoyo, encontrarás una al final de cada uno de tus brazos.
Al envejecer, te darás cuenta de que tienes dos manos, una para ayudarte a ti mismo, la otra para ayudar a los que lo necesitan.
La belleza de una mujer no está en la ropa que lleva, su cara o su manera de arreglar su cabello.
La belleza de una mujer se ve en sus ojos, porque es la puerta abierta en su corazón, la fuente de su amor.
La belleza de una mujer no está en su maquillaje, sino en la verdadera belleza de su alma.
En conclusión, está en la ternura que da, el amor y la pasión que expresa.
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*Winston Samuel Ojeda es conferencista, consultor y escritor con más de 40 años de experiencia impartiendo conferencias y seminarios. Su oratoria impactante y amena abarca temas relacionados con el crecimiento personal, el liderazgo, las ventas, la familia y el mundo del Network Marketing.
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