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Conforme Guadalupe “Tardei” iba reportando el Conteo Rápido del INE todos íbamos sintiendo el golpe de realidad. Y cuando digo todos, es todos: tanto xochilovers como obradoristas estaban perplejos. Es cierto que muchos daban por descontado el triunfo de Shame-baum, pero nadie se imaginó un escenario de “carro completo”: nadie.

Tan es así que, al día siguiente, muchos inversionistas golondrinos sacaron su capital del país y otros más se deshicieron de sus pesos. La sola expectativa del surgimiento de un nuevo “super poder” metaconstitucional en México, provocó la peor caída de la bolsa desde la pandemia, así como una abrupta depreciación del peso.

Porque seamos claros: por eso votó la abrumadora mayoría de las y los mexicanos, por una presidencia imperial, sin contrapeso alguno, capaz de modificar la ley suprema a su antojo. Punto.

Ya habrá tiempo para analizar por qué la mayoría votó como votó. Pero, por ahora, lo que debemos tener claro todos son las implicaciones de la decisión que tomó la mayoría. Porque si algo nos ha enseñado la historia es que las mayorías también se equivocan y que no siempre son conscientes de las implicaciones de sus decisiones.

De acuerdo con los expertos, cuando de manera democrática surge un “super poder” metaconstitucional legítimo, lo primero que muere son los límites jurídicos, es decir, la certidumbre legal y, con ella, el estado de derecho.

El nuevo “super poder” se convierte en nuevo “tribunal constitucional” y el control de jueces, magistrados y ministros vía el voto popular, garantiza una impartición de “justicia” alineada a los intereses del nuevo “super poder” presidencial. Será el fin de los derechos progresivos y el inicio de una nueva era de abuso de autoridad al servicio del mejor postor.

Lo segundo que muere es el pluralismo político y la representación de las minorías. La eliminación de la representación proporcional en el Congreso garantizará el imperio de la mayoría. Por eso es previsible el agandalle de la mayoría calificada vía la sobre-representación de la coalición triunfadora. Esto implicará el fin del parlamentarismo y del debate de ideas.

Lo tercero será la desaparición de los organismos autónomos, incluido el INE. La elección por voto popular de los consejeros electorales garantizará elecciones a modo para que la mayoría se imponga en cada elección sucesiva. Mientras que la desaparición de organismos autónomos y la absorción de sus funciones por parte del Ejecutivo, garantizará cifras oficiales alegres para el régimen en temas delicados como salud, educación, inseguridad y corrupción. Pasaremos del imperio de los otros datos, al imperio de los datos oficiales.

Otra cosa que también ocurrirá es el fortalecimiento de las capacidades técnicas y operativas del poder militar, así como la profundización del proceso de militarización de la vida nacional. Será el fin de libertad de expresión y manifestación de la población civil como la conocimos durante estos 25 años.

En estas condiciones, solo habrá dos posibles contrapesos al poder: la autocontención y el contexto económico-financiero.

Con respecto al primero, no hay que hacerse muchas ilusiones. El poder absoluto corrompe absolutamente. Y con respecto a los mercados, lo más probable es que se profundice el capitalismo de cuates, reforzado por la continuación de disciplina financiera de corte neoliberal, solo que ahora, bajo un régimen autoritario.

Así que, el que crea que es posible refundar en el corto plazo un régimen democrático liberal que encante a la gente, un nuevo régimen de partidos que tenga legitimidad y un nuevo esquema de pesos y contrapesos al poder presidencial, le aconsejo que se ponga cómodo por los siguientes dos o tres lustros.

Bajo las nuevas circunstancias, el único espacio para la innovación institucional estará reservado para aquellas que sirvan para contener la presión social y política de las minorías y de las masas inconformes, cuando éstas surjan. Pero por ahora, la prioridad será perpetuar el nuevo régimen autoritario disfrazado de democracia (iliberal) encarnado en el nuevo super poder presidencial.

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