Diálogos en el infierno
Las últimas 2 columnas las he dedicado a analizar la aprobación del presidente López Obrador y a tratar de explicar cuáles son las condiciones subyacentes que la impulsan. En “El presidente amado, el presidente odiado” expongo que los atributos personales del presidente y los aspectos del trabajo en el gobierno evaluados en las encuestas, muestran porcentajes inferiores a la aprobación presidencial. Por lo tanto, la aprobación de AMLO no se explica por los resultados objetivos de su trabajo, ya que en ellos sale mal evaluado, sino por aspectos que residen en la subjetividad del pueblo. En “El personaje detrás del personaje llamado Andrés Manuel” sugiero que la aprobación del presidente es consecuencia del sistema de creencias que configura la sumisión ante el poder de un amplio segmento de la sociedad. Es la cultura la que incide en la percepción.
Ahora vale la pena plantearse si la cultura de sumisión al poder también significa un sometimiento político que le garantiza el triunfo electoral al partido del presidente López Obrador. Es evidente que el electorado mexicano ha cambiado en los últimos 30 años y ya se acostumbró a la alternancia, sino fuese de ese modo MORENA jamás habría elecciones. Eso significa que una amplia mayoría de ciudadanos se han convertido en votantes independientes que no le tienen escriturado su voto a ningún partido y que definen sus preferencias en función de las circunstancias de cada elección.
Voy a presentar algunos datos que nos ayudan a describir como es y cómo ha cambiado la cultura política de los ciudadanos. Son datos estadísticos que mi empresa MAS DATA ha levantado durante muchos años en el estado de Puebla.
Los partidos políticos han perdido legitimidad entre los ciudadanos de manera creciente. En este momento 8 de cada 10 encuestados no se identifica con alguno de los partidos políticos del estado; este porcentaje era de 71 por ciento en agosto del 2020, de 63 por ciento en mayo de 2018, de 50 por ciento en junio de 2013 y de 22 por ciento en mayo de 2008.
Cada vez son menos los ciudadanos que se identifican con los partidos, lo que se traduce en una pérdida de representatividad política, ya que la principal función de los partidos es ser intermediarios entre los ciudadanos y el poder público. Un sistema de partidos debilitado favorece al fortalecimiento de líderes populares y carismáticos. La representatividad deja de ser institucional y pasa a ser coyuntural. Esa es la razón por la cual hoy el 63 por ciento declara decidir su voto por el candidato y no por el partido, en noviembre de 2017 dicha proporción era del 48 por ciento.
En la encuesta de salida que levantamos en las elecciones de junio del 2021, el 75 por ciento de los entrevistados declaró estar identificado con algún partido. Por un lado, ello sugiere que tienden a votar quienes tienen identidad partidista, y por otro, que el votar genera una identificación temporal con algún partido. Entre los que se declararon morenistas solo el 61 por ciento votó por MORENA o sus aliados en las 3 elecciones posibles (diputado federal, diputado local y presidente municipal), el 20 por ciento votó por la oposición en al menos una de las elecciones y el 19 por ciento votó en todas las elecciones en contra de MORENA. En contraste, entre quienes dijeron identificarse con algún partido político distinto a MORENA el 76 por ciento votó en todas las elecciones en contra de MORENA, el 13 por ciento dividió su voto y el 11 por ciento votó por MORENA o sus aliados en las 3 elecciones.
Otro aspecto interesante es el comportamiento electoral en función de la aprobación al presidente López Obrador. En la encuesta de salida el 61 por ciento de los entrevistados aprobaba el trabajo de AMLO (mucho 34 por ciento, poco 27 por ciento), mientras que el 36 por ciento desaprobaba al presidente (mucho 21 por ciento, poco 15 por ciento).
Entre los que declararon aprobar mucho al presidente de la República solo el 48 por ciento votó por MORENA o sus aliados en las 3 elecciones posibles, el 19 por ciento votó en una o 2 elecciones por la oposición a MORENA y el 33 por ciento votó en las 3 elecciones contra MORENA.
En el otro bando, los que desaprueban mucho al presidente de la República, el 83 por ciento votó todo contra MORENA y sus aliados, el 9 por ciento dividió sus votos entre la oposición y MORENA, y el 8 por ciento votó por MORENA o sus aliados en las 3 elecciones posibles.
Estos datos muestran aspectos interesantes del comportamiento electoral:
- Hay un electorado “obradorista” unido por lazos subjetivos a su líder que no transfiere en su totalidad ese apoyo a MORENA. Podríamos suponer que esos ciudadanos reivindican su condición de votantes independientes que simpatizan con AMLO.
- La aprobación sólida del presidente López Obrador no se traduce en un voto seguro para todos los candidatos de su partido. En otras palabras, ser candidato de MORENA ofrece alguna ventaja pero no garantiza el triunfo.
- En la medida en que crece la desaprobación del presidente también crece el voto contra MORENA. Podemos afirmar que 8 de cada 10 ciudadanos inconformes con el trabajo del presidente votarán por la oposición, mientras que solo 5 de cada 10 ciudadanos satisfechos con AMLO votarán todo por MORENA o sus aliados.
- Los morenistas muestran una mayor propensión a votar por la oposición que los simpatizantes de la oposición a votar por MORENA.
- La mayoría de quienes se abstienen no tienen identidad partidista, por lo tanto una causa probable de la abstención es la pérdida de confianza en el sistema de partidos.
- Una proporción importante (mayor a la media) de quienes se abstienen de votar se encuentran entre los que dicen aprobar a AMLO.
- Ante el descrédito de los partidos crece la importancia de los candidatos. Y particularmente en el caso de MORENA el perfil de su candidato debe satisfacer expectativas presentes entre los electores, de lo contrario perderá votos con mucha facilidad.
En el último tramo de su gobierno, López Obrador está obligado a transferir el poder a una institución que persistirá aunque él ya no esté formalmente en la presidencia. Es decir, lo que fue un movimiento político centrado en un líder carismático extraído de la cultura popular mexicana, deberá institucionalizarse en un partido político o su movimiento pasará a la historia como un episodio tan peculiar como infructuoso.
¿Logrará AMLO su cometido? Una condición necesaria es ganar las elecciones del 2024 con su candidato o candidata. Eso en este momento parece fácil. Sin embargo, las características del comportamiento político que describimos en este texto, son una barrera que dentro de 2 años podría oponerse al proyecto del presidente. Él lo sabe muy bien, por esa razón está empeñado en obtener más votos de los apoyos sociales que entrega el gobierno, en dividir a la oposición y en tomar el control del INE.
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Tenemos a nuestra disposición una base de datos muy robusta para seguir estudiando el comportamiento de los votantes. Bienvenidos aquellos que quieran unirse a nuestro esfuerzo.