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Lo que quiere López Obrador es hacer campaña y procesar las elecciones sin que nadie le diga nada, sin que sean perseguibles una serie de acciones que decida realizar.

Después de muchos actos para socavar la autonomía e independencia del INE, finalmente el martes entró “a discusión” la reforma constitucional introducida por el presidente para lograr su objetivo, el cual había causado la marcha ciudadana del pasado 13 de noviembre, que reunió a cientos de miles de personas en defensa del INE. Como respuesta vino la contramarcha de hace dos semanas, con lo que se demostraba la resolución presidencial a seguir polarizando a la sociedad y se advertía que estaba dispuesto a lo que fuera para ganar las elecciones.

La intentona del presidente López Obrador de controlar el INE y llevarlo a su asfixia presupuestal tuvo un nuevo episodio la madrugada de ayer, cuando se presentó en el Pleno de la Cámara de Diputados la iniciativa de reforma electoral enviada por el Ejecutivo. El presidente sufrió un nuevo revés contundente de la oposición, esta vez completamente unida (PRI, PAN, PRD y MC, lo cual es un gran logro), sin faltar nadie y sin abstenciones, e incluso con el voto favorable de una diputada de Morena y una abstención. Fue un rechazo sonoro que refleja el repudio que vimos en la marcha ciudadana a que se violente el INE sin acuerdo político previo.

Sin embargo, de inmediato el presidente implementó su plan alterno (plan B o quizás V de venganza como han señalado algunos críticos), que constituye la modificación de varias leyes secundarias para restructurar el INE y todo el sistema procesal electoral. De acuerdo con expertos consultados, las modificaciones a las leyes mencionadas afectarán su operatividad y eficacia como autoridad electoral y garante del padrón de electores. Además de reducirle 4 mil millones de pesos de su presupuesto recientemente, las reformas tienden a lastimar su eficiencia operativa al afectar el sistema del servicio profesional electoral y las plazas permanentes en los 300 distritos electorales, que por cierto son los responsables de coordinar la cartografía electoral y todo el proceso de credencialización.

Pero todavía más crucial, muchos de los cambios tienen que ver con regresar a las malas prácticas que durante años han implementado diversos partidos y que el INE se ha encargado de perseguir y hasta sancionar. Por ejemplo, el uso de recursos fuera de lo autorizado que explica verdaderas campañas publicitarias escondidas tras publicaciones particulares, bardas pintadas o espectaculares que impulsan a alguna persona que de pronto se vuelve candidata. Se aumenta la posibilidad de que lleguen truhanes al gobierno al dejar solamente una amonestación como sanción a un candidato que viola la ley electoral y no la posibilidad de retirarle la candidatura (que ha sucedido en muchas ocasiones para beneficio de los ciudadanos). Todo ello incentiva fuertemente la violación de la ley. Y así otros cambios que disminuyen o de plano eliminan condiciones para el piso parejo o la sanción efectiva a delincuentes electorales.

Todavía más allá del fondo, el procedimiento por el cual se llevó a cabo el albazo esa madrugada fue especialmente indigno, irrespetuoso e incluso ofensivo para todos los integrantes del Congreso, especialmente para los miembros de Morena, quienes volvieron a mostrar su abyección absoluta, por lo cual serán eternamente recordados. Por la mañana entregaron la iniciativa de reforma para su rápido procesamiento. Con más de 156 artículos a ser reformados, sin discusión alguna, sin paso por comisiones y seguramente sin conocer o medir sus consecuencias, fue aprobada por mayoría simple la serie de reformas (incluyendo ajustes del PT y del Verde) por 261 votos a favor y 216 en contra. Ahora habrá que esperar una acción de inconstitucionalidad por lo sucio del proceso.

En el fondo, el contenido y la manera de “procesar” la reforma solamente reflejan la intención presidencial de planchar la elección para que el presidente pueda utilizar TODOS los instrumentos y dineros del gobierno, y del Estado, y ganar las elecciones cueste lo que cueste, sin impedimentos legales que limiten este actuar, y que en los hechos garantice la permanencia de Morena en la presidencia de la República más allá de 2024.

Una persona conocedora me decía que lo que el presidente realmente quiere es hacer campaña, que es lo que sí le gusta. Seguramente está en lo cierto que lo suyo es liderar grupos sociales y, hoy sabemos, no es gobernar. Me parece que se quedó muy corto en su comentario. Lo que quiere López Obrador es hacer campaña y procesar las elecciones sin que nadie le diga nada, sin que sean perseguibles una serie de acciones que decida realizar, como el acarreo, el uso de dinero público para financiar campañas, la promoción electoral desde las mañaneras y un largo, larguísimo etcétera. Ya tuvimos una muestra con la marcha del 27 de noviembre. Lo que está haciendo, y está decidido, es allanar el camino para una elección de Estado.

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