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El jueves comenzaron las Finales de la NBA. Por cuarta temporada consecutiva se enfrentan los Cavs de Cleveland y los Warriors de Golden State. Los dos equipos hegemónicos del último lustro llegan a su mejor momento histórico siguiendo caminos distintos. Los Cavs, el camino corto, el de la agencia libre y los traspasos. La condición que LeBron James le puso a Dan Gilbert para regresar a casa fue que le rodeara de talento para conseguir campeonatos inmediatamente así que el patrón tuvo que estirar la chequera y fichar a los mejores jugadores disponibles en el mercado para tener contento al rey. Así llegaron un grupo de mercenarios cuyo principal interés es ganar anillos colgándose de quien 15 años después sigue promediando 36 minutos y 27 puntos por partido. Los Warriors, al contrario, el camino largo, el del draft. Joe Lacob y Peter Guber, más interesados en instituir un modelo administrativo y deportivo exitoso que en ganar campeonatos, apostaron por invertir en jóvenes que de veras sintieran la camiseta y se identificaran con el equipo y con sus hinchas como Stephen Curry, Klay Thompson o Draymond Green, a partir de quienes se ha ido construyendo un grupo que, según su accionista mayoritario, “ama lo que hace y trabaja duro todos los días”.

 

Por su naturaleza, el estilo de juego de las dos superpotencias baloncestísticas es también distinto. LosCavs juegan para James. El de Akron, Ohio es la estrella indiscutible del equipo; él llama las jugadas, juega todas las posiciones, define los partidos. Los demás son de quita y pon según le convengan. Tanto dependen los Cavs de James que la hinchada está nerviosa: si LABron decide hacer las maletas y mudarse a la costa oeste éste verano, ¡al carajo todo! Los Warriors, al contrario, juegan de manera coral. El trío se reparte y comparte el protagonismo; los de la bahía son un monstruo de tres, cuatro, cinco cabezas. Todos, desde Kevin Durant, la superestrella adoptada, hasta Zaza Pachulia, en lo profundo de la banca, aceptan la filosofía del club. Después de Curry, Thompson o Green vendrán otros y el modelo se repetirá con más o menos éxito como, dicho sea de paso, ha ocurrido en San Antonio o en Salt Lake City.

 

El MORENA de 2018 se asemeja a los Cavs de los últimos cuatro años. Urgido de ganar el campeonato, consciente que su edad física y política no le alcanza para un cuarto intento para llegar a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador se ha corrido al pragmatismo y ha hecho las alianzas necesarias para tal fin. Por ahí se han colado muchos oportunistas cuyo único interés es hacerse de huesos colgándose del fenómeno político más importante de los últimos 30 años. La incorporación de ésta fauna, diría Carlos Figueroa, de animales bonitos, mariposas y venados, pero también de búfalos que embisten y atropellan y serpientes que rompen el partido y desvirtúan su identidad, no ha forzado el debate al interior del partido, al contrario, ha reforzado el liderazgo unipersonal del one-man band, candidato, estratega, vocero. MORENA es vertiginosamente vertical; luego, todos los proyectos personales están supeditados al proyecto presidencial y son, por lo tanto, negociables. Para bien y para mal, López Obrador es el Α y el Ω del Movimiento; sin él, nada de esto existiría.

 

Más allá de la coyuntura de 2018, la aspiración de MORENA debe ser asemejarse a los Warriors. MORENA tiene, aún, la oportunidad histórica de hacer política de una manera diferente propiciando el surgimiento y el desarrollo de una nueva civilización política a partir de cuadros más identificados y más comprometidos con los valores y los principios que representa el partido, y, por lo tanto, más congruentes electoralmente. Solo mediante la consolidación de otros liderazgos será posible un MORENA horizontal en el que prevalezca una democracia interna verdadera; procesos más transparentes y justos, piso parejo para los aspirantes a cargos de elección popular, pesos y contrapesos eficientes. Pase lo que pase, para el Movimiento la pelota seguirá rebotando después del 1 de julio…

 

El jueves, LeBron James se convirtió en el primer jugador en anotar más de 50 puntos en un partido de Finales… y no ganar.  ¡Basta de analogías!

 

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 5 de junio de 2018.

Por IsAdmin

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