El asesinato de Giovanni López a manos de policías municipales de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco, ha inaugurado el peculiar capítulo mexicano de la protesta global por el asesinato del estadounidense George Floyd (#JusticiaParaGiovanni, #Black_Lives_Matters).
Franco y directo, en caliente, Enrique Alfaro acusó a Andrés Manuel López Obrador, “a su gente y a su partido” de estar detrás de la violencia que ha marcado la protesta. El gobernador de Jalisco aseguró ser víctima de un compló orquestado “desde la Ciudad de México, desde los sótanos del poder para desestabilizar el estado”. Luego, ya metido en el callejón de los guamazos, el acusador reculó, matizó que no creía que el presidente fuera capaz de girar semejantes instrucciones.
(El muy madrugador aspirante presidencial Alfaro, dicho sea de paso, empieza a parecerse al Moreno Valle aglutinador por defecto de las fuerzas opositoras. Tal vez, más de lo que quisiera: Ixtlahuacán es al jalisciense lo que Chalchihuapan fue al poblano: una indeleble mancha carmesí en la impecable camisa blanca).
Todas, absolutamente todas las manifestaciones tienen elementos violentos, neandertales capaces de prender fuego por la espalda a un policía. El movimiento lopezobradorista, no obstante, se ha caracterizado por ser pacífico. Alfaro miente al responsabilizarnos de la violencia: López Obrador nunca ha utilizado la violencia como instrumento político y su gente o su partido nunca hemos roto un vidrio (Pedro Salmerón dixit).
La responsabilidad de López Obrador radica solo en la interpretación fiel de los más hondos resentimientos populares. El tabasqueño no ha descubierto el hilo negro del encono social; su discurso incendiario no ha sido más que el eco de la voz del indígena desposeído, del pobre ignorado, del débil sometido a macanazos. En su nombre, el habilidoso político ha lidiado con los poderosos; lo ha hecho con dureza, pero vistiendo la guayabera de estadista que lo ha erigido como factor indispensable de estabilidad interponiéndose siempre entre el tigre y sus instituciones:
En 1993, la marcha de pescadores tabasqueños que amenazaba con arruinarle la fiesta a un supuesto amigo de Alfaro se disipó gracias a sendas llamadas suyas a Camacho Solís y a González Garrido; en 1996, la toma de los pozos de PEMEX en Tabasco la resolvió arrancándole una amnistía a Lozano Gracia; en 2006, el plantón de Reforma puso al país patas pa’rriba pero contribuyó a canalizar el enojo social por la vía de la resistencia no violenta…
El falso dilema implícito en la filosofía lopezobradorista, la elección obligada entre estar a favor o en contra del proponente y de lo que representa, por otro lado, me remite a Jesús, a Gramsci y a Darth Vader, y finalmente, salvándome la noche in extremis, a Desmond Tutu:
“Si permanecemos neutrales ante las injusticias, habremos elegido el lado de los opresores”.
En el momento crítico que nos ha tocado vivir, expuesto en toda su magnitud en los últimos días, es preciso tomar partido decidida y activamente. No podemos solo mirar pasar nuestra historia desde la ventana, indiferentes, abúlicos.
Por: Francisco Baeza
@paco_baeza_