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Hoy empiezo esta columna haciéndole un homenaje a los amores furtivos por decirlo de una manera eufemística, en este tiempo de retiro obligado, una parte muy importante de los negocios en el país se encuentran cerrados, restaurantes, comercios, centros de diversión, hoteles y moteles, han tenido que cerrar sus puertas y no sabemos hasta cuando tendrán que permanecer en esas condiciones.

Hago referencia a lo anterior como introducción al tema que más adelante explico, algo más o menos parecido a los amores clandestinos, los que se hacen entre las cuatro paredes de un hotel o de un motel, lugar, este último que desde un puesto estratégico de observación, puede usted ver automóviles que salen con una sola persona, la otra, suponemos viene agachada y escondida de las miradas furtivas de quienes circulan por el lugar, con el objeto de preservar la secrecía del encuentro entre los amantes, que a decir verdad son más de los que suponemos que hay, no existe estadística alguna por lo secreto de los encuentros, por la razón que a usted le parezca.

No hace mucho leí una investigación de un señor de apellido Kinsey, pionero de las investigaciones sobre la sexualidad, explicaba que es más difícil obtener datos estadísticos precisos acerca del tema de la infidelidad que sobre otros temas como la masturbación, la gente no suele hablar de ello, es un asunto de suyo espinoso, estos estudios no son nuevos, el de Kinsey lo hizo en 1948 y naturalmente podemos suponer con certeza que las relaciones extramaritales han crecido exponencialmente con el correr de los años.

Sabemos que se conoce poco del adulterio, un poco más acá, hace unos cincuenta años, un médico hizo un estudio genético que arrojó resultados reveladores, mediante el análisis de muestras de sangre de los bebes recién salidos de la sala de partos, descubrió que el tipo de sangre de los niños en un diez por ciento, no correspondía al tipo de sangre de ninguno de los dos miembros de la pareja, por lo cual concluyó que cuando menos en ese porcentaje, los bebes eran producto del adulterio.

Me quiero referir a las acusaciones de soborno, de corrupción, de tráfico de influencias de las que se acusa a muchos funcionarios de gobierno, dirigentes de empresas, líderes y una fila enorme de seres corruptibles y corruptores, la mayor parte de ellos seguramente delinquieron y lo hicieron en mayor medida de lo que se pudiera suponer, que no le quepa duda.

Hace unos días cayó en mis manos un reportaje-denuncia que el periodista Carlos Loret de Mola realizó sobre la casa de Chihuahua 216 de la Colonia Roma de la Ciudad de México, supuestamente propiedad del Lic. Manuel Bartlett Díaz, a quien no defiendo, en todo caso él se puede defender solo y yo no soy nadie para hacerlo, el caso es que el Sr. Loret de Mola supone hechos que no prueba, que esa casa pertenezca o pudiera haber pertenecido a un funcionario cercano a Bartlett durante más de cuarenta años no prueba la comisión del delito y en un estado de derecho eso no se puede juzgar ni penal, ni administrativamente, es un supuesto y ya.

Son temas de naturaleza tan clandestina como los amores adúlteros que no se pueden probar y solo sirven para exaltar los ánimos del público de las redes, en ningún momento del reporte de Loret de Mola se muestra un documento que incrimine al actual Director de la CFE, podemos suponer lo que sea, desear que el señor pasé sus últimos días en la cárcel, pero no es el caso, no hay caso que juzgar, si hay un acto delincuencial o no, este se realizó entre cuatro paredes y sin testigos.

Caramba, que difícil es aceptarlo, pero es así.

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

alfonsodiazordaz@gmail.com

15 de mayo de 2020

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