Cuando adoptar un perrito, salva dos vidas

Hay llamadas que no se olvidan. Esa tarde me avisaron de una perrita ciega, abandonada, que había encontrado Manuel Bachbuch y AmoresPerros Refugio para Perros. No supe cómo ni por qué, pero algo dentro de mí dijo que la quería conmigo. Así apareció Ash, una perrita diminuta, con el cuerpo marcado por la crueldad y el alma temblando de miedo y rabia. Había perdido un ojo, y su pierna y su cadera mostraban rastros de un maltrato que contaba su propio suplicio.
Por esos mismos días, un familiar adoptó a Xóchitl, otra perrita rescatada de una veterinaria del centro. Nos llamábamos diario, como si habláramos de hijos recién llegados al mundo. “¿Comió?” “¿Durmió?” “¿Te dejó acariciarla?” Dos historias distintas, un mismo latido: el deseo de sanar.
El tiempo, siempre sabio, fue poniendo las cosas en su lugar.
Pero la verdad no tardó en salir. Ash había sido usada como perrita de monta, explotada para criar y vender cachorros de “mini pug”, raza que muchos presumen por moda sin imaginar la tragedia detrás. Y Xóchitl tampoco escapó: una cruza entre french poodle y golden retriever, mezcla que se cotiza en dólares, sobre todo en Estados Unidos: “Las usaron hasta agotarlas”, nos dijo el veterinario con los ojos bajos.
Nos cuesta aceptar hasta dónde hemos llegado. Como especie humana, le hemos puesto precio a la vida, a la ternura, a la compañía. Nos gusta presumir razas, como si un perro fuera un trofeo y no un ser que siente. Adoptar, en cambio, es rebelarse ante eso: es elegir la empatía sobre el ego, el cuidado sobre la apariencia.
Hoy, Ash ya duerme panza arriba, confiada, sin sobresaltos. Y Xóchitl ya no esconde la cola entre las patas. Comen juntas, juegan, y me recuerdan cada día que el amor no se compra: se construye.
Adoptar no es un acto de caridad. Es un compromiso con la vida: requiere paciencia, tiempo, dinero y, sobre todo, ternura. Pero lo que devuelven estos seres de cuatro patas, no se mide en pesos ni en razas: se mide en paz, en risas, en silencios que ya no duelen.
Ojalá algún día dejemos de jugar a ser dueños del mundo, de cruzar perros para complacer un capricho. Ojalá entendamos que los animales no están aquí para adornarnos, sino para acompañarnos.
Porque al final, no fuimos nosotros quienes rescatamos a Ash y a Xóchitl.
Fueron ellas quienes nos rescataron a nosotros.
Amén.
alefonse@hotmail.com

Picture of Alejandra Fonseca
Alejandra Fonseca
+ Articulos
También puede interesarte

Patrocinadores

Últimas Noticias
Patrocinadores